jueves, 27 de octubre de 2016

Puedo escribir.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
...
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
(Poema 20, Pablo Neruda)

Puedo escribir. Puedo diferenciar lo bueno y lo malo, escribir aquello que pasó ayer o tan solo plasmar lo que hoy pasa por mi mente. Puedo sentarme un largo rato frente a la pantalla, té en mano y miles de ideas. Puedo decir mil cosas y seguir sin decir nada en absoluto. Reírme de lo malo, dejar pasar el tiempo, quitarle importancia a según que asuntos. Puedo hacer tantas cosas, sentir, vivir tantas cosas. 

Puedo escribir para decirte que te quiero. Lo plasmo, quiero que todo el mundo se entere. Saber que no hay sitio en el que esconderse, ni sentimientos de los que avergonzarse. Gritarlo, ir por cada rincón recordándote que eres única y especial. Nadie puede hacerme sonreír como tú. Quizás son tus locuras, tus historias y aventuras, o tal vez el solo verte es lo que me alegra. 

Y si te das cuenta, en cada rincón hay un espejo, un elemento en el que reflejarte. Y es que te ves a ti misma, recuerdas lo que es el amor propio, el tener autoestima, el no derrumbarte. Te miras y piensas que eres perfecta así, sin más. Te miras para sonreír, y si ese día debes llorar tampoco lo escondes. 

Escribo para recordarte que no pierdas la inocencia. Sí, debemos madurar. Pero ¿por qué perder el niño que llevamos dentro? Ese pequeño componente infantil que se activa cuando vemos nuestro dulce preferido, o que nos hace lanzarnos a la aventura. El querer vestirte de princesa y llevar corona o bien luchar contra dragones y monstruos.  

Puedo escribir lo que deseo con todo mi ser. Hablar de sueños cumplidos y los que quedan por cumplir. Decirte que te extraño con cada fibra de mi ser y que eres tú y solo tú el sueño que me queda por cumplir.  Saber que te tengo al lado, oír tu suave respiración, el repique de tus uñas contra la vieja mesa de manera, el ver como aquél bolígrafo que te regalé se resbala por tus dedos... 


Saber tantas cosas y no poder hacer absolutamente nada. No puedo tocarte, ni regalarte una sonrisa. No te abrazo, ni te acaricio. Muchos hablan, inventan historias. Cuentan lo que quieren, aunque solo sean estúpidas habladurías. Saber que ya no somos capaces ni de compartir un café. 


Puedo escribir, decir que me he enamorado. Puedo seguir escribiendo mientras otros cuchichean, hablan, mienten. Escribo sin miedo, ni pudor. Quizás lo leas y pienses que es para ti. Quizás lo leas y no pensarás que te lo dedico, que quiero que sepas cosas que no me atrevo a decir. 


A lo mejor miento al decir que te quiero, al decir que me importas. Pero tal vez solo hace falta una mirada para entender lo que siento. Quizás las palabras no son suficientes, o no sean tan importantes. Escribo dándome cuenta de que mi mirada refleja mis sentimientos. 

jueves, 20 de octubre de 2016

Sentimientos.

Me siento torpe, no sé que me pasa 
Hago todo al revés 
(Sin saber por qué, Vanesa Martín)

El tiempo pasa, pero los sentimientos siguen intactos. Ahí de pie, esperando a ser liberados. Que el dolor y la rabia desaparezcan, que el amor por otros nazca. Sin embargo, todavía no es el momento. Los sentimientos se guardan en una pequeña caja, esperas a abrirla, o bien que alguien con un mínimo de curiosidad la abra por ti. 

Curiosidad por conocernos, por descubrirnos. Explorar nuestro ser, nuestra persona y forma de ser sin tener miedo a ser juzgados. Que te miren y crean que brillas, que hay algo en ti que es especial. 

¿Y si escribimos? ¿Planeamos nuestra historia? ¿Y si nos dejamos llevar? Pensar que encajas como una pieza perfecta de puzzle, para luego darte cuenta que no hay pieza perfecta, que lo que verdaderamente existe es la imperfección. 

Sentirte fuera de lugar, perdida y desconcertada. Estúpida e inútil por creer en la perfección de algo que nunca llega, que nunca llegará. Jugar con los sentimientos de uno pensando que se conseguirá algo, que ganarás una batalla ya perdida. Sentimientos que van y vienen. Y quizás hoy te quiero y mañana te olvido.

Risas de fondo que resuenan en tu cabeza. ¿Será que se ríen de ti? Desconfianza en todos aquellos que una vez dijeron "hola", que ayer dijeron "adiós". Voces que suspiran, que susurran, que no callan. No hay motivos para hacerlo. 

Voces que no reflejan nada; ni alegría, ni tristeza. Miradas en blanco, palabras no pronunciadas. Sentimientos escritos, reflejados entre apuntes universitarios, entre planes de trabajo. Ideas locas, planes por hacer que quieres que se cumplan, que nunca cumplimos. Será que somos cobardes.  

Inseguridades que se apoderan de ti, estupideces que te carcomen. De tan buena que eres, acaban tomándote el pelo. Lo sabes y no haces nada. No es fácil cambiar, aunque todos quieran que cambies. 

Ahora bien, una cosa es querer y otra creer. Porqué son muchos los que creen que el cambio es para mejor, mientras otros no le otorgan ni el beneficio de la duda. Tal vez sea porqué  quien quiere que cambies lo hace por beneficio propio. No por ningún otro motivo. Y si eso no se refleja a la corta, lo hace a la larga. 

Como aquella lista de deseos de nuevo año, como las mil motivaciones que te ayudan a continuar, creer que el cambio es uno de esos deseos. Sin embargo, no piensas en los sentimientos, en la rabia y en la desesperación. En aquello que hoy sientes. 

Serán sentimientos encontrados. Saber que te utilizan y dejarlo pasar. Callar. No hacer nada. ¿Para qué molestarme? Lo hago todo al revés. Lo que un día fue bueno, hoy no lo es tanto. Aquello que recuerdo, lo olvido. Y aquello que sentí, ahora no sirve de nada. 

lunes, 10 de octubre de 2016

No questions.

¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿A dónde voy? ¿Cuál es mi plan? ¿Tengo un plan? ¿Cómo me siento? ¿Tengo respuesta? Como siempre, aparecen miles de preguntas en nuestra cabeza, alguna de ellas con más sentido que otra. Cada día, da igual el tiempo que haga, no importa si es uno de esos días buenos o tienes un presagio y sabes que será malo; cada día tenemos millones de preguntas. Unas con respuesta fácil, otras no tanto. 

Las personas somos seres complicados. Hoy decimos blanco, mañana negro. Quizás dentro de tres días pensemos en rojo o verde. Da igual, la cuestión es que somos personas indecisas, personas inseguras. Y es por esto, y por otras mil razones que cometemos errores. 

Nos enfadamos, creemos tener la razón y no somos capaces de escuchar a aquellos que intentan hacernos entrar en razón. Somos tercos y egoístas. Lo primero por no escuchar a los demás, lo segundo por solo escucharnos a nosotros mismos. 

Nos sentimos traicionados, furiosos con los demás y con nosotros mismos. Parece que siempre seamos los verdugos de la película, mientras otros actúan como víctimas una y otra vez. No lo vemos con perspectiva, no somos objetivos. Pensamos con el corazón y a través del dolor. Los sentimientos guían todas nuestras acciones, todas las palabras dichas. 

Dejamos que la rabia nos consuma, se apodere de nuestro sentido común. No pienso cuando hablo, tan solo me libero del dolor, de las palabras que han ido y venido. Sí, lo sé: no debería dejar que se crease una bola, tarde o temprano explota y es peor. 

Nos convierten en los malos de la película cuando decidimos hablar. Ellos son los santos que nunca han hecho nada, jamás han roto un plato. Nada, absolutamente nada. Vives por y para ellos y nunca lo agradecen. Se sienten dolidos. ¿Y yo? ¿No tengo derecho a sentirme así? 

¡Pues claro que no! Una estúpida niña que tiene toda una vida por recorrer no tiene el tiempo para sentirse así. Vuelvo a repetirlo: todos somos seres con sentimientos. Si me corto, sé que sangraré y dolerá. Si me doy en el dedo pequeño del pie, estaré maldiciendo. Si las palabras te afectan, llegan a ti, pues estaré dolida. 

Son decepciones de diferentes personas que se acumulan a ti. Admito mi error, pido perdón. ¿Sirve de algo? Es en vano, ya lo he dicho: somos tercos. No aceptamos las disculpas de otros. No queremos escuchar, no queremos saber. Pido perdón por mis errores ¿y tú que haces? Seguir siendo víctima, sin entender que has sido verdugo. 

La frustración y la rabia están ahí, presentes. Gracias a estos sentimientos hay miles de preguntas por responder. Hoy son dudas, quizás mañana sean simples recuerdos de algo que sucedió, de algo imposible de arreglar. Uno da su brazo a torcer, pero uno se cansa de dar, dar y seguir dando. 

Uno se cansa de preguntar, de responder, de seguir en una espiral sin fin, sin comienzo. Entramos en ese círculo dando vueltas y vueltas. Vamos de puntillas, caminamos sigilosamente intentando evitar los obstáculos, los problemas, las discusiones y los errores. Sin embargo, quizás con el tiempo las respuestas vengan solas. Saber quién soy, qué quiero, a dónde voy, qué planes tengo -si es que los tengo-, cómo me siento son preguntas sin resolver, enterradas en el pasado. 

Uno las entierra por querer olvidar lo vivido, por no querer pensar en lo que sucedió, en lo vivido. No recordar las decepciones vividas en una época muy marcada, no querer saber nada de esas personas que formaron parte de nuestras preguntas, que nos ayudaron a cuestionarnos muchas cosas y nunca colaboraron con la respuesta. 

sábado, 8 de octubre de 2016

What would you do?

I'm free to be the greatest, I'm alive
I'm free to be the greatest here tonight, the greatest...
(Greatest, Sia feat. Kendrick Lamar)

¿Qué harías? ¿Eres de los que hacen lo que les dicta el corazón o la cabeza? A veces, aquello que piensa nuestra cabeza no es lo mismo que nuestro corazón. Conflicto de emociones. Aquello que pienso, digo y siento. Una batalla interna difícil de lidiar. Debe ser difícil. 

El pasillo por el que miles de personas caminan se vacía, mientras tú sigues ahí. Sentada, viendo como ya no queda nadie. Las luces se apagan, el silencio se apodera de todo rincón escondido. La música resuena, aun sin entender las palabras. Tus pensamientos rondan, dan vueltas, pero caen al vacío. Silencio, puro silencio.

Como si de una obra de teatro se tratase, las acotaciones lo marcan todo. Si dicen "calla", tú callas. Si debes dar un paso a la izquierda lo haces, y si no debes pensar, ni piensas en hacerlo. No te molestas en dejarte llevar por tus emociones, por aquello que tus sentimientos dicen. Eres un títere, una marioneta que es dictado y manipulado por otros. No sobresales, no destacas, no eres tú. 

Te has convertido en un ser diferente. El cambio no ha sido bueno. Y aquí estás: leyendo esto. Debatiéndote entre lo que sientes, quieres y deseas y aquello que yo pienso. No entiendes mi postura, te crees el centro de atención, el ombligo del mundo. No simpatizas, no sé quien eres. 

No es culpa tuya, al menos no al cien por cien. Claro está, no puedo exculparte. Sin embargo, sé que aquellos que te han rodeado han tenido una gran influencia en ti, en tus acciones, en los pasos dados. No eres valiente, ni capaz de tomar tus propias decisiones. No tomas las riendas de tu vida, de tu día a día. No rompes esas cuerdas que manipulan tu propia marioneta. 

No tienes instintos, ni palpitaciones por ti mismo. Haces lo que ellos dicen, lo que ellos piensan. Es como si llevases un pequeño pinganillo y repitieras literalmente aquellos que los otros te soplan. Son sus palabras, no las tuyas. Son sus acciones, y no verdaderamente las tuyas. Eres una copia barata de los demás. 

¿Nunca has dejado volar la imaginación? Piensa en todo lo que no has hecho por miedo, todo aquello que desearías hacer, las locuras a la que la vida te lleva. Imagina dejándote llevar, pensando que flotas entre suaves nubes. Caminando y pisando a paso firme, marcando y dictando tus pasos, tus acciones. 

¡Haz frente a la vida! No te quedes callado, ni solo en ese pasillo del que antes hablábamos. Ponte en pie. Grita, llora, ríe, sueña, vive. Intenta conseguir lo que quieras. Sal si quieres salir, diviértete, bebe, come, baila, canta. Es tu vida, no te conviertas en una marioneta. Ten personalidad. 

Te lo dice alguien que te quiere, alguien que quiere apoyarte. Mírate al espejo, piensa en ese mal hábito, intenta cambiarlo. Ten fuerza de voluntad. Piensa que todo esfuerzo se verá recompensado, que ninguna luchas es en vano. Recuerda: es tu vida. No es la de ellos. ¿Ellos? Esas personas que no son nadie. ¿Y tú? Tú sí que importas. 

Awakener.

I am not a teacher, but an awakener. 
(Robert Prost)

Hace unos días me preguntaron lo siguiente; Ana ¿cuál es, para ti, uno de los grandes placeres de la vida? La verdad, en ese momento no supe que responder. Nada era coherente, ni era una respuesta acorde con aquello preguntado. Sin embargo, le estuve dando vueltas, pensé en las miles de situaciones que he vivido, pensando en cual había sido mi gran placer. Y buscando, y buscando, di con la respuesta. 

Sentirse realizada haciendo aquello que te gusta, sentirte útil, sacar una sonrisa a alguien, hacerle la vida menos complicada a los tuyos. Disfrutar de tu trabajo, sentir que, aunque solo sea por una milésima de segundo, has sido capaz de despertar algo en alguien. 

Sentirse bien con uno mismo, saber que alguien está aprendiendo, aunque sea muy poco, pero sabes que algo aprenden. Despiertas el interés en ellos, las ganas de conocer mundo, de experimentar, de saber y aprender. Y eres tú quien, quizás no a todos, pero a alguien le despiertes esa pasión escondida y enterrada en ellos. 

Al llegar el final del día te sientes realizada, sientes que has hecho algo bueno. No te has quedado sentada en el sofá, ni estirado en la cama. Has aprovechado el día, has enseñado y tú también has aprendido. Somos estudiantes durante toda la vida, siempre hay alguna lección para aprender. 

Siempre quise ser profesora, enseñar, aprender, ayudar. Siempre hay una pasión en nosotros que se despierta, que nos despiertan. Hay un sueño a cumplir, por el que luchar. No es tarea fácil, cada día hay logros por cumplir. Sin embargo, sabes que, al final del día, todo eso ha valido la pena. 

Así que, sí: me siento útil y realizada. Soy feliz, hago lo que me gusta. Y siempre debería ser así. Luchar por aquello que sabes que te llena, te completa de una manera u otra. 


Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...