jueves, 21 de febrero de 2013

Otra noche más...

Aquí estoy, otra noche más sin poder dormir. Otra noche más en la que no hago más que dar vueltas en mi cama. Otra noche más en la que intento ordenar mis ideas. Esta es otra noche en la que decido hablarte tan solo para despejarme, para desahogarme...

Es otra de esas noches en las que no puedo dormir porque simplemente te echo de menos, te extraño. Es otra noche que paso en vela... Y sigo recordando cuantas noches no pude dormir cuando te tenía a mi lado. Había noches en las que, por causas que aun no sé, no podía dormir, no podía descansar. Y tú que sí estabas dormido te levantabas preocupado por mi, te levantabas y con esa voz ronca que tenías me decías:  ¿qué pasa princesa? Y yo, como una niña pequeña, me acurrucaba en tu pecho, y haciendo caso omiso a tu pregunta, te decía ¿me acaricias? 

Y ya, en ese momento, no hacían falta más preguntas, ni ninguna respuestas, porque inmediatamente empezabas a acariciarme. Tus suaves manos recorrían cada centímetro de mi piel, repasabas cada uno de mis lunares, incluso aquellos más ocultos. Y yo, sonriendo, acurrucada en tu pecho, mientras sentía tu respiración, me iba calmando, me iba durmiendo. 

Y sonreía, no solo por esas caricias que aun me estremecen cada vez que las recuerdo, sino porque me llamabas princesa, porque yo era tu princesa. Yo he sido esa persona capaz de robarte el sueño, capaz de atraparte, de cautivarte, capaz de curarte, de hacerte feliz. Yo siempre fui madura cuando tocaba y la niña más pequeña de todas cuando querías, cuando lo necesitabas. Fui esa princesa, fui tú princesa. 

Y otra noche más, aquí estoy recordando nuestras noches en vela. Esas noches en las que ya no solo yo no podía dormir, sino tu tampoco. Noches que pasábamos hablando... Noches en las que no faltaban las cosquillas. Siempre supiste que odiaba que me hicieran cosquillas, pero me las hacías. ¿Tu razón? Porque siempre te encantó mi risa, mi sonrisa. Y así te encantaba verme, feliz, contenta. 

Y recuerdo como habían silencios en medio de nuestras charlas. No eran silencios incómodos. Eran silencios que poco a poco iban dando paso a los besos, a las caricias, a los abrazos. Y poco a poco, en esas noches, a oscuras en nuestra habitación, nos íbamos desnudando, nos íbamos deshaciendo de la poca ropa que llevábamos. Y entonces, ya desnudos, y con tan solo una vela iluminando toda la habitación, volvías a acariciarme, volvías a amarme. Y otra noche más, otra noche más nos volvíamos a amar como la anterior. 

Otras noches, hacíamos escapadas nocturnas, escapadas románticas. Paseábamos tú y yo por las frías calles de Barcelona, por esos parques gigantescos de Barcelona... Tú y yo cogidos de la mano, tú y yo jugando al escondite como dos niños pequeños, riéndonos a cada paso que dábamos y así hasta el alba... Momento en el que debíamos volver a nuestras vidas. 

Porque esas noches, todas nuestras noches eran como sacadas de un cuento de hadas, todas esas noches por Barcelona jugábamos a que tú eras mi príncipe y yo tu princesa. 

La princesa a la que admirabas por la sencillez con la que escribía, por la inocencia con la que escribía, como hoy. Te quedas contemplando aquello que escribo, releyendo las primeras líneas mientras yo sigo pensando en una nueva idea para redactar, para continuar con el relato. Y lo único que haces es sonreír a medida que las palabras salen, a medida que te voy describiendo a ti, a mi príncipe. Y otra noche más, vuelves a abrazarme. Otra noche más me abrazas mientras yo finalizo la historia, mientras yo acabo esta historia...

Y hoy, como otra noche más, me vuelves a decir aun sigues siendo mi princesa... 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...