domingo, 30 de diciembre de 2018

Fuera, dentro, madriguera.


¿Alguna vez has sido capaz de morderte la lengua? Piensa que los comentarios pueden herir sin quererlo o quizás querías. Una pequeña frase, una oración a la que darle mil vueltas, un par de tacos y una sonrisa con sorna.

No piensas, tan solo asumes. Ves una parte de la realidad y con ella formas tu propia historia, tu realidad alterna a la que añadirle detalles y bromas que no vienen al caso. Cometes el error de volver a confiar, de dejar que vean una parte de ti que no querrías que todos viesen. Y cuando lo haces, cuando das el salto de fe, resulta que es en vano.

Se ríen, sin preocuparse de cómo pueda sentarte, de lo que tú puedas pensar. Sí, son tus acciones y ellas definen tu día a día, pero eres incapaz de reconocer que tan solo ves una milésima parte de lo uno puede ofrecer.

Escribes tu propio cuento en base a historias y leyendas. Una imagen, un destello con el que crear una sombra, un dibujo y un par de diálogos. Ya no ríes y es que no merece la pena. Te controlas, controlas tus acciones, tu forma de ser. Te escondes.

¿Era eso lo que querías? Vuelves a tu madriguera, a tu mundo de ensueño y tu bola de cristal. Crees que es preferible no salir, quedarte escondida entre bastidores, sin que nadie sepa la verdad, que solo vean un destello de lo que verdaderamente eres o has sido. 

No medimos las palabras, ni tampoco los comentarios. Nos atrevemos a jugar con fuego pensando que no nos vamos a quemar. Juego peligroso y muy arriesgado, aunque creemos que nada pasará y también creemos ver los límites. 

Sí, el salto de fe fue en vano. Tender nuestra mano y ayudar a quien era importante no merecía la pena.Aun así, de nada sirve esconderse, quedarse pensando en los errores que uno ha cometido o bien, echarse la culpa de los fallos cometidos. 

No sirve de nada dejar de dar saltos de fe, ni confiar. Debemos hacerlo, porque quizás después de tantos intentos fallidos, después de tirarse a la piscina tantas veces, encontraremos quien de verdad se tome seriamente nuestra confianza, nuestros problemas y las risas del día a día. 

Seguiremos por el camino correcto, aprendiendo a continuar confiando, creyendo y guiándonos por quienes nos hacen el día a día más llevaderos. Los comentarios sin límites se convertirán en viejas anécdotas y en viejos conocidos. Seguiremos conociendo a nuevas personas y viviendo nuevas aventuras. 

Continuamos pensando en nosotros, pero sin escondernos. Rompemos esa bola de cristal, tiramos abajo ese muro y seguimos caminando por nuestro sendero fuera de la madriguera. 


Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...