miércoles, 27 de febrero de 2013

Jugamos.

Shhh... Silencio. No digas nada. Túmbate aquí, en la cama, a mi lado. Túmbate y relájate conmigo. Cerremos los ojos, dejemos volar la imaginación, vayamos a nuestra playa favorita, a ese restaurante de comida italiana que tanto nos gusta, o hagamos un viaje a París. 

No, todavía no. No abras los ojos. No por ahora. Déjame tumbarme en tu pecho y disfrutar de tu calor. Quiero oír los latidos de tu corazón, quiero sentir tu respiración, quiero sentirte a ti. No te avergüences. No te cortes. Vamos, te quiero y tú me quieres a mí. Disfrutemos de este maravilloso momento. 

Sí. En la oscuridad de tu habitación, donde tan solo brillan tus verdes ojos, al igual que los míos, disfrutemos del silencio, y de la maravillosa imagen que hay en nuestras cabezas. ¡Vamos! Imagina... Vamos, tú puedes. 

Visualiza la playa. Esa fina, pero caliente arena que nuestros pies pisan, por la que nuestros pies caminan. El agua turquesa del mar. Míranos a ti y a mí disfrutando del calor, disfrutando de esas aguas turquesas, disfrutando de nuestro amor. Nos metemos mar adentro, y disfrutamos de los besos, de los te quiero ahogados por las suaves olas del mar. Jugamos como dos niños pequeños, jugamos... 

Visualiza nuestra cena romántica. Las velas son lo único que alumbran la espectacular vista italiana que tenemos. Sí, nuestro restaurante preferido está en Italia ¿recuerdas? Esas vistas únicas, esas vistas que tan solo Italia nos ofrece... Disfrutemos de ellas, mientras cenamos a la luz de las velas. Vamos, no pares... Sigue soñando con ello, sigue imaginándolo. Las velas, las rosas, la pasta italiana, tú y yo. Nuestras miradas se cruzan cada vez  que probamos un poco más de nuestro plato. Nuestras manos se acarician por debajo de la mesa y jugamos... Jugamos. 

No, espera. Todavía nos queda recorrer las calles de París. Volvamos a París. Sí. Vuelve a besarme en la cúspide de la Torre Eiffel, allí en lo más alto... Disfrutemos de una cálida noche en el hotel y, a la vez que nos amamos, admiremos la luminosidad de la ciudad parisina. No aun no, aun no nos hemos de ir... Tan solo cinco minutos más. Perdámonos por las estrechas calles, vayamos a los lugares menos típicos de París, pero los más bonitos. Juguemos, juguemos por las calles parisinas... 

Y ahora, abre los ojos... Pero no te vayas, quédate a mi lado. Así, así como estamos es perfecto. Los dos tumbados en la cama, mi cara en tu pecho, nuestras manos entrelazadas, jugando. ¿Te das cuenta? Este tiempo hemos estado jugando... Siempre. Jugando en la playa, en nuestro restaurante, en París, aquí en la cama, con nuestra imaginación. Sigamos jugando... 

Pero, tranquilo. Yo no estoy jugando con tus sentimientos. Te quiero.  


martes, 26 de febrero de 2013

Dos minutos...

Cada dos minutos una eternidad... 
(Dos minutos, Despistaos)

Y es que ya lo dicen el tiempo es oro. Y así es, dos minutos pueden significar mucho, pueden ser importantes, especiales, mágicos. No subestimes al tiempo, no te subestimes... Y es que, dos minutos, dos simples minutos pueden ser efímeros, pero en ellos muchas cosas pueden y deben pasar.

Un beso. Un beso de tan solo dos minutos. Un beso que quizás sea el definitivo, el último. Dos minutos charlando, y quizás la última vez que te sinceres. Y a lo mejor crees que no, pero en dos minutos puedes sincerarte. Decir un simple te quiero y después tan solo crear un profundo silencio, un silencio que acorte esos dos maravillosos minutos. Un silencio con el cual no sabéis como acabar y al final encontráis una solución... Un beso. 

Quizás, esos dos minutos pueden ser los últimos que tengas para ver a esa persona especial. Y, tal vez, es la última oportunidad... La última oportunidad para estar con él o con ella, para disfrutar de su compañía, de su aroma, de sus abrazos, de sus caricias y sus besos. 

120 segundos, 120 malditos segundos... Segundos para regalar sonrisas. Verdaderas sonrisas. Sonrisas poco falsas, relajadas. Y como no, que esas sonrisas siempre estén acompañadas por miradas. Estar durante dos maravillosos minutos mirándonos fijamente. Miradas apasionadas, miradas donde solo a nuestra manera nos demostramos nuestro amor. Miradas en las que tan solo existimos tú y yo.    

Porque ya lo dicen, nadie sabe lo que tiene hasta que al final lo pierde. Y sí, en dos minutos, puedes perder a una persona. En dos minutos, puedes dejar marchar a una persona. En esos dos minutos, puedes herir a una persona... En definitiva, dos minutos dan para mucho. 

Y mucha gente piensa que tan solo son dos minutos en lo que nada puede pasar, donde no sucederá nada importante, nada emocionante ni interesante. Pero, fíjate bien, date cuenta que te equivocas y que no podemos perder ni siquiera dos minutos. 

Por eso, haz que esos dos minutos sean eternos, disfruta de esos dos minutos y no permitas que sean tus últimos minutos, tus últimos segundos. Besa, y convierte ese beso en eterno, y que esos dos minutos besándoos se conviertan en horas de amor. Y ríe, y que sea eterno, que sean dos minutos de risas, día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto. Vuelve a empezar la cuenta de los 2 minutos que llevas riendo. 


Convierte esos dos minutos en una eternidad, crea tu mundo eterno...  

Ceguera.

No hay peor ciego que el que no quiere ver...

Estar entre la espada y la pared. Estar en una situación en la que no saber qué hacer, como actuar.  

Saber demasiadas cosas, pequeños secretos que callo y guardo. Estar callando todo aquello que sé. No me quejo, soy así. Pero, muchas veces piensan que soy una especie de confesionario, una especie de baúl de los recuerdos, alguien que escuchará uno por uno todos tus problemas, todos tus pecados. Sin embargo, lo vuelvo a decir, no me quejo, soy así. Por eso, ni siquiera sé porque escribo esto... 

Tal vez, escribo esto para que entiendas que el tema ya me cansa demasiado, ya me aburre. Es un constante tira y afloja. Y, quizás en un momento me divirtió. Pero ahora... ¡Es que ya no puedo más! 

No puedo estar aguantando tus continuas mentiras. Es más, odio las mentiras, odio que me mientan y estoy harta de que constantemente me mientas. Día tras día, me cuentas una mentira nueva y cada vez que lo haces yo he de hacerme la sorprendida, la ilusionada, he de hacer como si me alegrara por ti. He de hacer ver que creo y confío ciegamente en aquello que me estás contando. Porque no puedo creerte. No ahora que sé toda la verdad. 

Y cada vez que creo que el tema está zanjado, cada vez que creo que por fin hemos finalizado con este tema tan aburrido, vuelves a él, vuelves a lo mismo. Nos cuentas una y otra vez la misma historia. Una y otra vez lo mismo... 

Y no lo entiendo, no entiendo como no te das cuenta de que así no consigues nada. No consigues nada ni mintiéndome a mí, ni mintiéndote a ti... Nada. Eres una gran persona, una persona con un gran corazón, alguien que creo que vale mucho. ¡Por qué así es!

¿Por qué estás tan ciega? ¿Por qué ves cosas dónde nadie más lo ve? ¿Por qué? ¿Por qué? Dicen que el amor es ciego. Sí, es verdad. Yo una vez lo estuve, y también estuve ciega. Pero, no podemos hablar de amor... Aun no. No conoces a esta persona, no sabes exactamente como es. Y ya, haces cosas que no deberías hacer. ¿Una de ellas? Mentir. 

Yo, he intentado de todas las formas que estaban a mi alcance, abrirte los ojos. Te he intentando ayudar, he intentado que dejes de estar ciega. Porque, créeme, así, mintiendo, no llegarás a nada. ¡No inventes! No te inventes nada... Si no ha pasado nada, tranquilamente nos lo puedes decir... Pero, por favor, no nos mientas. No lo soporto. 

Porqué, muchas veces, quizás demasiadas, cuando tú me cuentas algo yo ya me he enterado de la verdad. Me he enterado de como son las cosas... Y, sin embargo, tú sigues con tu historia, tú sigues con tu cuento... 

Lo siento. De verdad que lo siento. Pero no puedo más... Estoy exhausta, cansada, harta, irritada, molesta... ¡Basta! ¡Por favor! Necesito que acabes ya con este tema. Necesito que veas las cosas con claridad, que te des cuenta que te estás haciendo daño...

Eres una gran persona, pero debes dejar de estar tan ciega. Necesito que entiendas que tus mentiras nos acaban fastidiando. Necesito que te des cuenta que, ya no solo son tus mentiras, ya no solo es todo aquello que cuentas. También, son los hechos, las acciones... Todo aquello que haces. Pequeños detalles que van sumando... 

Y yo callo, yo aguanto, te quiero, te aprecio, guardo tus secretos. Pero, no puedes pretender que esté aguantando todo siempre, no puedes pretender ser el ombligo del mundo, la única persona con problemas.

No puedes pretender que todos estemos tan ciegos como tú. 
   



lunes, 25 de febrero de 2013

Ahora.

Ahora, con el paso del tiempo, nos hemos conocido mejor. Y ahora, con el paso del tiempo, nos hemos distanciado. 

Éramos amigas, grandes amigas. Habíamos creado un vínculo. Yo confíe en ti. Te conté mis secretos, te expliqué aquello que nunca pensé confesar. Además, te aconsejé siempre que me lo pediste, te ayudé en todo lo que pude, te escuché, te apoyé... Creo que, y es mi opinión, siempre que me necesitaste, estuve ahí, a tu lado. 

Estuve presente en cada paso que diste. He aguantado tus lágrimas, tus llantos, tus tristezas, tus problemas, tus dolores de cabeza. Y no, a diferencia de lo que puedas pensar leyendo esto, no me arrepiento de nada. Porque has sido mi amiga, hemos sido amigas. Y ahí he estado, no solo para las buenas, sino que creo que he estado en las malas y en las peores. Ahí.

Ahora, no sé si lo estoy. Ahora, definitivamente, no estoy. Y no porque yo no quiera, sino porque tú, sí tú quien en su día dijo que yo era una amiga de verdad, me ha ido dando de lado, y todo por alguien que dices que te hace feliz. 

Ahora, incluso darme los buenos días, te supone un gran esfuerzo. Me has ido apartando de tu lado, de tu vida, me has dejado apartada por alguien que en el fondo sabes que no te hará feliz. Y lo sabes perfectamente...

Y cuando verdaderamente te des cuenta de que esto es así, y que soy yo quien no se equivoca, esperarás que esté ahí, con los brazos abiertos y querrás que vuelva a ser tu paño de lágrimas. 

Y ahora, no sé si quiero serlo. No sé si merece la pena estar ahí, a tu lado... Si poca atención prestas a lo que yo a lo que personas que sí te queremos, te decimos. 

Y ahora, en este momento en el que te sientes sola, acudes a mí. Me pides ayuda porque crees que soy yo la única capaz de comprenderte. Pero, cuando yo necesito tu ayuda, no puedo acudir a ti porque estás más pendiente de alguien que, en el fondo, sabes perfectamente que te está hiriendo. Y por eso, no sé si quiero estar presente en tu vida... No de esta manera. No ahora. 

No de esta manera en la que yo poco te importo, y tú a mí demasiado. Y ahí estoy yo siempre, y tú muy pocas veces, y nunca en los momentos importantes, en los momentos cruciales. Rara vez has sido capaz de preguntarme como estoy verdaderamente, rara vez has sido capaz de descolgar el teléfono, de marcar mi número, de llamarme. Y nunca, nunca has sido capaz de decirme que me quieres, que te importo.

Y ahora, ¡ahora pretendes que yo esté a tu lado! Irónico ¿no? No espero que me des las gracias, no esperes que yo te las dé... Tampoco estoy muy segura de que te lo merezcas. He sido tu amiga durante años, he estado contigo porque yo he querido, porque te he querido, Y ahora... ahora me replanteo esta vieja y descuidada amistad por tu parte... 

Me pides...

Me pides que te preste atención, me pides que te escriba algo bonito... Y aquí estoy yo, en otra aburrida clase de literatura, dejando que las palabras fluyan, intentando escribirte algo bonito, algo para que siempre recuerdes lo mucho que te quiero, lo mucho que me importas. 

Intentaría describirte. Pero, lo siento, no puedo. No. Porque no hay palabras suficientes ni en mi vocabulario, ni en el diccionario para describir como eres. Me faltarían palabras. pero, hay algo que puedes tener muy claro y quizás engloba la descripción de mis sentimientos hacia ti. Te quiero.  

Eres una persona que en muy poco tiempo se ha convertido en alguien especial. Eres mi amante, mi amor, mi cariño, mi todo. Alguien que es capaz de sacarme sonrisas en estas clases tan aburridas. En clases en las que yo decido desconectar y ponerme a escribir, y hoy he hecho lo mismo. Pero esta vez, te lo dedico a ti. 

Alegras el día a cualquiera con una pequeña tontería. Me alegras a mí. Doy gracias por tenerte a mi lado y poder confiar en ti. Doy gracias por poder verte cada día, y sino todos al menos casi todos. Y te doy gracias a ti, por aguantarme. Por estar ahí y escucharme. Por darme esos grandes abrazos que tantas mañanas me das, por hacer que las aburridas clases de literatura sean más amenas, sean más divertidas. Gracias.

Personas como tú, en este mundo quedan pocas. Personas con la sencillez que tú tienes, personas sinceras, humildes, alegres, locas, simpáticas y malpensadas, ya no hay muchas. Y es que tú eres como eres. Y me encanta pasar tiempo a tu lado, y que seamos las dos juntas las que mal pensemos, las que estemos toda la mañana riéndonos, y que en medio de clase y aun estando una al lado de la otra nos enviemos mensajitos (al menos cuando yo tengo wifi). 

Y me encanta poder darte los buenos días, y que tú me los des a mí. Y me encanta emocionarme con esos mensajitos que nos enviamos  con las cosas tan bonitas que nos decimos. Y quizás, para algunos sean chorradas, pero para nosotras es importante, porque es una forma de demostrarnos el amor y el cariño que nos tenemos. 

Tenemos un compromiso ¿recuerdas? Porque yo, cada día al levantarme veo mi anillo, ese que me recuerda que estoy comprometida contigo, y así empiezo la mañana con una gran sonrisa. Y, aunque creas que no te presto atención, créeme, sé que te tengo al lado, y sé que estás leyendo aquello que escribo. Y yo, mientras escribo, también pienso en ti. 

Y hoy, uno de los textos que escribí (y que publicaré más adelante), me ha hecho pensar en ti. Sí, porque tú no tienes nada que ver con la persona que describo en ese texto. Eres todo lo contrario. Siempre estás atenta, siempre pendiente, y sé que te importo. Y sé, que igual que yo, tú también me quieres. 

Nada más que decir, salvo recordarte lo mucho que te quiero. Y también, que aquí estaré yo siempre que me necesites. 

domingo, 24 de febrero de 2013

Reír y llorar. Llorar y reír.


Y sólo tú,

Haces que llore riendo,
Haces que ría llorando...
(Solo tú, Paula Rojo)

Eres tú, y solamente tú, quien me quita el aliento, quien me corta la respiración cada vez que te acercas a mí, solo tú. 

Y es que todos, a lo largo de nuestra vida, hemos tenido una persona así. Alguien que ha sido capaz de alegrarnos con la tontería más pequeña del mundo, y a la vez entristecernos con un simple hecho, con un simple adiós.

Porque me duele cuando te vas de mi lado, me duele que te apartes de mi, aunque tan solo sean 5 minutos. Y entonces, cuando te marchas por un largo tiempo, cuando te marchas y no sé cuando volverás es cuando lloro. Puedo pasarme una noche entera llorando por ti, porque no entiendo el porque de tu partida. Pero aun así, aunque esté llorando, aunque tú estés lejos, haces que esas lágrimas se confundan con pequeñas carcajadas que voy soltando... Sí, porque a pesar de la distancia que puede llegar a haber entre tú y yo, eres capaz de hacerme llorar mientras me río. A pesar de la distancia que en estos momentos hay entre tú y yo, me haces reír mientras lloro. Y por eso, por eso te doy las gracias.

También sé que no tengo porque darte explicaciones de porque estoy mal, porque estoy triste... Y sé que no es porque no te importe, tan solo me das el tiempo que yo necesite para contártelo, para explicártelo cuando yo crea conveniente...

Y me escuchas, y me apoyas. Me aconsejas, me haces sentir bien. Intentas alegrarme, quieres verme feliz. Y lo consigues, a través de tus chistes, de tus locuras, de tus estupideces, me haces reír... Reír hasta el punto de llorar de la alegría, de la risa. Y eres tú, y solo tú quien lo consigue. Porque el día que nos reencontramos, es como si todo ese tiempo no hubiera pasado, es como si nos hubiéramos visto ayer... Y entonces, tan solo con un simple hola ya me haces reír.

Y te lo agradezco, porque sé que me quieres. Te lo agradezco, porque sé que te importo. Y porque no me imagino mi vida, sin tener a mi lado. Porque a pesar de la distancia que, en algunos momentos, puede haber entre nosotros, siempre estás ahí. Y solamente tú, eres quien está a mi lado. Solo tú.  

sábado, 23 de febrero de 2013

El mañana.

Hay una consigna que siempre debemos tener presente, que siempre debemos tener en cuenta: no pienses en el pasado, no sueñes con el futuro, concentra la mente en el presente... 

Pasado, presente y futuro. No pensar ni en el ayer, ni en el mañana, sino en el hoy. Es una verdad a medias. Quiero decir, el pasado debemos, sino olvidarlo, si aceptarlo. Pero, con el futuro creo que es diferente... 

Aun recuerdo cuando era pequeña. Recuerdo tener la típica cocinita que toda niña tuvo en su infancia, y recuerdo jugar a ser cocinera. De pequeña, yo ya pensaba en mi futuro, en aquello que sería de mayor. Y cambié de profesión y cambié de sueños de la noche a la mañana. Un día quería ser cocinera, otro cantante, al siguiente actriz, después astronauta, más tarde quise ser investigadora criminal y un día decidí que lo mío era ser doctora. ¡Todo esto con tan solo 8 años!

Pero claro, lo que yo entendía con ocho años sobre el futuro, no es lo mismo que ahora entiendo, que ahora veo... Cuando maduramos, no queremos pensar sobre el futuro, sobre aquello que está por venir, por el simple hecho de que nos asusta. Pensar en el futuro, en nuestros objetivos a largo plazo, nos asusta, nos da miedo. No sabemos que nos encontraremos, y es entonces cuando nos centramos en nuestro presente...

¡Pues no! Yo también quiero hablar del futuro, quiero pensar en mi futuro, en aquellos objetivos que tengo por alcanzar, quiero hablar sobre los sueños que tengo... Lo principal, lo más importante, es que quiero seguir creciendo. Quiero crecer a todos los niveles posibles. Sí. 

Quiero crecer como persona y sentirme realizada. Y creo que la forma de conseguirlo es a través de mi trabajo. En un momento dado de mi vida, decidí que quería dedicarme a la enseñanza, que quería ser profesora. Muchos me tomaron por loca, muchos creen que no soy capaz. Y por eso, por superar a todos aquellos que creen que no seré capaz, quiero verme en un futuro como profesora. Esta es una de mis metas. 

A nivel personal, deseo conocer mundo. Quiero tener la oportunidad de viajar, de ir a lugares únicos, mágicos, sorprendentes. Quiero ir a los lugares más escondidos del mundo, conocer nuevas culturas, nuevas tradiciones... ¡Ver mundo! Y sé que, quizás no ahora, pero si dentro de un par de años, lo lograré. 

Me encantaría, por otro lado, seguir escribiendo, seguir redactando. Es algo que me apasiona, que me encanta. La escritura me ayuda a desahogarme, a ordenar mis pensamientos. Me puedo llegar a inspirar en los sitios más raro, y me encanta expresar todo aquello que siento... Quizás, en un futuro, me gustaría que no fuera tan solo en un blog. 

Por último, la familia... No busco mucho, en cuanto a la familia. Creo que en un par de años, me gustaría tener hijos (aunque ahora diga que no). Casarme o no, la verdad poco me importa. Tan solo busco la felicidad con alguien que me quiera. Al fin de cuentas, el matrimonio es un papel firmado y ara estar bien con alguien no lo necesito... Sí, quizás por mis hijos. 

Y estos, son parte de mis sueños. Son objetivos de cara al futuro, del cara al mañana. Y no me da miedo expresarlos, y creo que no nos debería dar miedo a nadie. Es algo bonito. Quiero decir, está bien tener sueños para el futuro, y no solo eso, sino que tengamos la necesidad, la oportunidad, las ganas de luchar por ellos. Creo que, aunque tus sueños sean considerados por muchos como estúpidos, no deberías abandonarlos. Porque para los demás serán sueños estúpidos, pero para ti no.. Y si para ti no lo son, lucha. No tires la toalla. 

Yo, con toda seguridad, te puedo decir que no lo haré...

jueves, 21 de febrero de 2013

Otra noche más...

Aquí estoy, otra noche más sin poder dormir. Otra noche más en la que no hago más que dar vueltas en mi cama. Otra noche más en la que intento ordenar mis ideas. Esta es otra noche en la que decido hablarte tan solo para despejarme, para desahogarme...

Es otra de esas noches en las que no puedo dormir porque simplemente te echo de menos, te extraño. Es otra noche que paso en vela... Y sigo recordando cuantas noches no pude dormir cuando te tenía a mi lado. Había noches en las que, por causas que aun no sé, no podía dormir, no podía descansar. Y tú que sí estabas dormido te levantabas preocupado por mi, te levantabas y con esa voz ronca que tenías me decías:  ¿qué pasa princesa? Y yo, como una niña pequeña, me acurrucaba en tu pecho, y haciendo caso omiso a tu pregunta, te decía ¿me acaricias? 

Y ya, en ese momento, no hacían falta más preguntas, ni ninguna respuestas, porque inmediatamente empezabas a acariciarme. Tus suaves manos recorrían cada centímetro de mi piel, repasabas cada uno de mis lunares, incluso aquellos más ocultos. Y yo, sonriendo, acurrucada en tu pecho, mientras sentía tu respiración, me iba calmando, me iba durmiendo. 

Y sonreía, no solo por esas caricias que aun me estremecen cada vez que las recuerdo, sino porque me llamabas princesa, porque yo era tu princesa. Yo he sido esa persona capaz de robarte el sueño, capaz de atraparte, de cautivarte, capaz de curarte, de hacerte feliz. Yo siempre fui madura cuando tocaba y la niña más pequeña de todas cuando querías, cuando lo necesitabas. Fui esa princesa, fui tú princesa. 

Y otra noche más, aquí estoy recordando nuestras noches en vela. Esas noches en las que ya no solo yo no podía dormir, sino tu tampoco. Noches que pasábamos hablando... Noches en las que no faltaban las cosquillas. Siempre supiste que odiaba que me hicieran cosquillas, pero me las hacías. ¿Tu razón? Porque siempre te encantó mi risa, mi sonrisa. Y así te encantaba verme, feliz, contenta. 

Y recuerdo como habían silencios en medio de nuestras charlas. No eran silencios incómodos. Eran silencios que poco a poco iban dando paso a los besos, a las caricias, a los abrazos. Y poco a poco, en esas noches, a oscuras en nuestra habitación, nos íbamos desnudando, nos íbamos deshaciendo de la poca ropa que llevábamos. Y entonces, ya desnudos, y con tan solo una vela iluminando toda la habitación, volvías a acariciarme, volvías a amarme. Y otra noche más, otra noche más nos volvíamos a amar como la anterior. 

Otras noches, hacíamos escapadas nocturnas, escapadas románticas. Paseábamos tú y yo por las frías calles de Barcelona, por esos parques gigantescos de Barcelona... Tú y yo cogidos de la mano, tú y yo jugando al escondite como dos niños pequeños, riéndonos a cada paso que dábamos y así hasta el alba... Momento en el que debíamos volver a nuestras vidas. 

Porque esas noches, todas nuestras noches eran como sacadas de un cuento de hadas, todas esas noches por Barcelona jugábamos a que tú eras mi príncipe y yo tu princesa. 

La princesa a la que admirabas por la sencillez con la que escribía, por la inocencia con la que escribía, como hoy. Te quedas contemplando aquello que escribo, releyendo las primeras líneas mientras yo sigo pensando en una nueva idea para redactar, para continuar con el relato. Y lo único que haces es sonreír a medida que las palabras salen, a medida que te voy describiendo a ti, a mi príncipe. Y otra noche más, vuelves a abrazarme. Otra noche más me abrazas mientras yo finalizo la historia, mientras yo acabo esta historia...

Y hoy, como otra noche más, me vuelves a decir aun sigues siendo mi princesa... 


Intento ser perfecta.

Intento ser perfecta. No me refiero en el amor, no me refiero en la amistad. Sencillamente, intento ser perfecta.

Quiero ser perfecta, quiero que se sientan orgullosa de mí, que crean que valgo la pena, que crean que si estoy donde estoy es porque me lo merezco. Intento, de todas las formas posibles, que las cosas salgan bien, que aquello por lo que lucho, por lo que tanto empeño he puesto me salga bien. Pero, me sale mal. Sin embargo, intento seguir adelante, intento avanzar, intento ser perfecta. 

Muy pocas veces he creído que hayan cosas que merezcan, verdaderamente, la pena. Muy pocas veces he llegado a creer verdaderamente que hay cosas valiosas en este mundo. Y, cuando encuentro algo valioso, como mi familia, intento ayudar en todo lo posible, luchar y valorarlos... Y, otra vez, intento ser perfecta. 

Sí, con ellos también lo intento. Quiero que me vean como una gran persona, con unos valores firmes... Me esfuerzo al máximo para estar bien con ellos. Les doy mi cariño y mi amor. Día tras día, les digo cuanto los quiero, cuanto los necesito, cuanto los hecho de menos. Me esfuerzo demasiado. Y, a pesar de todo, veo que de poco sirven mis esfuerzos... Porque sin saber como, sin saber porque, tan solo con una simple mala acción, todo esfuerzo deja de servir. 

Sin embargo, a pesar de que todo acabe mal por un simple hecho, aquí sigo yo, intentando ser perfecta. Aunque la perfección no exista, aunque sea mejor tener defectos, aunque sea mejor que tengas tus imperfecciones... Yo sigo intentando ser perfecta. Sigo intentando ser esa persona perfecta...

Y tampoco sabes exactamente que es lo que haces mal, no sabes exactamente donde está el problema. No sé si soy yo que, una tras otra, me voy equivocando. Quizás es por el hecho que creo que no estoy cometiendo errores a medida que maduro, a medida que avanzo y, sin embargo, no es así... Es todo lo contrario. 

Pero a pesar de todo lo malo. A pesar del hecho de que todo esté mal. A pesar que las cosas no estén del todo bien... Aquí sigo yo, intentando ser perfecta. Aunque me digan que de poco sirve, aunque me digan que eso sí que no vale la pena, aunque me lo repitan una y otra vez. 

Creo que, si en algún momento llego a ser perfecta, todo por lo que he luchado, todo habrá valido la pena. Por eso, por eso sigo intentando ser perfecta.  

Sinceridad.

Llega un momento en el que decides parar, que decides que es momento de abandona esta absurda batalla, un momento en el que crees que ya has hecho suficiente y que no puedes seguir yendo detrás de ciertas personas. 

Y así es. Me he cansado de estar escuchando, de estar aconsejando, de estar ayudando a aquellas personas que tanto amor te profesan, para que después de un tiempo, dejen de confiar en ti. 

Y quizás he hecho mal. Quizás, en un momento dado, fui muy sincera, demasiado. Y ya lo dicen, la sinceridad, a veces, puede doler. Pero, eso es lo que hacen las verdaderas amistades ¿no? Ser sinceras. Una amiga de verdad, una persona que te quiere y que confía en ti, quiere escuchar la verdad, aunque duele, quiere hacerlo... 

Y ahí está el problema, en que tanta sinceridad ha dolido y tanta verdad ha dolido. Y entonces, deciden que lo mejor es dejar de hablarte, deciden que lo mejor es hacer como si no existieras. Y empiezan a confiar en otras personas, otras personas que, en el fondo, le dirán aquello que quería oír. Algo que, quizás, yo nunca le dije... Y todo por intentar ser una verdadera amiga. 

Y quizás es que las verdaderas amistades no existen. No me estoy refiriendo a que sean falsas,sino que no acaban de ser del todo verdaderas. Porque, lo siento, pero creo que si una persona, cuando le pides consejo, no es capaz de ser sincera, y decirte lo que verdaderamente opina, no es de las mejores amigas que puedes tener. 

Tú, como buena amiga, siempre intentas dar lo mejor de ti. Intentas que, a aquellas personas que quieres, no les hagan daño, no sufran, que sean felices, que rían y no que lloren. Y tú, alguien inocente, alguien que confía en las personas que tiene a su alrededor, les tiendes la manos siempre que puedes... Da igual que te llamen a las 3 de la mañana, si es urgente atenderás esa llamada, sin enfadarte. 

Sin embargo, das mucho por personas que, a la mínima que eres sincera, te dejan de lado. Empiezan a poner distancia... Cada vez habláis menos, cada vez hay más silencios incómodos. Las largas charlas por la noche, los mensajes entre clase y clase, las quedadas en los pasillos, todo eso, todo se ha esfumado. 

Todo lo bonito ha pasado a un segundo plano, dejando paso a lo malo. Dejas de lado una amistad, una gran amistad solo por el hecho de ser sincera. ¡Qué estupidez!

Para mí, aquellas personas que son sinceras conmigo, aquellas personas que me demuestran si están tristes, contentas o enfadadas conmigo, son las que verdaderamente valen la pena. Aquellas amigas que son sinceras en el momento que yo lo necesito y que a la vez tienen en cuenta mis consejos y que no se enfadan conmigo cuando llega el momento de ser sinceros, son grandes amistades. 

Amistades que debemos conservar, amistades que debemos valorar, amistades que son como un tesoro, que verdaderamente valen la pena... Por eso, no te enfades si un día hoy sincera contigo, no te enfades si llegan a ser sinceros contigo... No lo hagas. Porque lo único que están consiguiendo, es perder a alguien que siempre por encima de todo te iba a decir la verdad... No como aquellas personas que te fueron explicando cuentos y diciéndote aquello que tú querías oír. Estás perdiendo lo que yo sí que consideraría una verdadera amistad... 




Una amistad basada en el cariño, en el respeto, en la confianza, en la sinceridad... En fin, una amistad como las pocas que quedan. Ya lo dicen: los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una sola mano. 

Dudando.

Dudar de todo aquello que te rodea, dudar de las personas que te rodean. Aquellas personas que tantas veces te han dicho que te quieren, que eres importante. Y, claro, llega un momento en el que no sabes si creértelo...

No hay muestras de cariño por su parte, ni abrazos, ni besos, ni miradas. Y todo aquello que hemos vivido, todo se ha quedado en nada. Todos los recuerdos han caído en saco roto, en un pozo profundo. Aquél pozo en el que no hay salida, en donde la salida no se ve por la oscuridad que hay en él. Y ahí, ahí están nuestros recuerdos. 

Esos momentos vividos, esos momentos únicos, especiales e inolvidables. Las risas mientras veíamos nuestra película preferida, las miradas mientras tomábamos un helado en aquel viejo banco. O las sonrisas cada vez que nos mirábamos... Todo se ha perdido, todo se ha acabado.

Y dudo, y sigo dudando. Dudo del porqué de todo esto, dudo porque esa bonita amistad que teníamos acabó. Porque yo, sí yo, puedo afirmar y reafirmar que te quiero. Y no entiendo como de un día para otro, como de la noche a la mañana, he dejado de importarte. 

No lo entiendo, no puedo entenderlo, no puedo entenderte. Nada de lo que dices, de lo que haces ahora tiene sentido. Dices que me quieres, después que me odias. Dices que me necesitas, después que no te hago falta. Dices que te importo, después que no valgo nada. Te contradices.  

Y sigo dudando... Sigo sin saber si te importo o si te he llegado a importar. Y dudo si me quieres, si me has llegado a querer, aunque tan solo sea un instante. 

Y tan solo eso te pido, tan solo un instante te pido para que pienses y dudes. Sí, duda de si te sigo queriendo, si me sigues importando, si te sigo necesitando. ¡Duda!

Quizás te rías con esa risa que un día me enamoró, me cautivó. Quizás te sientas superior y creas que miento. Pero, mírame. Mírame bien. Porque aquí estoy, aquí, en este momento estoy dudando sobre si te sigo queriendo...

Pero, en un momento dado sé que se acabarán las dudas. Mejor dicho, las dudas, a medida que iba escribiendo, han acabado. Han finalizado. Y, por si aun no te habías dado cuenta, de la misma forma que las dudas han acabado, lo nuestro también...

He dejado de dudar, ya veo las cosas claras. Hoy por hoy, necesito a alguien que de verdad me quiera, a quien de verdad le importe, quien de verdad me valore. Alguien con quien yo no tenga que estar... dudando.


miércoles, 20 de febrero de 2013

Distancia...

No quiero verte, no me apetece dar buena cara ni disimular, 
No quiero verte, no quiero verte, estoy cansada, estoy herida... 
Lucho por algo que no tiene sentido y no quiero verte, ya es suficiente...
(Guerra fría, Malú)

Y estoy cansada, ya estoy harta de seguir luchando, de seguir luchando por ti y por mí,por algo que no va a nada, por algo que no nos lleva a nada, por nosotros. 

Y tú, me pides perdón mil y una veces, me dices que lo sientes, que no quieres hacerme daño, que solo deseas verme feliz y que tú, y solo tú, quieres ser la causa de tanta felicidad. Y en el fondo, y pensándolo bien yo también quiero que sea así. 

Pero estoy cansada de escuchar, día tras día, como me pides perdón, como me dices que no lo volverás a hacer, que se acabó, que tan solo te dé una última oportunidad. Y yo lo hago, lo hago todas las veces que haga falta por el simple hecho de que te quiero, de que te necesito. 

Muchos, al hacerlo, piensan que soy estúpida... Y en cierto sentido así es, porque sigo esperando a que se produzca ese cambio que tanto prometes, sigo esperando a que me dejes de hacer daño, a que dejes de mentirme, de tener esos gestos que hacen que me decepciones, que me desilusiones. 

Pero, hoy, ha llegado ese momento en el que tengo que decir basta. Porque en esta relación ya he cedido demasiado. Y creo que, sí está bien que me pidas perdón (¡sólo faltaría!), pero la cuestión es que no deberías pedirme perdón, sencillamente porque no deberías hacerme daño.

Dices que quieres hacerme feliz, dices que quieres verme sonreír, quieres amarme, quieres que yo sea la persona que te quite el sueño, dices, dices y sigues diciendo... Y ahí está el problema. Dices demasiado, actúas poco. Prometes mucho, y poco cumples. 

Y poco a poco, decido que es mejor dejar de verte, dejar de estar a tú lado. Y todo, porque sé que caigo en tus redes cada vez que te veo. Porque me conquistas con una sonrisa, porque me creo todo aquello que me dices, cada palabra que pronuncias me llega al alma... He de parar.

He de poner un muro entre tú y yo, una barrera, una pared... Nos hemos de separar. He de dejarte de lado, he de separarme de ti. Y no porque sea lo mejor para los dos, sino porque sé que es lo mejor para mí. Sé que dejaré de llorar por ti, dejaré de sufrir por ti. Y volveré, poco a poco, a recobrar la sonrisa... 

Ya es suficiente, he de dejar de sufrir... Voy a ser feliz. Y ni tú, ni tus mentiras, ni tus falsas promesas formaréis parte de mi vida. No os necesito. Pongo distancia entre tú y yo... 

martes, 19 de febrero de 2013

Palabras...

Las palabras se las lleva el viento. 


Sonido o conjunto de sonidos articulados que expresan una idea. Esto es lo que dice el diccionario, y son eso, tan sólo palabras. Y nosotros, como no, siempre pedimos hechos, actos. Porque las palabras no demuestras nada, están vacías. Sin embargo, los hechos sí que muestran, sí que demuestran. Entonces, podemos decir que las palabras no son importantes, no significan nada... Porque al fin y al cabo, son los hechos los que valen, los que perduran...

Pero hay momentos en los que tenemos la necesidad de expresar aquello que sentimos mediante palabras. Porque las palabras poco a poco cobran sentido, expresan todo aquello que no eres capaz de hacer, porque no sabes como actuar. 

Estar triste, estar enfadado, estar celoso, estar enamorado, y saber que la única forma que tienes para expresarlo son las palabras, ese conjunto de sonidos que acaban expresando una idea. Las lágrimas, la sangre corriendo por tus venas, los abrazos, los besos, los te quiero... no expresan nada. O, sencillamente, no sabes como expresarlo... 

Y, al ver que no sabes como exactamente dar un abrazo, como demostrarle que quieres a esa persona, crees que es el momento de escribir una carta (o algo similar). Una carta en la que dejas fluir tus palabras, donde dejas que sea el bolígrafo quien te guíe, quien deje plasmado en un trozo de papel todo aquello que sientes... 

Y es que, quizás por miedo o quizás por vergüenza, no te atreves a actuar, no sabes como actuar. Entonces, te sientas delante de una hoja en blanco, con un bolígrafo en mano, dejando que poco a poco se llene de esa tinta azul que desprende. 

Y vas viendo como lo que en un principio no tenía sentido, poco a poco comienza a cobrarlo y se convierte en un texto de amor, de dolor, de rabia o tristeza según tu estado de ánimo en ese momento, según aquello que has dejado fluir. Y para ti tiene sentido. Y para ti es importante.

Pero, seamos sinceros, las palabras se las lleva el viento... Y poco sentido tienen, sino se demuestra.





sábado, 16 de febrero de 2013

Pocas estrategias.

En la vida las estrategias no valen, no intentes planear tu vida... solo vívela.

Y muchas veces queremos planear nuestra vida, queremos calcular fríamente cada paso que damos, cada acción. Queremos que todo esté planeado al mínimo detalle, no queremos equivocarnos, no queremos cometer errores. No creemos en las casualidades, no creemos en las coincidencias, ni en la suerte... Todo está planeado, todo tiene una razón de ser, las cosas no pasan porque sí, no se cree ni en el azar ni en la suerte.

Pues yo, yo no lo veo así. Nuestra vida no puede estar marcada por horarios, no puede ser que todo tenga que pasar en el momento en el que nosotros o los demás decidan... 

Deberíamos de dejar de justificar cada paso que damos, cada decisión que tomamos. Quiero decir, basta ya de tener que dar motivos por los que hemos tomado una decisión, basta ya de decir porqué actuamos de una forma u otra. No podemos estar justificándolo todo. 

No podemos calcular todo lo que va a pasar, no podemos saber que pasará en nuestro futuro. A veces es mejor dejar que el destino haga, que el destino decida. A veces hemos de dejar que sea la suerte quien decida, quien nos guíe. A veces hemos de dejarlo todo al azar, a cara o cruz... 

Y mientras tanto, vivamos nuestra vida, vivamos nuestro día a día. Disfrutemos de cada pequeño instante al lado de los nuestros, al lado de los que queremos. 

No planifiques, no pongas horarios, no calcules, no justifiques, no pienses siempre en las consecuencias... No lo hagas. Tan solo vive, juega, ríe, equivócate, comete errores... Piensa que hay cosas que pueden pasar así sin más, cosas que no tienen una razón pero que te hacen feliz. Y si te hacen feliz, aprovéchalo. 

Y ¿Sabes por qué? Porque en la vida, en tu vida, en nuestra vida de nada valen las estrategias, porque al final las cosas pueden tomar un rumbo distinto al que tú habías planeado, un camino más interesante, más especial... O quizás, al planearlo ya estás yendo por el camino erróneo. 

Pequeños detalles.

Pequeños detalles que marcan la diferencia...

Detalles. Pequeñas particularidades que hacen grande tu día a día, pero que también pueden marcarte, pueden sentarte mal... Y es porque esos pequeños detalles marcan la diferencia. 

Un mensaje a media mañana, un mensaje que demuestre su preocupación o cuanto te necesita, te alegra, hace que sonrías, te hace sentirte bien. Pequeños momentos, pequeñas charlas que te ayudan a desahogarte, que te permiten acaba con todo lo malo y dejar paso a lo bueno. Pequeños detalles, pequeños regalos de esas personas que tanto quieres que te sacan sonrisas, que te animan, que provocan que te olvides de lo malo, de los problemas. 

¿Regalos? Sí. Pero, no me refiero a regalos materiales, que también pueden ayudarte... Me refiero a pequeños detalles como un abrazo inesperado, un beso robado, una mirada llena de amor. En fin, regalos que perdurarán toda la vida por el simple hecho que los recordarás siempre. Estarán en tu mente, en tu corazón... Y son pequeños detalles del día a día que agradeces.

Pero, también hay otros pequeños detalles que recuerdas... Pequeñas cosas que, para ti, ya no son tan agradables. No sé... Pequeños gestos que, en un momento dado tan solo tú tenías hacia una persona, y después aparece otra persona que se cree con el derecho de hacer lo mismo que tú. 

Quiero decir, hay veces que tenemos pequeños detalles con una persona. Una persona especial para nosotros, una persona en la que confiamos... Y en un momento dado aparece una tercera persona haciendo exactamente lo mismo que tú. Teniendo esos pequeños detalles, exactamente los mismos que tú, con aquella persona especial... 

¿Celos? Puede ser, no se puede negar. Pero quizás más que celos, es sentirte mal... Sí, sentirte mal. Porque bien que ella sabía la particular amistad que compartíamos. Y un buen día, así de la nada, aparece en tu vida...

Aparece, se adjudica méritos que no tiene, te aparta de esa persona especial, es como si poco a poco se fuera llevando parte de tu vida... Y tú, ahí estás sin saber que hacer. No se trata de luchar, porque es obvio que eso lo harás. 

Y entonces, poco a poco, cuando se va llevando parte de tu vida, es cuando ves esos gestos que tú antes tenías y ahora ella también. Y duele, te sienta mal, te quedas sorprendida... Porque bien sabía ella que esos detalles eran los pequeños detalles que marcaban la diferencia, que te hacían feliz.  


jueves, 14 de febrero de 2013

14 de Febrero.


Hoy, para muchos, es un día especial. Hoy, es el día de los enamorados, San Valentín... Un día en el que las felices parejas se demuestran su amor, se dicen cuanto se quieren y se dan un pequeño (o grande) regalo como muestra del amor que se profesan...

Muy bonito ¿verdad? Sí, lo es. Es algo muy romántico. Ves regalos de todo tipo... Regalos grandes, pequeños, cursis, especiales, románticos, etc. Y todos con un único fin: hacer feliz a la persona que quieres, que amas.
Y es así... Porque ves como tu enamorado o enamorada sonríe, ríe e incluso llora de felicidad. ¡Y eso es lo más bonito! Porque le estás demostrando que quieres a esa persona, que te importa, que te hace feliz, que es especial, que vale la pena. Por un día, viven un día de cuento de hadas, un día mágico y único. Es como si estuvieran en un cuento de hadas... 
Pero, por otro lado... Creo que vivir un cuento de hadas no debe ser tan solo un día... Creo que día tras día, hemos de demostrarle a esa persona especial cuanto la queremos. Y no me refiero a que cada día haya que regalarle algo, no... 
Tan solo con un te quiero, con un beso, con una sonrisa, con un ¡buenos días princesa! No sé, con pequeños detalles que hagan que ese día sea el mejor de todos... Y que eso sea así día tras días...
Creo que hoy, 14 de febrero, es un día comercial. Y creo que, aunque hoy sea un bonito día, no hay que esperar a él para hacerle un regalo especial a esa persona que quieres. No tienes porqué. Además... el amor que uno tiene lo debe demostrar día y noche, y hacer feliz a la persona que tienes a tu lado siempre. 
Así que, está bien, disfruta del día de hoy. Pero, ojalá que mañana sea mejor que hoy y que ayer, y así hasta el resto de vuestra relación...

miércoles, 13 de febrero de 2013

Palabras que hieren.

Amores... Amores de verano, amores de un día, amores de una noche, amores platónicos, amores únicos, amores locos, amores pasionales, amores especiales. En fin, amores... 

Y creo que ésta es una lista corta, creo que hay muchos más tipos de amores que, a mí, me quedan por conocer. Pero, no es ésta la cuestión, no quiero hablar de cada uno de los tipos de amores que conocemos, o de como son esos amores... A mi, particularmente, hoy no me interesa. Tampoco, quiero saber exactamente cómo llegamos a ellos, cómo llegamos a enamorarnos... 

Pero, me gustaría saber porqué hay personas que, quizás inconscientemente, hacen daño a una persona enamorada, a la persona que siente algo por ellas... Quiero decir, quizás no saben lo que esa persona, ese chico o esa chica siente, pero pronuncian palabras desafortunadas... 

Palabras que hieren, que hacen daño... A veces creo que piensan que es un juego de niños pequeños. Sí, se creen que el querer a alguien y verlo como algo más que un amigo es algo infantil, y que, por ende, el hecho de que algo que ha dicho (o hecho) te siente mal, también es algo infantil. 

Así lo ven algunos... Y por eso, dicen, sueltan todo tipo de cosas cuando no es el momento más apropiado, cuando no deberían haber dicho nada. Y pasa lo que pasa... Hacen daño, no tienen en cuenta que esa persona tiene sentimientos. O sí, no lo sé... 

Y tú, que te ha sentado mal el comentario, no haces más que ponerte mal, que estar triste, que pensar en lo que ha dicho una y otra vez. Porque ese comentario está dando vueltas en tu cabeza, está ahí presente... No dejas de repetirlo una y otra vez. 

Pero claro, tampoco sé a ciencia cierta si es un amor de verano, un amor de un día, un amor de una noche, un amor platónico, un amor único, un amor loco, un amor pasional, un amor especial... Solo sé que, si se le puede llamar así, es amor. 

Y quizás, deberíamos abrir bien los ojos, darnos cuenta de cual es la situación actual y ver si puede haber algo más en el futuro... Ver si esa persona vale verdaderamente la pena. Da igual que pases grandes ratos a su lado, da igual que él te haga reír cuando más nadie puede... Da igual... Porque todo lo bueno puede ser destruido en un momento por unas simples palabras.

Y tal vez, te preguntes cuales son esas palabras... Yo no lo sé. Yo lo dejo a tu libre elección. Piensa si alguna vez te han hecho daño, si alguna vez te dijeron algo que te dolió... Porque incluso un o un no, puede llegar a doler. 


martes, 12 de febrero de 2013

¡Nosotros mismos!

Creo que tan solo con nuestros verdaderos amigos podemos ser nosotros mismos. Sí. Ellos aguantan demasiado, pero, a la vez, se divierten. Y la verdad ¿para qué engañarnos? Sin ellos, no seríamos tal y como somos. 

Con ellos siempre hay diversión asegurada, siempre hay un momento para divertirse, para reír, para cotillear, o simplemente para hablar. Eso sí, entre charla y charla, que nunca falten los abrazos, los besos o un simple te quiero. 

Siempre tenemos tiempo, aunque tan solo sean cinco minutos, para las charlas profundas, para las conversaciones más tontas, más locas, más dispares. En el tren, en la cafetería, en el coche, en clase, en el campus de la universidad, en los bancos, por skype, por whatsapp, por facebook... 

Da igual, lo importante es que siempre estamos comunicados y siempre estamos dispuestos a pasarlo bien. Siempre estamos dispuestos a apoyarnos los unos a los otros en los malos momentos y celebrar los triunfos y alegrías de los demás, de nuestros amigos. 

Por muchos piques que pueda haber, por algún otro enfado tonto, por pequeñas riñas sin importancia, sabemos que siempre que los necesitemos ahí estarán. Es más, si en un momento dado hay que secuestrar a alguien para alegrarlo  para que disfrute, tranquilamente lo haremos.

¿Por qué? Porqué son nuestros amigos, y en cierta forma, su felicidad es la nuestra... Y nos encantan que estén locos, que digan estupideces, que sean sinceros, que rían... En fin, que a mí me encantan que sean ellos mismos, que se muestren tal y como son...

Y esta es otra de las cosas a valorar... Estoy hay que tenerlo en cuenta. Quiero decir, en la vida tendremos muchos amigos, eso sí... Verdaderos muy pocos. Por eso, a pesar de los mil defectos que puedan llegar a tener (porque todos somos personas y los tenemos), valóralos y trátalos como se merecen... 

Como grandes personas, humildes y sinceras, con un gran corazón, que te quieres y se preocupan por ti. Así pues, salud por esos amigos locos pero únicos que todos tenemos.   

Y otro brindis, porque ¡sí! Con ellos somos nosotros mismos, nos mostramos tal y como somos... Alocados, divertidos, graciosos, estúpidos, simples, sinceros, ingenuos, inocentes... 

Así que... sigue siendo tú mismo y no dejes que nada ni nadie te cambie. 

Suspiro...

Después de días y días de reflexiones, después de idas y venidas, después de risas y llantos, después de malos y buenos momentos, después de mil y una emociones vividas, solo me queda suspirar.

Suspiro porque te tengo delante mío, porque te veo a mi lado día tras día, porque estás presente en todo momento, porque me escuchas, me apoyas, me aconsejas, y sin embargo, a la vez, no obtengo aquello que tanto busco en ti. 

Suspiro por eso que busco... Suspiro porque me encantaría que fueras capaz de ver más allá, que fueras capaz de entenderme, de apreciarme tal y como yo lo hago. Suspiro para no llorar, para no estar mal, para intentar dejar escapar en un suspiro todo aquello malo, todo aquello que me llena de tristeza... 

Suspiro por ti, suspiro por lo que siento. Suspiro porque te quiero, aunque tú no lo veas así, porque me haces sentir bien, porque haces que las horas se pasen volando, pasen demasiado rápidas. 

Suspiro porque cada vez que pienso en ti sonrío, porque cada vez que te veo sonrío, porque me haces feliz... Porque, aunque quizás lo hagas sin quererlo, me haces sentir especial aunque solo sea diciéndome hola. 

Suspiro porque en tus ojos veo preocupación cuando estoy mal y felicidad cuando estoy bien. Suspiro porque aun no es el momento de estar juntos, porque tú y yo no buscamos lo mismo... 

Suspiro para deshacerme de lo malo y dejar paso a lo bueno. Suspiro para recargar energías, para volver a ser yo, para sonreír, para demostrarte que, a pesar de que a día de hoy no estés a mi lado, soy fuerte y soy feliz. 

Suspiro para darme tiempo, para ver como avanzan las cosas... Suspiro para preguntarme cómo seguir. Suspiro para luchar, para ver qué hacer, para seguir avanzando en esta locura. Suspiro, suspiro, suspiro... 

Suspiro para decirte una y otra vez que te quiero.

lunes, 11 de febrero de 2013

La familia.

Muchas veces hablamos de la importancia de los amigos, pero también debemos recordar qué importante es la familia... Nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros hermanos...

En mi caso, mis hermanas son la alegría de la familia. Esos dos pequeños personajes son las personitas que te alegran cuando estás mal, cuando estás triste, cuando llegas agotada y que encima no has tenido un buen día de universidad. Ellas me sacan una sonrisa, aunque me hacen enfadar...

Mis padres, bueno, son mis protectores, como para todos. Y a pesar de ello, también me hacen rabiar, me hacen enfadar... Pero me escuchan y me aconsejan cuando lo necesito, cuando lo creen conveniente.

Y mi abuela es quien desde pequeña me ha mimado, ha estado ahí sin regañarme, abrazándome, cuidándome por las noches...

Y creo que todos tenemos de todo un poco en nuestra familia. Sin embargo, son parte de nuestra vida, son personas importantes que nos hacen feliz día tras día. Son personas que nos enseñan lo que ellos han aprendido de la vida, Y que, por encima de todas las cosas, nos quieren.

Por eso, vive cada momento al lado de los tuyos, disfruta de ellos, no les des de lado, no los rechaces, no te avergüences de ellos... Porque son tu familia, y te quieren tal y como eres, con tus más y tus menos, con tus defectos y tus virtudes... Te quieren a ti.

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...