miércoles, 28 de noviembre de 2012

~De pequeña a mayor~

Cuando era pequeña, me acuerdo de que mi madre me leía cuentos de hadas. Recuerdo que me leía la Cenicienta, Blancanieves o la Bella Durmiente. Entonces, yo soñaba con ser una princesita y soñaba que un príncipe azul vendría a buscarme, mi príncipe azul. Pero ¿quién no lo soñó? Estábamos en la infancia... Me acuerdo que pensaba que algún día ese príncipe vendría en su caballo blanco, que preguntaría por mí, que montaría en su caballo y cabalgaríamos sin rumbo fijo, pero siempre... SIEMPRE siendo felices. Todo sería igual que en los cuentos de hadas, sería nuestro cuento de hadas. Seríamos felices y comeríamos perdices.
 
Pero, crecí. Pasé de ser esa pequeña soñadora que creía en los cuentos de hadas, en las fábulas, a una jovencita que no creía nisiquiera en el amor y que se dio cuenta de que los cuentos de hadas son invenviones. Me di cuenta de que están escritos para que dejemos volar la imaginación, pero en realidad, en la cruda realidad, todo aquello enseñado en los cuentos de hadas no es posible, nada existe. Ni el famoso príncipe azul, ni el amor verdadero, ni la felicidad eterna...
 
Por otro lado, no puedo decir hasta que punto he madurado. No sé hasta donde llega esta madurez en mi, por lo que no puedo afirmar que el amor verdadero no existe, no de esa forma tan rotunda. Sé que he madurado y veo las cosas desde una perspectiva diferente. ¿Cuánto he madurado? Que cada uno juzgue.
 
Muchos dirán que si digo que el amor verdadero no existe es porque aún no lo he conocido. Y quizás están en lo cierto, quizás no lo he conocido. O a lo mejor no es eso, quizás no quiero conocerlo, no por ahora, quizás me da miedo conocerlo.
 
Pero, ya lo he dicho antes, he crecido. Y prometo que me encantaría seguir soñando y seguir creyendo en los cuentos de hadas. Y me encantaría pensar que un día aparecerá mi príncipe azul, tal vez no en su caballo blanco, quizás en su precioso coche, en una bicicleta o a pie, bueno, en definitiva, que me encantaría creer que vendrá...
 
Creer que algún día aparecerá ese hombre perfecto, ese hombre que me haga feliz durante el resto de mi vida. Ese hombre que no tenga ningún defecto, un hombre con el que no discutiré, con el que podré compartir mis miedos y mis dudas. Creer...
 
Pero, como mi vida no es un cuento de hadas, como no vivo en una cajita de cristal y tampoco veo las cosas color rosa, me conformo con alguien que me quiera. A lo mejor, no es un amor verdadero, un amor para toda la vida. Sin embargo, será un amor que me querrá tal y como soy. Él no será perfecto, pero yo tampoco lo soy. Que vea que tengo defectos, pero que por encima de ellos valore mis virtudes.
 
Y sé que no será el hombre perfecto. Sé que no eres el hombre perfecto, sé que tienes tus defectos, tus más y tus menos. Sé que los demás los ven, y veo como día tras día me repiten que no eres para mí. Que yo me merezco algo mejor...
 
Pero, ahí está el problema. Yo no quiero algo mejor, yo te quiero a ti. Te necesito a ti, eres tú quien todos los días cuando te veo, aunque solo sean cinco minutos, me alegras el día. Eres tú quien hace que todos los problemas se desvanezcan con esa sonrisa de oreja a oreja que siempre traes. Eres capaz de ver más allá del aspecto físico, más allá de esos pequeños defectos que tengo, ojalá algunos fueran como tú, ojalá fueran capaz de ver más allá. Pero, sabes, en el fondo ellos no me importan, me importas tú. Y es que, para mí eres perfecto.
 
Eres todo lo que soñé de jovencita que quería para cuando fuera mayor, para ahora...
 

¿Y después? Después, gracias.

Hay veces que arriesgamos todo lo que tenemos por aquellas personas que creemos que son importantes para nosotros . Y utilizo el verbo creer y no hago una aformación rotunda, por la sencilla razón que, al final, nos acabamos desengañando o desilousionando, como queráis llamarlo. Porque, total, al final siempre pasa lo mismo...
 
Y es así, porque nos sorprenden y quizás no para bien sino para mal. Nos engañan, nos mienten, nos decepcionan y así un sin fin de cosas más, y así un sin fin de comportamientos y actitudes. Y sé que últimamente me remito a lo mismo, pero qué hacer cuando la realidad es así...
 
Vayamos por puntos. Nos engañan y nos mienten (primer punto). Nos hieren. Sí, porque nos hacen creer que estarán ahí siempre, nos hacen creer que podemos confíar en ellos ¿y después? Después, desaparecen. Después, no están. Después, nos desengañamos. Después, abrimos los ojos. Después, nos damos cuenta que todo ha sido mentira, que todo ha sido una farsa.
 
Y, después, esto conduce a la decepción(segundo punto). Las mentiras, las dolorosas mentiras de aquellos que "queríamos" conducen a todo  tipo de decpciones y sufrimientos. Y así, después, vuelvo a apuntar otra puñalada trapera en la lista. Otra más... Y hay veces que siento que esto no acaba, que el juego sigue cuando yo lo único que quiero es que acabe y así poder seguir con mi vida. Pero sé que me acabo metiendo en el juego, porque de una forma u otra quiero demostrarles que soy fuerte, que soy mejor amiga y persona que ellos... Pero, sin embargo, me debilito, me quitan fuerzas...
 
Y una vez más, intentando llevarle la contraria a todo aquél que creyó que esas personas no eran de fiar me veo humillada, y me veo decepcionándome a mi misma.
 
Pero, después de todo, después de todo lo vivido he aprendido cosas. Sí, porque mi amistad contigo, perdón, corrijo, mi falsa amistad contigo fue un error. Y ya lo dicen, de errores se aprende.
 
Así que, después... después de tantas mentiraras, de tantos abrazos falsos, de tantos te quiero sin sentido. Después de todo esto he aprendido a valorar aquello que verdaderamente tiene sentido para mí. Por eso, al final solo me queda darte las gracias.

lunes, 19 de noviembre de 2012

A vuestro lado...

Tú, que me enseñaste a ser sincero,
sin temor a lo que pienso, evitando la mentira,
tú, que siempre has estado presente
y cuando no estaba la gente que tanto me prometía.
(Tanto, Pablo Alborán)


Y me enseñaste a ser sincera. No con los demás, que también, sino conmigo misma. Creo que gracias a ti veo la vida de otra forma. Quiero decir, he aprendido a aceptarme tal y como soy, con mis más y con mis menos, con mis defectos y con mis virtudes, en definitiva, aceptarme a mi misma. 

Pero no sólo eso... Hoy, por hoy, puedo decir que he dejado de mentirme a mi misma. Sí. Y creo que es algo que deberíamos hacer todos. No sé... hay veces que, por ejemplo, seguimos manteniendo relación con algunas personas, aun a sabiendas de que no se merecen estar a nuestro lado. Y creo que lo hacemos porque siempre nos queda una pequeña esperanza de que van a cambiar. Y es así, como nos engañamos a nosotros mismos, Pero gracias a ti, he aprendido a decir basta y a admitir que he de sacarlas de mi vida. 

Y por tenerlos a mi lado, he basado parte de mi vida en una mentira. Sí. Y por eso, gracias a ti aprendí a evitarla, aprendí a que he de admitir que las cosas son como son y contra eso no se puede hacer nada. Tan solo convivir con ello, tan solo hacer que eso, que antes era mentira, forme parte de tu vida, pero ahora como verdades.

Y también creo que eres tú quien ha estado a mi lado. Tú quien nunca ha pedido nada a cambio ha estado ahí... ¡y yo que pensaba que no lo estarías! Me sorprendiste, entraste en mi vida sin prometerme nada y, sin embargo, cumpliste todas las promesas que los demás nunca cumplieron.

Después de esto, y a través de los versos del principio, llego a la conclusión que si tenemos a alguien a nuestro lado que nos brinda ese amor que nadie más lo hace, si tenéis a vuestro lado a una persona que os brinda un amor sincero, donde no hay mentiras ni engaños, si tenéis a vuestro lado una persona que os ha quitado la venda de los ojos, que os ha hecho ver la realidad, si tenéis a vuestro lado una persona capaz de darlo todo, una persona que os apoya en cada paso que dais, que os ayuda a levantaros, NO LO DEJÉIS MARCHAR.  

Da igual si es vuestra pareja, si es el amor de vuestra vida, si es un amigo, una amiga, vuestro hermano, hermana, da igual... Eso sí, no lo dejéis marchar, valorarlo ahora que lo tenéis, Porque sino, después, cuando os quedéis solos vendrán los reproches, y dar las gracias, quizás y solo quizás, será un poco tarde. Ellos algún día, aunque creamos que no, se cansarán... 

Así que, a esa persona que está a vuestro lado, sea quien sea, no debéis quererla, sino AMARLA.


jueves, 15 de noviembre de 2012

¡Date por aludido!

En el post tras una puñalada trapera toca madurar hablé sobre eso mismo, sobre la madurez y el comportamiento de según que personas. Y hoy, por segunda o quizás tercera vez quiero volver a hablar sobre el tema.  

Hoy he relacionado la inmadurez con los comportamientos de mi hermana pequeña (la cual tiene tres años). Sí, he relacionado la inmadurez con las rabietas que ellas se coge a veces, con los llantos sin fin, con las tonterías que dice y hace, con sus comportamientos infantiles. ¡Pero es lo normal! ¡Tiene 3 años! Pero hay personas que ya tienen cierta edad, que ya están bastantes grandecitas, que ya sabes utilizar "correctamente" su cerebro. Y sin embargo, son peor que mi hermana de tres años. 

La verdad, me sorprenden ese tipo de comportamientos en según que personas. Sí, porque ya tengo bastante con aguantar a mi hermana como para encima hacerlo con personas que ya no significan nada en mi vida. Y no es que me molesten, me jodan o me den rabia. No es eso. Sino que me sorprende. 

Quiero decir, a priori, no me lo espero. No, no. No espero según que comportamientos infantiles, como por ejemplo: "pues ya no te hablo" o "me he enfadado" o negarte el saludo, cuando tú o yo las saludamos por simple y mera educación. Y es que como he dicho antes, para eso ya tengo a mis hermanas.

No me quita sueño que me retiren la palabra o que me miren mal, no de este tipo de personas malcriadas, inmaduras y niñatas. Personas que en mi vida ya no pintan nada. Personas que espero que leyendo este post (quizás no lo lean, o quizás les pique la curiosidad y sí) se den por aludidas. 

Este tipo de personas lo que quieren es que entremos en su juego, quieren que nos rebajemos a su nivel. Lo siento, pero creo que yo y todos aquellos que vemos estos comportamientos inmaduros somos muy inteligentes como para rebajarnos a ese nivel, como para caer tan bajo. Creen que van a conseguir algo, que se sentirán satisfechas por "haber conseguido algo". No obstante, soy yo la que se va a sentir satisfecha, soy yo la que por primera vez, y aunque no soy ese tipo de persona, las podré mirar por encima del hombro.

Sí, así es. No soy ese tipo de persona, quiero remarcarlo. Pero por primera vez me sentiré bien conmigo misma. Porque soy una persona madura y por ende, al menos en este caso, inteligente y comprendo que con las personas inmaduras no se puede mantener una conversación civilizada, de personas mayores. ¡No lo puedo hacer con mis hermanas!

Y ahí está la diferencia entre una persona madura y esas personas que son niñatas. Yo busco soluciones a los problemas, yo intento hablarlo. Ellos y ellas, chicos y chicas inmaduros tienen rabietas y dan pataletas. Y así, creen solucionar los problemas. Sin embargo, no consiguen nada. Bueno, corrijo, consiguen quedarse solas. Mientras yo, tengo a mi lado a personas que me quieren y que me valoran por haber soportado este tipo de comportamientos.

Y al final de todo, vuelvo a decir, que me toca madurar a mi, porque en vista de los acontecimientos, a tales personas no las veo capaces. No, no. Lo veo poco probable. Y al final, de tantos y tan largos acontecimientos, solo me queda reírme... de la misma forma que me río cuando mi hermana me dice que se ha enfadado y que no me quiere volver a hablar. De la misma forma que me río cuando se enfada y me da la espalda. Y sí, me río porque es pequeña y me hacen gracia sus comportamientos infantiles y de la manera en que lo dice y lo hace. Y de estas personas me causa gracias, porque se han creído muy importantes en mi vida y no se han dado cuenta de que, para mí, no fueron tanto. 

Y esto es, por una sencilla razón. No saben tanto de mi vida, ni de como soy como otras personas con las que he podido contar y con las que cuento. Creen que los mensajes de navidad, o de cumpleaños lo dicen todo. Pero eso, es por mera educación igual que cuando te saludo y te pregunto como estás. Quizás no me apetece hacerlo, pero no soy inmadura, soy una persona que no va a caer tan bajo y por eso te intenta respetar. Aunque claro, con según que cosas una no puede, yo no puedo. Y me rió y abro los ojos como platos para intentar entender el porque de todo. Pero claro, cuando mi hermana decide decirme que se ha enfadado conmigo y que ya no me quiere, a veces, no tiene un porqué, de la misma forma entiendo que esas personas tampoco.

Así pues, en un último intento de que esto cambie. Así que,  para que aquél que crea que está en la situación de inmadurez, se lo digo alto y claro:

¡DATE POR ALUDIDO Y MADURA!



miércoles, 14 de noviembre de 2012

Decir basta...

Tantas noches me he pasado llorando por ti, he pasado tantas noches en vela esperando por ti. Tantas lágrimas he derramado por ti, por todo lo que pasó en nuestro pasado juntos. Vivimos grandes momentos, momentos mágicos, momentos nostálgicos... pero no todo fue tan bueno.

Tantas noches me dejaste sola, tantas noches esperé a que regresaras a mi lado, a que estuvieras para abrazarme, para decirme que me amas y que me quieres. Fuiste capaz de sobre pasar los límites, fuiste capaz de traspasar esa raya que nadie debería traspasar...

Pero la estúpida fui yo. Yo fui la tonta. Sí, lo fui. Te amaba, te necesitaba y pensé que todo cambiaría, que iría a mejor. Y lloré. Pasé noches llorando por ti. Muchas noches, demasiadas creo yo, pensé que podríamos ser los de antes, que podríamos ser felices... ¿podríamos?

No lo creo. Y digo no por una sencilla razón. En el instante, en el momento que se traspasan según que barreras toca decir basta. Sí. No puedes permitir que tu humillen, no puedo permitirlo. No puedo dejar que me sigas haciendo daño, que me sigas haciendo llorar... no puedo.

He de decir basta, he de empezar mi vida des de cero. Sé que es difícil. Sé que construir mi vida des del principio, cambiar todo aquello por lo que un día luché, reconstruir todo aquello que un día construí, sé que no será fácil. Sé que me costará, pero he de hacerlo.

Debo y necesito tener mi vida. Necesito ser feliz. Necesito sonreír, volver a amar y a creer. Necesito vivir mi vida. ¡Lo necesito!

Por eso, hoy toca decir basta. Debo de dejar de derramar lágrimas, debo dejar de pensar que un día volverás a mi lado, debo dejar de pensar que algún día volveremos a ser felices, que algún día volveré a sonreír. Sencillamente, basta. 

Ya no soy esa estúpida que se pasaba noches esperando por ti. No soy esa estúpida que se creía tus mentiras, que se creía que la vida era color de rosa a tu lado. Ahora soy otra, he cambiado. Y en mi vida no te necesito. Hay límites que uno nunca debe cruzar y tú lo has hecho.

No soy una persona débil, estas situaciones me han hecho ser fuerte. Tú has hecho que hoy sea una mujer fuerte y sea una persona que no necesite a nadie para vivir su vida. Y mejor aun, que no te necesita a ti.

Así que basta de estupideces. ¡Basta de hablar de ti!


viernes, 9 de noviembre de 2012

Dejarlo de lado, y todo por ser estúpido...


La veracidad de la vida, que a veces perdemos personas por el orgullo, en lugar de perder el orgullo por una persona que queremos. Y que a veces por no rectificar, podemos perder a quienes queremos sin poderles decir lo que sentíamos. 
(Luli) 

Hoy, falta de inspiración a causa de las aburridas charlas familiares, decidí preguntarle a una de mis mejores amigas que me diera un tema, una idea sobre la que escribir en el blog. Pues bien, este es el tema que ella me dio. Y aquí estoy yo, horas más tarde, dando mi opinión sobre este tema, sobre lo orgullosos que somos capaces de ser.

¿Somos orgullosos? Sí. Lo somos. A veces, quizás demasiado. Nos cuesta demasiado dejar nuestro orgullo atrás, nos cuesta dejar de lado esas pequeñas diferencias con las personas que queremos, dejar de lado esos pequeños problemas e intentar solucionarlos. ¡Se nos hace imposible!

Creemos que al dejar atrás el orgullo, nos estamos humillando, nos estamos arrastrando y eso... eso no es propio de las personas. ¿Humillarme? ¡No! ¡Jamás! Es impensable. "Eso no va conmigo", "antes muerta", "¿quién se cree qué es?", "tampoco es tan importante en mi vida"... y así un sin fin de frases más que hacen que no seamos capaces de tragarnos nuestro orgullo, que no nos deja mostrarnos tal y como somos, que no nos deja mostrar lo que de verdad sentimos. 

¿De verdad son personas sin importancia? No sé. Quiero decir, hemos compartido momentos inolvidables con esas personas, hemos vivido nuestros mejores años, hemos compartido confidencias, y en un momento dado la cagamos. Sí, es así, Hay veces que la cagamos, que cometemos errores, que nos equivocamos, y hacemos daño a nuestros seres queridos. A ellos que nos han estado apoyando, que han estado ahí. Y causamos problemas que pueden llegar a tener remedio, si tan solo fuéramos capaces de perdonar, de hablarlo con la persona en cuestión. Y entonces, cuando no somos capaces de pedir perdón, cuando no somos capaces de agachar la cabeza y admitir que nos hemos equivocado porque somos demasiado orgullosos ¿de verdad esas personas no han significado nada en nuestra vida?

¡Hemos compartido parte de nuestra vida juntos! ¿Tanto cuesta, tanto cuesta agachar la cabeza y decir lo siento? ¿A qué viene tanto orgullo? ¿Por qué, por una vez, solo por una vez, no podemos dejarlo de lado? 

Y así, dejándonos llevar por el orgullo perdemos a esas personas. Y así, por no querer hablarlo, por no querer escuchar, por no querer darle importancia, la importancia que se merecen a esas personas... las perdemos. LAS DEJAMOS DE LADO.

Entonces, vemos que ya es demasiado tarde para rectificar, para volver al pasado, y entonces nos llenamos de reproches, nos maldecimos a nosotros mismos por dentro. Nos hundimos. Y ahí, justo en ese momento nos damos cuenta que esas personas eran de gran importancia para nosotros, que eran personas que, en cierta forma, eran vitales. Y salen más reproches.

¿El típico reproche? Fácil. ¿Por qué? Sí. ¿Por qué no le pedí perdón? ¿Por qué no la valoré lo suficiente? ¿Por qué no la escuché? ¿Por qué, por una vez, no me tragué mi orgullo? ¿Por qué no le dije cuánto la quiero? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿¿¿Por qué???


¿Sabes por qué? ¡¡Por estúpidos!! Sí. Como lo lees. Solemos decir "estúpido orgullo que no me deja pedirle perdón, que no me deja estar ahí, a su lado". Pero el orgullo no es estúpido. No. Nosotros somos los estúpidos. 

Podríamos haber dejado todo de lado. Podríamos habernos acercado a esa persona, nos podríamos haber dado cuenta de que hemos cometido un error, de que necesitamos a esa persona. Pero por estúpidos no lo hemos hecho, por estúpidos no hemos sido capaz de valorar a esa persona, por estúpidos los hemos acabado apartando de nuestro lado, por estúpidos.... ¡por estúpidos!

¿Lo qué más rabia me da? Que cuando definitivamente pierdes a esa persona es cuando más la valoras. Y es cuando hay personas que creen que se les puede llegar a aplicar el cuento de "más vale tarde que nunca", son los otros los que se vuelven, en cierta forma, un poco orgullosos. Y deciden, que quizás esa amistad no valía lo suficiente y que no merecía la pena. Y ese orgullo les hace ver que un sin fin de "te quiero" no arreglaran todo lo que el orgullo del otro ha hecho.

En fin, somos orgullosos. Somos estúpidos. Somos personas. Por eso, antes de dejar que tu orgullo te gane, sé inteligente y demuéstrale a esa persona porque la valoras, porque la quieres. Hazlo antes de que sea demasiado tarde y antes de que te preguntes ¿por qué fui tan estúpido?





Gracias a la persona que me ha dado la inspiración para este post. Al fin de cuentas, es más suyo que mío.  Gracias por ser como eres, y aportar tanto ami vida, por demostrarme que, a pesar de ser diferentes, podemos estar juntas. Gracias por ser tú. Gracias por darme la trama principal de este post. 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Enseñándome a ser feliz.


Día tras día crecemos como personas. Y he de decir que no es algo sencillo y tampoco es algo que hagamos solos.

Creo que si crecemos es gracias a nuestros seres queridos. Es gracias a aquellas personas que aportan su granito de arena en nuestras vidas. Es gracias a esas personas que hacen más llevadero nuestro día a día. Son ellos, las personas que apreciamos y queremos las que a lo largo de nuestra vida nos enseñan a ser mejores personas y a crecer a nivel personal.

Y a mí me han enseñado muchas cosas. Me han enseñado a no derrumbarme cuando creo que las cosas peor no pueden ir, cuando creo que nada puede cambiar y mejorar. Me han enseñado a ser fuerte delante de todo y todos. Me han enseñado a luchar por aquello en lo que creo. Me han enseñado a defender todo aquello por lo que he luchado.

Pero, estas son pequeñas enseñanzas del día a día. Sin embargo, hay algo que he aprendido gracias a aquellos que quiero, algo que me han enseñado y que es para siempre, algo que no cambio por nada del mundo. Y algo que a todos, en mayor o menor medida, nos han enseñado.

Me han enseñado a SER FELIZ. A disfrutar de las personas que tengo a mi lado, a descubrir un nuevo mundo. ¡Un mundo lleno de cosas sensacionales! Me han regalado grandes momentos. Me han regalado sus sonrisas, sus besos, sus te quiero y esos grandes abrazos que cortan la respiración. 

Y eso hemos de tenerlo en cuenta. Esto son los verdaderos regalos y no esos regalos caros, llenos (algunos) de falsedades, de mentiras, y de cosas que, a mi parecer, no nos llenan como personas. Porque sí, un coche podrá ser un gran regalo, pero para mí lo es a corto plazo.

Para mí es mucho más satisfactorio una pulsera con las iniciales de las grandes personas que quiero (y es algo que tengo conmigo y siempre lo llevo conmigo). Y este regalo es un mero ejemplo. Pero para mí significa mucho más. Y es así, por la sencilla razón de que, cada vez que veo esta pulsera, se me escapa una sonrisa y recuerdo los grandes momentos vividos a su lado y como gracias a ellas hoy puedo decir que soy mejor persona. Porque con cosas como estas o con cosas como una postal, una carta o una foto, recuerdo que me han enseñado a ser feliz y que gracias a ellas (y obviamente a mi familia), hoy puedo decir que SOY FELIZ. 



Por eso, creo oportuno decir, que si tienes amistades de este tipo. Personas que te llenan, no las dejes marchar, no las desperdicies. Valóralas, porque de igual forma lo harán contigo, te valorarán. Porque si una persona de verdad quiere a otra, hará lo imposible para que esa amistad no se pierda, no se marchite. Y tú intentarás hacer lo mismo. Y yo también haré lo mismo.

Y si en algún momento ves que hay alguien que, a pesar de tus esfuerzos, está dejando que esa amistad se marchite, te aconsejo (aunque no soy una experta), que tú también la dejes marchar. Porque serás capaz de ver que quizás no te ha enseñado nada y que solo habéis compartido momentos irreales. Momentos ficticios que para ella, momentos que no han significado nada.

Así pues, solo me queda decirte, ¡SÉ FELIZ!


Hoy es un día especial para una de las personas que me ha enseñado a ser feliz y que está a mi lado. Una persona a la que no soy capaz de describir ni en 100 ni en 1000 palabras. Alguien que me apoya y me escucha. Aunque me digas mil y una veces que no he de darte las gracias, he de agradecerte todo lo que has hecho y haces por mi. He de darte las gracias porque has sido tú quien me ha demostrado que uno no se puede derrumbar, eres tú quien día a día ha sido capaz de superarse. No me cansaré de repetirte lo mucho que te quiero, lo orgullosa que me siento de ti y lo feliz que soy teniéndote a mi lado como amiga. Este post está dedicado en especial a ti, y obviamente a esas personitas que están a mi lado y con las que tengo el privilegio de compartir grandes momentos. Y va dedicada a vosotras las que me habéis apoyado cuando decidí escribir este blog. Y a ti, que siempre me pides post!

Te quiero, os quiero. Ana.

viernes, 2 de noviembre de 2012

¡No lo tiene!

Hay cosas que no tienen precio, ¿verdad? Sí, es verdad. Hay demasiadas cosas en nuestra vida que no tienen precio y son esos pequeños detalles los que tenemos que valorar. 


En primer lugar, que un día importante para ti misma te despierten con el desayuno en la cama no tiene precio. Quizás te despierten a las 7 de la mañana y eso te puede llegar a dar rabia... pero todo esto se te olvida en el momento que una de las personas que más quieres y admiras te lleva el desayuno.

En segundo lugar, que después de volverte a dormir te vuelvan a despertar para darte un regalo pequeño tampoco tiene precio. No, no lo tiene. Será un regalo pequeño, pero eso te hace sentirte especial, y cada vez que miras ese regalo te acuerdas de esas personas que te lo dieron.

En tercer lugar, pasar un rato con una de las personas que más quieres, hablar, cotillear y reírse con ella, no tiene precio. Eso te hace apreciar esos pequeños momentos y guardarlos en tu memoria.

En cuarto lugar, que esa misma persona te pasee por todas las calles, que te lleve de un lugar a otro ganando tiempo para lo que será el quinto punto de este post, tampoco tiene precio.

En quinto lugar, que, a pesar de alguna que otra mentirijilla piadosa, las personas que han estado a tu lado siempre te den una sorpresa y te hagan reír y llorar es otra de las cosas que no tienen precio. Y pasar un largo rato al lado de ellas hay que valorarlo.

Quizás no todos hemos tenido un día así. Pero seguro que algún día de nuestra vida nos han dado una pequeña sorpresa o nos han alegrado el día con un simple mensaje. Nos han hecho saltar las lágrimas, nos han hecho reír,etc. Y esos pequeños detalles son los que tenemos que valorar, son los que tenemos que recordar. 

Quizás hay días que los empezamos con mal pie, que lo vemos todo negro, pero en ese momento siempre hay algo o, mejor dicho, alguien que nos alegra el día, que hace que nuestro día sea, en cierta forma, perfecto.

Y de esa forma, valoramos mucho más las cosas. Vemos las personas que nos quieren, las personas que van a estar ahí, lo valoramos y lo tenemos presente en nosotros. 

Y todos esos momentos hacen que al final del día nos acostemos con una sonrisa en los labios. Una sonrisa que NADIE nos va a poder quitar... NADIE. Y hace que, cuando pasan los días, lo sigamos recordando como si hubiera sido ayer, y que se nos siga escapando esa sonrisilla. 

¡Esas personas no tienen precio! No lo tienen. Y yo puedo decir que me siento afortunada por tener a mi lado a las mejores personas del mundo. A mis amigos y a mi familia. Y esta vida, a pesar de lo malo que puede llegar a tener, no la cambio por nada del mundo. ¡Por qué no tiene precio! ¡No lo tiene!

Por eso, todos deberíamos sonreír y ser felices. Disfrutar de esos pequeños y ver que en esta vida, lo vuelvo a repetir, hay cosas que no pueden ser compradas ni con todo el oro del mundo... no se pueden comprar. ¿Por qué? Ya lo he dicho más de una vez a lo largo de este post ¿verdad?


Por último, a nivel personal, quiero dar las gracias a todas esas personas que están a mi lado y que me hacen grande día a día con esos pequeños detalles. Detalles que a mí, personalmente, me hacen feliz. 

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...