miércoles, 8 de noviembre de 2017

Es lo que hay.

Es lo que hay. Ponemos todas las cartas sobre la mesa, esparcimos miles de fotos, dejamos entrever las notas escritas en noches en vela y otras de borrachera. Salen a la luz los remordimientos, los reproches, las críticas, el querer ser y no poder, el no cambiar por más que otros lo quieran. 

Dejamos que otros hablen, opinen, decidan. Si quieren empujarte hacia el abismo, tirarte desde lo más alto de un puente, seríamos capaces de hacerlo. Reglas estipuladas y normas que te acaban imponiendo. Quieren que las acatemos, aunque suelan decir que es por nuestro bien. 

No toman en cuenta lo que sueles decir entre susurros, lo que tu mirada habla, pero tus labios callan. Hoy dicen quererte, mañana preocuparse por ti y pasado tan solo quieren que seas una sombra a la que poder manipular. No todos son así, pero nadie entiende tus motivos. 

Y los comentarios se acumulan a la par que el número de inseguridades crece. No sé cuantas veces me he mirado ya en el espejo, no sé cuanta veces lo he pensado. Ya no somos dos chiquillos, pero nuestros pensamientos rondan y en más de una ocasión nos juegan malas pasadas. 

Nadie lo sabe y es que muchas veces ocultamos la peor de nuestras facetas. Empezamos a marear la perdiz, a dar un rodeo evitando miles de temas, y otras tantas situaciones. Hablar sin pelos en la lengua y pensar que no nos va afectar, seguir yendo cuesta abajo y pensar que no tiene fin. 

Nada, déjalo, son estupideces ¿verdad? El abismo no puede ser infinito, el puente llega a su fin. Los malos momentos, los defectos nos carcomen, nos hacen mirarnos de otra manera, nos obliga a esconder la sonrisa, a callar lo que pensamos. Dicen saber, pero no lo entienden. Tal vez hay que dar más tiempo. 

La mirada se apaga y por no cometer otro error más dejamos de decidir por nosotros mismos, dejamos de dar pasos firmes, de levantar la cabeza. Mostramos las cartas demasiado rápido y ahora nos vamos quemando. No sabes a quien acudir, ni quien no te tomará como ingenua, como estúpida. 

Quizás deberíamos cambiar nuestras propias reglas, nuestras convicciones, nuestros muros deberían ser diferentes. A lo mejor soy yo quien debe cambiar, dar un giro en mi propia vida. No lo sé, y las preguntas aumentan y pocas respuestas se obtienen, nadie responde. 

Y esto es lo que hay. Personas diferentes. Cambios de humor, carácter terco, demasiado testarudo. Quizás demasiados ingenuos, y con un poco de miedo. Otros días tenemos más energía y otras tantas veces nos escondemos pensando en todo el rato que hemos pasado frente al espejo o frente a la mesa mirando las fotos, las cartas y los pensamientos. 

Seguimos buscando respuestas. Perdemos la confianza en nosotros mismos, abandonamos el terreno de juego, las falsas esperanzas que poníamos en nosotros, en lo que creíamos que podíamos hacer. Perdemos una parte de nosotros y sin querer te acaban pisoteando un poco más. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...