miércoles, 29 de mayo de 2013

¡Maldito saco!

Hay veces que es mejor hacerte la estúpida. Sí, hacer como si nada pasara, como si todo estuviera bien, aunque por dentro... por dentro estés hecha polvo. 

Y muchos se preguntarán que porque callar. La verdad, porque es mejor así. Es una manera sencilla y fácil de no buscar más problemas y de no encontrarlos. Es decir, es mejor poner buena cara, una gran sonrisa y seguir adelante. Hacernos los tontos, aunque ya sepamos toda la verdad. 

Hemos descubierto las mentiras, las jugadas sucias, las malas maneras, etc, etc, etc. Descubrir todo aquello de lo que ya tenías una ligera sospecha. Sospechas como que aquellos que decían ser tus amigos tan solo eran un par de tramposos y mentirosos que solo contaban contigo para lo que a ellos les convenía. Ahora bien, si en algún momento decides darles la espalda, eres tú la mala, eres tú quien otra vez se ha equivocado, eres tú la causa de su decepción. 

Así pues, son capaces de meterte en el saco que todos aquellos falsos e hipócritas que también estaban a su lado por interés. Y tú quien has dado todo estás en ese mismo saco. En ese maldito saco. Te das cuenta pues, que la historia se vuelve a repetir. Ves como otra vez, no le has importado a nadie, que tan solo eres un juguete más, un títere de aquellos que decían ser tus amigos. 

Y tú cansada ya de que la historia se repita día tras día, y para no buscar más problemas decides callar. Crees que eso es lo mejor, porque no es fácil conseguir amigos verdaderos... Bueno, a personas de este tipo no se les puede llamar ni verdaderos, y mucho menos amigos. 

Empiezan siendo una amistad, pero callando y abriendo bien los ojos los acabas desplazando. Acaban distanciándose, hasta el punto de ser simples conocidos. Pero, siempre hay terceras personas que salen malparadas de todos esto. Personas consideradas amigos que no quieres perder, de las que no quieres distanciarte... Y tan solo ves que no sabes que hacer, ni como abordar el asunto. 

¿Conclusiones? Ninguna. No las hay. Tan solo seguir hacia delante, aguantando a esas personas que dicen acaba decepcionadas de ti, cuando ellos no son capaces de entender que tú también tienes tus problemas y que ellos no fueron capaces de estar ahí, escuchándote, apoyándote, abrazándote cuando más lo necesitabas. En definitiva, no hay nada en claro que sacar de todo esto. Bueno sí, lo que ya sabíamos... que hay mucho falso, mucho hipócrita suelto, aquél que se escapó del saco donde a mi me metieron.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Dudas por errores.

Hay momentos, situaciones en las que ya no sabes como actuar. Ya no sé que decir exactamente, no sé como comportarme en según que situaciones, no sé si hago lo correcto o no hago más que equivocarme continuamente. No lo sé...

Y me gustaría saberlo, la verdad me encantaría. Querría entender porque las cosas suceden de esta manera, porque así. Quisiera entender cuales han sido mis mayores errores, quisiera ver el punto exacto en el que me he equivocado y como ha sido. Porque si algo tengo claro es que he cometido errores... Sin embargo, en según que situaciones he sabido rectificar. Pero no siempre ha sido así. 

Hay veces que tomamos la decisión que creemos más acertada. Hay días que creemos que estamos haciendo lo mejor, por nosotros mismos y por los demás. Pero los días pasan, abrimos los ojos y nos damos cuenta que quizás esa decisión no ha sido la mejor. Otro error más para la lista. 

Entonces, cuando vemos que nuestra lista no hace más que tener errores, errores y más errores, en ese momento nos asaltan mil dudas. ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué todo es tan difícil, tan complicado? No lo entiendo. 

¡Errores! Errores que nos hacen dar vueltas y más vueltas, errores que nos complican la vida, que nos hacen pensar una y otra vez en lo mismo. Y es por esos errores del pasado, que en un momento dado no sabemos como actuar, no sabemos que decir ni que pensar. Y aun así, nos seguimos equivocando. Aun así me sigo equivocando. 

Es que tampoco sé que hacer. Las dudas me asaltan, un sin fin de preguntas como quien tiene que rellenar un cuestionario, un sin fin de ellas. Entonces, al estar llena de dudas, de preguntas sin respuesta me doy cuenta que ya no me apetece nada. No tengo ganas de salir, no quiero ir a divertirme, sencillamente porque ya no me siento cómoda, ya no soy yo misma. Ni siquiera una tarde con la mejor de las personas arreglaría las cosas. 

Al final va a ser cierto, y el dicho que dice solo sé que no sé nada debería aplicarlo. Porque ahora mismo es lo que pasa. Ahora mismo es como estoy. Cometo errores, no soy perfecta, tampoco quiero serlo. Sólo quiero dejar de cuestionarlo todo. 

jueves, 16 de mayo de 2013

Siendo felices.

No puedo dejar de pensar en ti. No puedo dejar de pensar en esas noches llenas de pasión, de ternura, calor y amor. Noches de locura, noches que nunca olvidaré porque están llenas de recuerdos, de secretos.

Esas noches en las que solo existíamos tú y yo. Noches en las que solo existimos tú y yo. Donde paseamos de la mano por las calles de la ciudad, donde vamos jugando entre nosotros, picándonos, sonriendo y disfrutando de esa brisa marina que nos proporciona la mar. 

Tomar un helado mientras caminamos juntos por nuestro paseo marítimo preferido. Y al final, al final me doy cuenta de que el helado se ha ido derritiendo poco a poco... Estoy tan absorta. No puedo parar de mirarte. Tus ojos brillantes, esos que no tienen que envidiar a la luna. Tus rojos labios, tus carnosos labios... Esos que no puedo parar de besar un instante, que no dejo de besar y mordisquear porque me transmiten esa paz que necesito y anhelo cuando no te tengo a mi lado. 

Y noches no tan calurosas. Noches frías donde me rodeas con tu brazo, me acaricias mi hombro desnudo, y me sonríes. ¡Cómo me encanta tu sonrisa! ¡Me vuelve loca! Y tus brazos cuando me rodean, cuando me cogen por la cintura, cuando me acarician, cuando pasas tu dedo sutilmente por mi frágil piel. Me estremeces. 

Sonreímos. Nos contamos mil y un secretos, anécdotas, todo aquello que nos ha pasado en el día a día, las pequeñas tonterías, los percances que hemos llegado a tener. Y entre medio de las explicaciones, entre medio de las risas... besos, besos y ¡más besos!

¡Somos felices! Quizás tengamos nuestros piques, nuestros rifirrafes, nuestros pequeños problemas, pero nada que no se arregle con una buena charla mientras paseamos a la orilla del mar. O mientras tomamos un suave café en nuestro rincón preferido, o mientras miramos las estrellas en aquel bonito mirador. 

Pasar tiempo contigo, estar a tu lado es algo que no cambio ni por todo el oro del mundo. Ya no es solo por el hecho de que me haces feliz, ya no es solo porque soy feliz a tu lado, sino porque me quieres, me amas, me enseñas a crecer día a día como persona, como mujer. A tu lado he madurado, he aprendido a levantarme, a esforzarme, a luchar, a valerme por mi misma, a soñar, a amar. Estar a tu lado, tenerte a mi lado es algo muy valioso. 

Estar tumbados en la cama, sin hacer nada, sin decir nada... Tan solo escuchando nuestro propio silencio, tan solo escuchando los extraños ruidos de la ciudad, de nuestra ciudad. Pero, ya no son solo las noches que pasamos juntos, son los días, las tardes... Las mañanas desayunando contigo, días en los que apareces en mi puerta con un pequeño desayuno, y decidimos ir al parque. Mañanas en que eres capaz de acompañarme a la estación de tren, para yo llegar sana, para pasar cinco minutos conmigo antes de empezar la rutina, antes de volver a la normalidad. 

En fin, mañanas, tardes, noches, días enteros siendo felices.

miércoles, 15 de mayo de 2013

¡AMIGOS!

Nos encontraremos muchos tipos de personas diferentes. Altos, bajos, flacos, y no tan flacos, grandes y pequeños. Y seremos nosotros quien escojamos a aquellos que formen parte de nuestra vida, de nuestro día a día.  Aquellos que tengan un lugar privilegiado en nuestro corazón, porque para nosotros son importantes. 

Solemos ser selectivos. También depende de como seamos nosotros como personas. Ahora bien, siempre hay algo en lo que nos fijamos, algo que tenemos presente a la hora de escoger un amigo... que tenga un gran corazón. 

Amigos, amigas que te saquen una sonrisa en los peores momentos, y en los mejores que te hagan reír a más no poder. Amigos que no les cueste nada llamarte si así lo necesitas, oque te escuchen cuando sea necesario. Amigos sinceros, amigos realistas, objetivos, optimistas. En definitiva, amigos. 

Y tendremos muchos tipos de amigos, pero todos ellos, aquellos que de verdad te aprecien reunirán las características que antes he mencionado. Y dentro de ese grupo de amigos encontraremos a esos amigos divertidos pero a la vez un poco insípidos. Algo que se contradice totalmente pero es así. 

Son personas, que bueno por su manera de ser no son tan dicharacheros o salados como nos gustaría pero que a su vez nos alegran, y nos divierten. Son amigos, y eso es algo a tener en cuenta. Amigos serios a los que no les cuesta nada sonreírte si así lo necesitas. Son amigos más cerrados, en el sentido que quizás no confían a la primera de cambio, debes darles tiempo y que entren en confianza... 

Eso sí, créeme, una vez que hay una confianza asegurada has ganado un gran amigo. Porque que sea insípido, o mejor dicho, soso... No significa que no vaya a estar ahí para divertirse contigo. ¡Al contrario! Creo que son los primeros en estarlo. Eso sí, a veces me encantaría que respondieran los mensajes con un poco más de alegría, y dejando de ser tan... ¿sosos? Sí, es una forma de decirlo. 

En fin, que aun así... Son amigos, amigos de verdad. Amigos que a pesar de ser serios, son alegres, divertidos. Amigos que te ayudaran siempre que lo necesites, que estarán a tu lado, que te apoyarán y escucharán. Por otro lado, no intentes que te respondan los mensajes con algo más de alegría... Yo lo he intentado muchas veces... ¡Y no hay manera!  

PD: Va para ti. Aunque no te lo mereces. 

martes, 14 de mayo de 2013

Un cojo.

Se coge antes a un mentiroso que a un cojo. 

Falsedades e hipocresías, en esta vida hay muchas. Pues sí, es verdad. En esta vida nos encontraremos de todo, y entre esas personas, como no, nos encontraremos a los cojos y a los mentiros. 

Hay gente que miente por necesidad. No es un pecado, ni delito mentir, siempre que dicha mentira sea piadosa, pequeña. De esas que quizás al enterarte de la verdad te pueden llegar a causar gracia. Pero no todas son así... 

Es más, la gran mayoría de ellas son aquellas que hieren, que duelen, que se quedan gravadas en tu mente, en tu corazón, aquellas difíciles de perdonar. Son esas que en el momento que las descubres, te das cuenta que no ha sido una simple mentira, sino que te das cuenta que toda tu relación con ese o esa mentirosa ha sido una gran mentira y de las peores. 

Te das cuenta de la gran mentira que has vivido. ¿Y qué haces? Agachar la cabeza, reflexionar dos segundos, mirar a esa persona y decirle; se acabó. Porqué has visto como esa persona te ha ido mintiendo. Él solito ha entrado en una espiral de contradicciones. 

Nada de lo que dice tiene sentido. Un día nos dice una cosa cualquiera, pero al siguiente lo está negando todo. Entonces, decimos: ¡te pillé! Porque sí, se pilla antes a un mentiroso que un cojo. Irónico ¿verdad? Porque a los cojos debería ser más fácil pillarlos, atraparlos. 

Pues resulta que no, que antes cogemos a un mentiroso. Y no porque no sepa mentir, que también, sino porque demasiadas mentiras cuenta y no somos tan tontos como aparentamos. Pero ya no es tiempo de decepciones. Hay gente que miente demasiado, y claro, la verdad se acaba asomando. 

Pero ya estamos acostumbrados. El mundo está lleno de mentirosos, de falsos que no tienen nada que hacer con su vida más que inventarse historias. Cuentos los cuales pueden acabar haciendo daño. Pero ya no nos decepcionan según que mentiras. No lo hacen. 

Pero, hay otras que quizás sí. Y son esas mentiras las que nos hacen desear que pudiéramos cazar antes al cojo y no al mentiroso. Pero bueno, en el mundo hay mucha hipocresía y tan solo podemos hacer una cosa... Lidiar con ella, lidiar con ellos. Con aquellos que se levantan cada día diciendo que lo mejor que van a hacer hoy es mentir. 

¡Por qué tú lo digas!

Despejo mi mente, cierro los ojos y dejo que todos mis pensamientos, buenos o malos, desaparezcan, se disipen. De esta manera, solo así consigo tranquilizarme y no derrumbarme. 

Porque últimamente no hago más que caerme, que derrumbarme, que tropezar una y otra vez con la misma piedra... En fin, que no hago más que llorar. Al igual que un borracho ahoga sus penas en whisky, al igual que un joven problemático lo hace en las drogas, yo lo hago escribiendo.

Escribo, escribo y reescribo mis penas. Penas que ahogo en un trozo de papel ya gastado, ya arrugado. Penas borradas por la tinta mezclada con lágrimas. Penas que se van mezclando y confundiendo igual que se mezclan mis lágrimas y la azul tinta de este viejo bolígrafo. Y ya no solo es un papel gastado y arrugado, lleno de mil pensamientos... Ahora está mojado, lleno de pequeñas gotas  que han caído de mis ojos. 

He de refrescarme. Tanto llorar y tanto escribir no es bueno. Corro hacia el magnífico espejo de ese anticuado baño, corro antes de que alguien me vea y se preocupe. No hay tiempo. No puedo dejar que mis lágrimas se confundan con el agua de ese baño caliente que me daría ahora mismo. Pero, no ha tiempo. Además, mis lágrimas ya se han confundido bastante. 

Me refresco la cara, borro mis últimas lágrimas y me miro... Miro el espejo una y otra vez, y en él reflejada me veo. Me miro y me pregunto una y otra vez ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está esa pequeña niña risueña que tanto le gustaba sonreír? ¿Dónde?

Me doy cuenta que busco las respuestas en el lugar equivocado. El espejo no me las dará. Soy yo misma, buscando en mi misma, quien ha de encontrar las respuestas. Y tan solo encuentro una.

Los hechos hieren, las palabras también. Y es que todo lo que me has dicho me ha hecho daño. Te ganaste mi confianza y yo la tuya. Confiamos la una en la otra. Hasta que un día sin saber como cambiaste de parecer, traicionándome, decepcionándome. 

Acabaste con todo y tan solo por decirme que todo había cambiado, que yo no te había sabido valorar. ¿Qué no te había valorado? ¿Qué no? ¿Qué yo había cambiado? ¿Que yo me estaba cerrando en banda? ¡Por qué tú lo digas! 

Lo siento, pero no es así. Aunque tampoco lo siento mucho, la verdad. ¿Sabes qué es lo que verdaderamente te pasa? Que yo estaba empezando a ser feliz, que yo estaba rehaciendo mi vida. Y tú al no conseguirlo, te morías por dentro. De envidia, quiero decir. 

Entonces, quisiste arruinar mi vida, mi felicidad. Pensaste que así las dos seríamos unas desgraciadas que nos apoyaríamos la una a la otra. Pero... ¿qué clase de amiga eres? Nunca te alegraste por mí, nunca confiaste en mí. En el sentido que nunca me apoyaste en mis proyectos, en aquello que tanto deseaba, te reías. Como cuando empecé con este blog. 

Por eso, por eso busqué el apoyo en otro lado. Por eso, encontré personas que verdaderamente me apoyaron, y me apoyan, que no se ríen de mí, ni de mis sueños. Y eso, eso es algo que a ti te molestó porque tú nunca lo conseguiste.

Porque son ellos quienes me brindan su apoyo, su calor y no permiten que me siga derrumbando por personas como tú. Porque ellos sí que son verdaderas amistades. ¿Y tú dices ser una buena amiga? ¡Ja! ¡Por qué tú lo digas! 

lunes, 13 de mayo de 2013

Debería.

Hay dos tipos de personas: aquellas que gritan, aquellas que callan. 

Por una vez, tan solo por una vez en mi vida debería ser egoísta. Sí, por una vez debería pensar en mi misma, en aquello que es mejor para mí, en conseguir mi felicidad. 

Durante mucho tiempo, he pensado en los demás antes que en mí, he ante puesto mi vida, mis problemas, mi tiempo a el de los demás. Quiero decir, hay momentos de mi vida en los que antes me ha importado la felicidad de mis amigos a la mía propia, que antes de pensar en darme un capricho, un pequeño lujo, he pensado que los demás se lo merecían antes que yo. 

Por eso, debería empezar a darme ese pequeño capricho que tantas veces me he querido dar, debería apagar mi teléfono y no aceptar ninguna llamada... Y cuando digo ninguna es ninguna. Porque, lo siento, pero yo también tengo mis problemas, yo también tengo mi vida... Y sin embargo, en todo momento he sacado tiempo para esas personas que me han necesitado. 

¿Todo para qué? ¿Para qué me den de lado? Quiero decir, de tan buena he llegado a ser tonta. En todo momento he estado ahí presente... Ayudando a quien lo ha necesitado, descolgando el teléfono cada vez que me llaman para contarme sus problemas amorosos, aconsejando de la mejor forma posible, dejando que lloren en mi hombro si así lo necesitan. He estado ahí. Y todo para nada. 

Al final, al final he acabado perdiendo yo. Al final, después de tanto dar poco he recibido, tan solo un estúpido ataque de celos. Sí, como lo lees, celos. Crees que te estoy dando de lado, que te estoy dejando atrás, que ya no me importas, y todo porque no solo te tengo a ti... 

Date cuenta de algo, yo no estoy cometiendo ningún error. Yo sigo estando ahí a tu lado, a pesar de todo, sigo estando a tu lado para todo lo que me necesites, sigo estando presente. Te he ayudado, aconsejado, te he dado mi mano, mi hombro e incluso mi brazo. A veces llego a creer que te has aprovechado de mí. 

Parece que todo esto no tiene sentido ¿verdad? Pues bien, es muy sencillo. Siempre he sido yo quien ha callado, siempre he sido yo quien ha dado su brazo a torcer, he sido yo quien por encima de todo ha puesto a sus amistades, quien ha valorado mucho más a sus amistades que a si misma. Siempre he ocultado mis lágrimas, he ocultado mis problemas, he puesto mi mejor sonrisa y he escuchado los problemas de los demás. ¿Lo irónico de todo esto? ¡Qué me digan que yo no soy la única que tiene problemas! 

Vamos, que ahora soy yo quien queda como la egoísta del cuento. Y quizás, debería aplicarme ese cuento y ser egoísta. Pensar en mí, en lo que es mejor para mí y no para los demás. Quizás debería dejar de callar y gritar. Debería dejar de ser ese tipo de personas que callan, que no dicen nada, que siempre están ahí, que acaban siendo estúpidas. Por una vez, debería ser yo la mala, aquella que piense en si misma, que intente buscar aquello que me aporte la mayor felicidad a mí y no a los demás, aquella que grite. 

Eso sí, a pesar de gritar, de ser egoísta, no dejaré de lado las personas que verdaderamente valen la pena y a las que seguiré interponiendo pase lo que pase y pese lo que pese. Esas personas que piensan en mí y en mi felicidad. Debería ser así ¿no?

jueves, 9 de mayo de 2013

Fuimos.

Durante mucho tiempo fuimos de la mano, durante mucho tiempo fuimos amigas, hermanas, confidentes. Yo lo sabía todo de ti y tú lo sabías todo de mí.

Sabías ver mis tristezas, mis alegrías, mis problemas, mis mentiras, lo sabías ver todo. Tan solo hacía falta un simple vistazo para que vieras si estaba mal o si estaba bien. Tan solo, una mirada. 

Y era esa misma mirada la que me mataba. Y me mataba porque tan solo verte, tan solo ver como te acercabas a mi lado, si en ese momento yo estaba mal, me derrumbaba. Y tan solo un abrazo tuyo era el que me ayudaba, el que me daba fuerzas para continuar adelante, para seguir avanzando en esta vida, en esta lucha, tan solo tus abrazos conseguían eso. 

Tus palabras me alentaban a continuar. Un simple te quiero susurrado de tus labios en mi oreja conseguían que yo me crecería, que yo me creyera capaz de todo, incluso de conquistar el mundo. ¡Incluso de eso! 

Pero, de repente, yo dejé de saber de ti, y tú de mí. Ya no éramos capaces ni de notar las mínimas tristezas. Y los abrazos ya no servían para nada. Eran abrazos fríos, faltos de amor, de cariño. No eran cálidos y agradables, a veces ni siquiera quería que me los dieras. Así fue, así pasó.

Bueno, la verdad no sé exactamente como pasó. No sé quien se equivocó, quien cometió el peor de los errores, no sé si fui yo o si fuiste tú. Pero es es lo de menos. La cuestión, llegados a este punto es que nos distanciamos. 

Toda esa amistad que había empezado con un simple hola, ahora se iba derrumbando. Sí. Cada día que pasaba, se caía un pequeño trozo de nuestro edificio. Así, hasta que ya no quedaba nada de él. Pero claro, quizás se derrumbó porque no empezamos por los cimientos, porque decidimos empezar por el tejado. Grave error.

Nuestra amistad, en un principio, creo que se creó a base de mentiras, de falsedades e hipocresías. Pero, no se entiende ¿verdad? No se entiende, el hecho que unas cuantas lineas más arriba haya dicho que éramos como hermanas, y ahora diga que todo fue una gran mentira. El problema es que hasta ahora, hasta este momento en el que estoy escribiendo, hasta en este momento en el que no hago más que llorar recordando todo lo bueno y lo malo, no me he dado cuenta. No me he dado cuenta de que todo fue una gran mentira.

No hay marcha atrás. Todo ha pasado por algo. Y ahora solo me queda llorar. Derramar lágrimas hasta cansarme, hasta que diga basta, hasta que consiga superarlo. Porque las lágrimas acabarán cesando. Y esto lo acabaré superando. 

Quizás no vayamos más de la mano, y quizás sea mejor así. Quizás no todo haya sido mentiras e hipocresías, falsedades, faltas de respeto, quizás no todo fue así... Y quizás por eso, intentaré guardar esos pequeños momentos verdaderos y sentidos dentro de mí...

Recordar que quizás hubo un día en el que esos abrazos fueron cálidos, y nunca falsos. Recordar que quizás ese te quiero susurrado sí fue sentido. Y que no fue fruto de una gran mentira. Recordar que un día hubo algo, y que si ya no lo hay es porque quizás no merece la pena. 

Quizás las lágrimas no solucionen nada, y como tú tantas veces me dijiste hay que mantenerse en pie pase lo que pase, pese a quien le pese. Pero, a pesar de no ser una solución, a veces es lo mejor, desahogarse, para después secarse esa última lágrima y decir que se acabó. Que lo pasado pasado está, y que ahora hay que comerse el mundo. 

sábado, 4 de mayo de 2013

Piedras y paredes.

En muchos momentos de nuestra vida, en muchos, nos derrumbamos, tropezamos y caemos. Por eso, en ese momento, en el momento en que caemos, creemos que lo mejor es tirar la toalla. 

Abandonar "nuestros sueños", todo aquello por lo que estábamos luchando. Y tan solo por haber caído y por haber tropezado... Lo que da de si una simple piedra ¿verdad?

Pero quizás no es una simple piedra... Quizás es el hecho que hemos tropezado una y otra vez con la misma piedra. Nos hemos levantado una, dos, tres, cuatro, cinco veces... Día tras día nos hemos levantado, hemos apartado y superado esa piedra, o eso creíamos. Porque un buen día, después de tantos tropiezos, después de intentar superar una y  mil veces la misma piedra, después de tanto luchar y no ver recompensa, nos damos cuenta de que ya estamos demasiado cansados, que ya hemos hecho suficiente y que no ha habido recompensa alguna. 

Esa piedra cada vez se ha ido haciendo más grande. El hecho de no acabar de superarla nunca ha conseguido que empiece a creer que lo mejor es tirar la toalla. Y esa piedra ha ido creciendo, hasta el punto en el que se ha convertido en un muro difícil de traspasar, de saltar, de escalar y sobrepasar. Es difícil. Entonces, decides que lo mejor es abandonar. No luchar contra las adversidades. 

Las adversidades han de ser superadas. Habremos tropezado muchas veces, nos habremos caído mil veces, demasiadas quizás. Sin embargo, hemos de seguir adelante, levantarnos, pisar fuerte y decir: puedo conseguirlo. Porque sí caeremos muchas veces, quizás la caída será más fuerte y dolorosa, pero no podemos abandonar. No.

Seguir adelante, patear las piedras, cojerlas y tirarlas al mar, lo más lejos, lo más hondo. Luchar aunque creas que no puedas, sigue estando ahí, sigue estando al pie del cañón. Cree en ti misma, y al final acabarás consiguiendo aquello que tanto te habías propuesto. 

Con tranquilidad, sin prisa pero sin pausa, calmadamente, pero nunca dejes que la toalla caiga al suelo, no lo permitas. En muchos momentos creerás que no habrá recompensa, que de nada valdrá todo lo que hagas, pero tranquila... vale la pena. 

No crees un muro, o mejor dicho, no dejes que ese muro se cree, no lo hagas. Y si alguna vez ves un muro frente tuyo, sáltalo, derríbalo, destrúyelo. Lo que haga falta, pero no abandones. 

miércoles, 1 de mayo de 2013

Al final, piezas.

Si cada vez que me escapo, vuelvo corriendo a tu lado...
Al final...
(Al final, Pignoise)

Escapar. Escapar de todo. Escapar de los problemas, de los malos días, de las mentiras y falsedades, de la hipocresía del día a día, y por supuesto escapar de ti. En fin... escapar. 

Salir corriendo, alejarme de todo aquello que hoy nada más que me provoca lágrimas, que tan solo me hace llorar. Huir. Es la respuesta más fácil, la respuesta más sencilla. Ver un problema y correr en dirección contraria él, alejándose. Creemos que todo lo malo desaparecerá. Creemos que no  enfrentándonos a ellos, creemos que huyendo, al final todo acabará. Todo lo malo, todo aquello de lo que queremos huir. 

Pero, debes saber algo: cuando decidas volver, todo seguirá tal y como lo dejaste. Sin embargo, yo soy la primera que decide huir, la primera que decide escapar. Soy yo quien, nada más verte, corre en dirección opuesta a ti. Quizás por miedo, o quizás por el hecho de estar cansada. Sin embargo, a diferencia de lo que dice la canción, yo no quiero recompensarte por nada, no he de hacerlo. No fui yo quien traicionó la confianza de la persona a la cual quería, no fui yo... 

Pero, cada vez que huyo, cada vez que escapo de todo y todos, acabo dando un paso atrás. Retrocedo, y decido volver a refugiarme en tus brazos, decido correr a tu lado. La verdad, no sé exactamente porque lo hago. Porque, a pesar de que al final decido volver a tu lado, los problemas siguen estando ahí, y el hecho de refugiarme en ellos no significa que los malos recuerdos se hayan borrado. 

Por eso, sé que he de cambiar, sé que es el momento de poner punto y final a  esto... Porque sé que... 


Y es así, el cajón de los malos recuerdos quedará vacío en cuanto ponga punto y final a todo. Reconstruiré mi vida, las piezas de mi puzzle volverán a encajar. No puedo, no podemos seguir malgastando el tiempo, no podemos quedarnos anclados en el pasado, estar en el mismo escalón. 

Hemos de buscar la felicidad, encontrarla, esa que esta a la vuelta de la esquina. Borrar los malos recuerdos y que tan solo permanezcan los buenos. Y si todas las piezas encajan, acabaremos encontrando esa felicidad que tanto anhelamos. Y al final, volveremos a refugiarnos... 

Porque, al final, me doy cuenta que tan solo huyo para encontrar la verdadera felicidad, para borrar el dolor, el pasado. Para que tan solo quede como un recuerdo, como una experiencia de la cual seguramente hemos aprendido una valiosa lección. Y al final, volver a refugiarnos. Pero esta vez, en los brazos de esa persona que ha ocupado la pieza final de nuestro particular puzzle. 

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...