martes, 12 de marzo de 2019

Justificaciones no presentes.

Supongo que estás agotada, que notas el cansancio fluir por cada poro de tu piel, por cada rincón de tu cuerpo. Tirarías la toalla hoy mismo si pudieses, si creyeras que esta es la única y mejor solución a cada uno de tus problemas, incluso de aquellos que aparecen sin quererlos, ni buscarlos. 

Te equivocas. Crees estar dando palos de ciego, seguir un camino oscuro, sin guía, sin mapa. En realidad, estás donde debes estar. Pisando fuerte, estás en el aquí, en el ahora y en el presente. No te adelantas a los acontecimientos, ni vives en el pasado. ¿Sabes por qué? Porqué vives cada minuto sin dar explicaciones.  Sientes cada toque que das, cada palabra que dices... y cada suspiro lanzado al aire. 

No esperas respuesta de nadie. No quieres escuchar los por qué de cada persona que te rodea, ni buscas razones y no, no quieres encontrar argumentos. Y aún y todo esto, hay personas que esperan de ti eso mismo; explicaciones. Sin embargo, tú te has cansado de darlas, de dar motivos, exponer tus razones e inventar excusas —aunque estas no sean verdaderamente inventadas—. 

Cada paso que das y a la vuelta de la esquina te encuentras a quien te pregunta o, más bien, te exige justificaciones. ¿Te lo explico? Verás, ha llegado un punto en el que el mínimo contratiempo te desquicia, te saca de tus casillas. Quieres aprender a controlarlo, a vivir el presente, a sentirlo. Quieres caminar sin preocupaciones externas, sin mirar hacia atrás cada dos segundos. No deseas pensar ni en el antes, ni el después, sólo en el durante.

Las razones sobran. Centrarte en ti misma, en tus días buenos y malos. Intentar no recordar el paso, ni dejar que algo que eres incapaz de controlar te controle a ti. Que no te controlen. Tomar tus propias decisiones siento a ti misma —y únicamente a ti— a quien des las explicaciones pertinentes. 

Que no te amarguen el día. No des tiempo a quienes se piensan que son mejores que tú, a aquellos que se creen que pueden atraparte, atarte en corto. No dejes de ser tu misma por cuatro idiotas que no entienden ni de indirectas ni directas y menos de respeto. 

Confía en ti misma. Alza la voz contra aquello que te parece mal, con aquello con lo que no estás de acuerdo. Reinvéntate. Diviértete y emplea tu tiempo en quien lo merezca, en quien madure. Personas que no esperen que te justifiques, que no se anden con rodeos, ni tampoco agobios... tan sólo sintiendo el presente. 

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...