viernes, 3 de noviembre de 2017

Si de bebidas se trata...

Café humeante, vino blanco y té rojo. Copa en mano y sonrisa en labios. Miradas iluminadas y otras avergonzadas. Dos personas frente a frente, sin nada de por medio que intentan conocerse, saber lo que les asusta, descubrir inquietudes, los misterios que se esconden tras los muros. Sorbo de vino y mejillas sonrojadas, café caliente y un agridulce sabor en la boca, té rojo y labios que apetecen. 

Chocolate blanco, chocolate negro, sabores que apetecen y placeres por los que dejarse llevar. Secretos al oído que se cuentan entre besos, entre carcajadas y suave toque de dedos. Momentos de silencio, la calma que nos envuelve, y tan solo el escuchar el pausado ritmo de nuestras respiraciones al compás. Seguimos en esta mesa, esperando respuestas, haciendo preguntas... 

Jugando como dos niños pequeños, queriendo saber; pero sin querer sobrepasar límites, charlar y dejarnos llevar por los sentimientos, por los nervios, e incluso por esos pensamientos estúpidos que de vez en cuando nos inundan. Quizás alguien los escuche y tan solo se ría contigo. Seguir viviendo en esta loca montaña rusa llamada vida. 

Tal vez seamos capaces de fundirnos en un único río, personas llevadas por la corriente, que buscan algo más que una simple rutina. A lo mejor, al final del día, seguimos caminos paralelos y distintos, pero si no lo intentamos, si no nos sumergimos en aventuras ¿cómo seremos capaces de saber lo que nos podría llegar a suceder? 

Y es que creo que la vida está llena de grandes momentos, de aventuras sin fin, de experiencias descabelladas, de locuras sin límite, de personas de gran corazón, de no buscar y al final encontrar en los sitios menos esperados. Se trata de vivir, sentir, reír y llorar sin fin, de conocer, emocionarte, decepcionarte y seguir riendo. 

Un globo rojo, un parque de atracciones y sigamos por la ruta de montañas rusas, de tiovivos, de algodón de azúcar y un buen chocolate caliente. Seguir encontrándonos por caminos dispares, fundiéndonos en mares y océanos, dejar que el viento sople y que sigamos su corriente. 

Regalar anillos, cartas, bombones, dulces y ¿por qué no? Un poco de cerveza también. Y que resuene el tintineo de copas, que resuenen las carcajadas, que no te callen, que no te corten las alas. Seguir enamorándote, escribiendo, bebiendo y pensar que no eres capaz de escoger entre un café humeante, el vino blanco, el té rojo o el más dulce de los chocolates. 

Y luego pensar; te escojo a ti. 

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