jueves, 21 de febrero de 2013

Sinceridad.

Llega un momento en el que decides parar, que decides que es momento de abandona esta absurda batalla, un momento en el que crees que ya has hecho suficiente y que no puedes seguir yendo detrás de ciertas personas. 

Y así es. Me he cansado de estar escuchando, de estar aconsejando, de estar ayudando a aquellas personas que tanto amor te profesan, para que después de un tiempo, dejen de confiar en ti. 

Y quizás he hecho mal. Quizás, en un momento dado, fui muy sincera, demasiado. Y ya lo dicen, la sinceridad, a veces, puede doler. Pero, eso es lo que hacen las verdaderas amistades ¿no? Ser sinceras. Una amiga de verdad, una persona que te quiere y que confía en ti, quiere escuchar la verdad, aunque duele, quiere hacerlo... 

Y ahí está el problema, en que tanta sinceridad ha dolido y tanta verdad ha dolido. Y entonces, deciden que lo mejor es dejar de hablarte, deciden que lo mejor es hacer como si no existieras. Y empiezan a confiar en otras personas, otras personas que, en el fondo, le dirán aquello que quería oír. Algo que, quizás, yo nunca le dije... Y todo por intentar ser una verdadera amiga. 

Y quizás es que las verdaderas amistades no existen. No me estoy refiriendo a que sean falsas,sino que no acaban de ser del todo verdaderas. Porque, lo siento, pero creo que si una persona, cuando le pides consejo, no es capaz de ser sincera, y decirte lo que verdaderamente opina, no es de las mejores amigas que puedes tener. 

Tú, como buena amiga, siempre intentas dar lo mejor de ti. Intentas que, a aquellas personas que quieres, no les hagan daño, no sufran, que sean felices, que rían y no que lloren. Y tú, alguien inocente, alguien que confía en las personas que tiene a su alrededor, les tiendes la manos siempre que puedes... Da igual que te llamen a las 3 de la mañana, si es urgente atenderás esa llamada, sin enfadarte. 

Sin embargo, das mucho por personas que, a la mínima que eres sincera, te dejan de lado. Empiezan a poner distancia... Cada vez habláis menos, cada vez hay más silencios incómodos. Las largas charlas por la noche, los mensajes entre clase y clase, las quedadas en los pasillos, todo eso, todo se ha esfumado. 

Todo lo bonito ha pasado a un segundo plano, dejando paso a lo malo. Dejas de lado una amistad, una gran amistad solo por el hecho de ser sincera. ¡Qué estupidez!

Para mí, aquellas personas que son sinceras conmigo, aquellas personas que me demuestran si están tristes, contentas o enfadadas conmigo, son las que verdaderamente valen la pena. Aquellas amigas que son sinceras en el momento que yo lo necesito y que a la vez tienen en cuenta mis consejos y que no se enfadan conmigo cuando llega el momento de ser sinceros, son grandes amistades. 

Amistades que debemos conservar, amistades que debemos valorar, amistades que son como un tesoro, que verdaderamente valen la pena... Por eso, no te enfades si un día hoy sincera contigo, no te enfades si llegan a ser sinceros contigo... No lo hagas. Porque lo único que están consiguiendo, es perder a alguien que siempre por encima de todo te iba a decir la verdad... No como aquellas personas que te fueron explicando cuentos y diciéndote aquello que tú querías oír. Estás perdiendo lo que yo sí que consideraría una verdadera amistad... 




Una amistad basada en el cariño, en el respeto, en la confianza, en la sinceridad... En fin, una amistad como las pocas que quedan. Ya lo dicen: los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una sola mano. 

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