miércoles, 22 de noviembre de 2017

Si de tragos se tratase...


Otro día más, otro trago amargo y un corte más de alas; las mías propias. Mis decisiones basadas en terceras opiniones, en los comentarios de todo aquél que te rodea, que te importa. Uno deja de hacer lo que quiera, lo que desea por complacer a los demás, dejando así que un poquito de esa felicidad del día se vaya por el desagüe. 

Opiniones, pensamientos y comentarios que se convierten en el pan de cada día, en los malos momentos de todas las noches. Te rondan la cabeza, dejas que te afecten y todo ¿para qué? Si al final, los demás no le dan la misma importancia que tú eres capaz de darle. Siguen hablando, pidiendo, diciendo... 

Piensas en la felicidad de los demás, dejando de lado la tuya propia o bien tus propios sueños. No eres capaz de ser egoísta, de relajarte y centrarte en ti misma. Das otro trago pensando que así dejarás tu mente en blanco, los problemas y los embrollos desaparecerán. Otro vaso y siguen ahí. 

Otro muro que cae, otra bebida más y un gin tonic cargadito de desconfianza, de inseguridades. Muchos se toman la vida a la ligera y también sus palabras. Tienen una imagen preconcebida de ti, sin verdaderamente saber nada. Te ponen etiquetas y crees que por contar un par de cosas ya eres de una manera estipulada. 

¿Y si no soy así? Quizás no me siento identificada con ninguna de las etiquetas puestas en mi espalda, a lo mejor no creo que esas características me definan en mi día a día, ni que sea del todo justificable. Seguimos bebiendo y muchos dirán que esto del alcohol no es bueno. Y otra etiqueta que se añade en nuestro saco de falsas descripciones. 

Intentan cambiarte, mejorarte como persona (o eso se creen) y dar consejos de sabio. Es cierto, hay veces que las verdades duelen y muchas otras no queremos ni escucharlas. Damos pasos en falso, nos movemos llevados por los vuelos altos de otros. ¿Cuándo arrancaremos nuestro propio vuelo? Volamos demasiado bajo. 

Falsas esperanzas que nos creamos por no ver lo malo de los demás, creer en nuestra propia ingenuidad solo por tener un poco más de esperanza, por pensar que el tijeretazo de alas no será para nosotros, sino para otros, para aquellos que no tengan sueños, ni objetivos. 

El vaso ya está vacío, y todos siguen creyendo que es fácil seguir consejos, que uno no lo ha intentado lo suficiente, que no ha pensado en dar un giro a las cosas, pero no es tarea fácil. Predican, se creen oradores en base a las ideas percibidas según un par de comentarios hechos en tiempos afortunados o desafortunados. 

¿Y si me apetece beber o tan solo volar a mi aire? Seguramente habrá otra marca más escrita en nuestra frente, en nuestra espalda. Otra crítica que se suma a las tantas hechas, a los cambios que quieren obligarte a plantear en tu vida. Debemos seguir siendo como somos, sin dar explicaciones, ni intentar justificarnos ante aquellos que no indagan más allá de un par de conversaciones bobas. 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Es lo que hay.

Es lo que hay. Ponemos todas las cartas sobre la mesa, esparcimos miles de fotos, dejamos entrever las notas escritas en noches en vela y otras de borrachera. Salen a la luz los remordimientos, los reproches, las críticas, el querer ser y no poder, el no cambiar por más que otros lo quieran. 

Dejamos que otros hablen, opinen, decidan. Si quieren empujarte hacia el abismo, tirarte desde lo más alto de un puente, seríamos capaces de hacerlo. Reglas estipuladas y normas que te acaban imponiendo. Quieren que las acatemos, aunque suelan decir que es por nuestro bien. 

No toman en cuenta lo que sueles decir entre susurros, lo que tu mirada habla, pero tus labios callan. Hoy dicen quererte, mañana preocuparse por ti y pasado tan solo quieren que seas una sombra a la que poder manipular. No todos son así, pero nadie entiende tus motivos. 

Y los comentarios se acumulan a la par que el número de inseguridades crece. No sé cuantas veces me he mirado ya en el espejo, no sé cuanta veces lo he pensado. Ya no somos dos chiquillos, pero nuestros pensamientos rondan y en más de una ocasión nos juegan malas pasadas. 

Nadie lo sabe y es que muchas veces ocultamos la peor de nuestras facetas. Empezamos a marear la perdiz, a dar un rodeo evitando miles de temas, y otras tantas situaciones. Hablar sin pelos en la lengua y pensar que no nos va afectar, seguir yendo cuesta abajo y pensar que no tiene fin. 

Nada, déjalo, son estupideces ¿verdad? El abismo no puede ser infinito, el puente llega a su fin. Los malos momentos, los defectos nos carcomen, nos hacen mirarnos de otra manera, nos obliga a esconder la sonrisa, a callar lo que pensamos. Dicen saber, pero no lo entienden. Tal vez hay que dar más tiempo. 

La mirada se apaga y por no cometer otro error más dejamos de decidir por nosotros mismos, dejamos de dar pasos firmes, de levantar la cabeza. Mostramos las cartas demasiado rápido y ahora nos vamos quemando. No sabes a quien acudir, ni quien no te tomará como ingenua, como estúpida. 

Quizás deberíamos cambiar nuestras propias reglas, nuestras convicciones, nuestros muros deberían ser diferentes. A lo mejor soy yo quien debe cambiar, dar un giro en mi propia vida. No lo sé, y las preguntas aumentan y pocas respuestas se obtienen, nadie responde. 

Y esto es lo que hay. Personas diferentes. Cambios de humor, carácter terco, demasiado testarudo. Quizás demasiados ingenuos, y con un poco de miedo. Otros días tenemos más energía y otras tantas veces nos escondemos pensando en todo el rato que hemos pasado frente al espejo o frente a la mesa mirando las fotos, las cartas y los pensamientos. 

Seguimos buscando respuestas. Perdemos la confianza en nosotros mismos, abandonamos el terreno de juego, las falsas esperanzas que poníamos en nosotros, en lo que creíamos que podíamos hacer. Perdemos una parte de nosotros y sin querer te acaban pisoteando un poco más. 

viernes, 3 de noviembre de 2017

Si de bebidas se trata...

Café humeante, vino blanco y té rojo. Copa en mano y sonrisa en labios. Miradas iluminadas y otras avergonzadas. Dos personas frente a frente, sin nada de por medio que intentan conocerse, saber lo que les asusta, descubrir inquietudes, los misterios que se esconden tras los muros. Sorbo de vino y mejillas sonrojadas, café caliente y un agridulce sabor en la boca, té rojo y labios que apetecen. 

Chocolate blanco, chocolate negro, sabores que apetecen y placeres por los que dejarse llevar. Secretos al oído que se cuentan entre besos, entre carcajadas y suave toque de dedos. Momentos de silencio, la calma que nos envuelve, y tan solo el escuchar el pausado ritmo de nuestras respiraciones al compás. Seguimos en esta mesa, esperando respuestas, haciendo preguntas... 

Jugando como dos niños pequeños, queriendo saber; pero sin querer sobrepasar límites, charlar y dejarnos llevar por los sentimientos, por los nervios, e incluso por esos pensamientos estúpidos que de vez en cuando nos inundan. Quizás alguien los escuche y tan solo se ría contigo. Seguir viviendo en esta loca montaña rusa llamada vida. 

Tal vez seamos capaces de fundirnos en un único río, personas llevadas por la corriente, que buscan algo más que una simple rutina. A lo mejor, al final del día, seguimos caminos paralelos y distintos, pero si no lo intentamos, si no nos sumergimos en aventuras ¿cómo seremos capaces de saber lo que nos podría llegar a suceder? 

Y es que creo que la vida está llena de grandes momentos, de aventuras sin fin, de experiencias descabelladas, de locuras sin límite, de personas de gran corazón, de no buscar y al final encontrar en los sitios menos esperados. Se trata de vivir, sentir, reír y llorar sin fin, de conocer, emocionarte, decepcionarte y seguir riendo. 

Un globo rojo, un parque de atracciones y sigamos por la ruta de montañas rusas, de tiovivos, de algodón de azúcar y un buen chocolate caliente. Seguir encontrándonos por caminos dispares, fundiéndonos en mares y océanos, dejar que el viento sople y que sigamos su corriente. 

Regalar anillos, cartas, bombones, dulces y ¿por qué no? Un poco de cerveza también. Y que resuene el tintineo de copas, que resuenen las carcajadas, que no te callen, que no te corten las alas. Seguir enamorándote, escribiendo, bebiendo y pensar que no eres capaz de escoger entre un café humeante, el vino blanco, el té rojo o el más dulce de los chocolates. 

Y luego pensar; te escojo a ti. 

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...