domingo, 20 de diciembre de 2015

Midnight thoughts.

We're just swimming round in our glasses
And talking out of our asses
Like we're all gonna make it (yeah, yeah)
(A.M, One Direction)

Nos pasamos parte de nuestra vida cometiendo errores. Nos pasamos parte de nuestra vida recordando, repasando el pasado y los momentos vividos mientras crecemos. Pasamos, más tiempo aun, viviendo experiencias, conociendo gente nueva. Sin embargo, no deja de asombrarme como muy raras son las veces que nos paramos a reflexionar y a pensar en el motivo y las consecuencias de nuestras acciones. 

En poco menos de un día, cierro otro capítulo de mi vida. Han sido tres meses llenos de experiencias nuevas, de momentos inolvidables, de sueños cumplidos, de nuevos aprendizajes: han sido tres meses fantásticos. No obstante, todo lo bueno debe llegar a su fin, y este caso no iba a ser una excepción. 

Esto es tan solo una excusa para hablar del tema principal de este post: las reflexiones. ¿Por qué siempre esperamos tanto para pensar sobre nuestras acciones? ¿Por qué tan sólo somos capaces de reflexionar cuando el error ya ha sido cometido? ¿Qué nos hace incapaces de reflexionar más a menudo, de tan solo esperar a cerrar un capítulo para poder reflexionar? Creo que es el miedo

Muchas veces tenemos miedo a las conclusiones que pueden salir de nuestros análisis. Cuando somos capaces de analizar al detalle las situaciones, los momentos vividos, nos damos cuenta de nuestros fallos, de como se ha podido ver nuestra actitud frente a los problemas o como nuestra respuesta podría haber sido una mejor a la verdaderamente dada.   

Somos capaces de pasarnos una noche en vela con la intención de entender que es lo que hemos hecho mal, donde nos hemos equivocado. O bien para reflexionar sobre aquello que nos espera cuando volvamos a nuestra rutina. Y nos damos cuenta de que eso nos asusta. Y decidimos parar de reflexionar, de seguir pensando en las ventajas de haber dicho lo que se ha dicho o lo que se ha hecho. Cerramos esa puerta, porque nos asusta encontrar más verdades y más errores. 

Lo peor es que aunque no queramos, los encontramos. A medianoche, mientras unos duermen, mientras otros sueñan, mientras otros disfrutan y viven, tú dejas tus preocupaciones volar, tus miedos alcanzarte. Creemos que hemos cerrado esa puerta, y aun así siempre hay una ranura por la que las preocupaciones se escapan. 

Y sí, yo cierro un gran capítulo de mi vida mañana. Capítulo en el que he conocido gente maravillosa. Personas con las que he compartido risas y he vivido muy buenos momentos, de los que he aprendido mucho. Cierro un capítulo de mi vida que recordaré cada día. Sin embargo, hay una reflexión a la que no le paro de dar vuelta: la rutina. 

Me toca volver a mi día a día. Y no, la rutina no es nada malo. La rutina, en este caso, significa volver a los míos: mis amigos, mi familia, aquellos que quiero y adoro. La rutina significa volver a lo conocido, a hacer aquello que he estado haciendo gran parte de mi vida. También significa vivir nuevas experiencias con aquellos que siempre han estado a mi lado y conocer aun más gente. 

No obstante, la rutina, y esto es a lo que le he estado dando vueltas últimamente, significa enfrentarse a los problemas y a lo no deseado. Toca plantar cara a los indeseados, a aquellos que hemos estado esquivando durante una larga temporada. Es el momento de volver a ver a esas personas que dejaron de ser importantes en nuestra vida y que pensábamos que no volveríamos a ver. Y, aun así, por cosas del destino, volveremos a verlos día tras día. 

Sabes que será una de esas situaciones incómodas, de esas que no quieres revivir. Y ya, desde el momento en el que te lo has planteado, piensas en posibles soluciones, en posibles respuestas a este conflicto. No sabes como va a acabar todo, o más bien como empezará. Y siendo completamente sinceros, ni siquiera quieres que empiece. ¿Miedo? Tal vez. 

A su vez, creo que ya no tengo ni el tiempo ni las ganas suficiente de pasar por ese tipo de situaciones complicadas donde lo único que hay son silencios incómodos, respuestas monosilábicas o miradas asesinas. Volver a ese día a día en el que tendrás que soportar a los insoportables y ver a aquellos de los que intentas escapar continuamente. 

Es verdad: escapar del problema nunca es una solución. Pero, uno siempre intenta huir con la esperanza de que todo caiga en saco roto, con la intención de que todo se olvide. Pero, yo no puedo olvidar. Cuando uno reflexiona, también recuerda. No solo lo malo, sino también lo bueno. Uno revive esos momentos de abrazos y caricias, de besos y sonrisas secretas. Uno recuerda que el tiempo ha pasado, y que ha sido el mismo tiempo y nuestras acciones las que han puesto distancia de por medio. 

Seguimos siendo cordiales y respetuosos. Seguimos siendo educados y preocupándonos -en menor medida, eso sí- por aquellos que en algún momento se encontraron en nuestros caminos. Aun así, esto no significa que yo quiera volver a saber de sus vidas, de lo que hacen o dejan de hacer. Y sí, podré ser tachada de antisocial, pero, hoy por hoy, no los quiero cerca mío. 

Fueron parte de mi vida, pero todo tiene una razón de ser. Todo sucede por un motivo en especial, y en este caso, no podía ser menos. Lo nuestro acabó, y hubo una temporada en la que lo pasé mal. Me culpaba a mí misma, por razones que ni siquiera conozco, creía ser yo parte del problema, culpable de que la amistad se acabara de romper. Y sí, en cierta forma tuve la culpa, de la misma manera que tú también fuiste culpable. 

Me puse a pensar sobre ello, y entendí que esto es cosa de dos. Que no puede ser que en todo tenga yo la culpa y que tú salgas de rositas, como casi siempre. Perdí una amistad por el camino, y no pienses que me dejaste de importar de un día para el otro, o que yo no quise saber nada de ti. Lo intenté por todos los medios, intenté acercarme a ti y aun así, a ti te dio igual. Preferiste irte sin remordimiento alguno, sin ser capaz de pensar por un segundo en mí, en como me afectaría. 

Y sí, soy de las que piensan que de vez en cuando uno debe ser egoísta. Darse un tiempo para uno mismo, darse un capricho, no pensar en qué dirán los demás o lo que pensarán o dejarán de pensar. Pero, también creo que no debes apartar de tu vida a aquellos que se han entregado a ti completamente, a aquellos que han estado en cada pequeña experiencia que has vivido. O a lo mejor, todo lo que yo fui capaz de dar por ti nunca fue suficiente. 

Quizás no se trata de ser egoísta, sino de ser avaricioso. Quizás se trata de como uno siempre quiere más y más y más, cuando el otro ya no tiene ni puede ofrecer más. Uno se acaba cansando, uno se debilita. Uno cree que lo ha hecho todo mal, que se ha equivocado en cada paso dado, en cada acción tomada. Uno cree, cree y sigue creyendo. 

Este es otro de los motivos por los que uno no quiere profundizar en los pensamientos que le rondan por la cabeza. Todos creemos en algo o en alguien, pero por encima de todas las cosas creemos en nosotros mismos; en nuestros principios y convicciones. A veces, incluso creemos estar en lo correcto continuamente. 

Siempre creyendo que se debe tener la razón en todo momento, a cada paso que se da. Siempre creyendo que uno está por encima de los demás; que es más listo, más inteligente, más trabajador. Siempre intentando demostrar que uno es mejor en todo, que los demás somos inferiores. Siempre repitiendo la misma historia una y otra vez. 

Saldremos adelante, de eso uno no debe tener duda. Quizás nos enfrentemos a los problemas, o a lo mejor decidimos seguir huyendo. Quizás creemos que un día desaparecerán, quizás si los ignoramos lo suficiente todo acabará. O tal vez, seremos capaces de apechugar, de no arrepentirnos, de reflexionar y entender que podemos darle carpetazo, hacer borrón y cuenta nueva. Y entonces, no volver a reflexionar hasta que no tengamos otro capítulo por cerrar, por concluir. 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Malinterpretar...

En más de una ocasión, nuestras palabras pueden ser totalmente malinterpretadas. Uno tiene sus pensamientos bien ordenados, sabe lo que quiere decir, lo que quiere expresar y aun así hay personas que lo interpretan de la peor manera, de manera incorrecta. 

No es que estemos diciendo algo, cuando en realidad queremos decir todo lo contrario. No se trata de intentar despistar a nuestros oyentes, no se trata de un estúpido juego. Sencillamente, se trata de la verdad, de lo que uno siente y piensa. Sin embargo, personas que se dan por aludidas se sienten heridas. Y todo por no saber leer entre líneas. 

El malinterpretar da lugar a imprudencia, al cometer errores por no escuchar ni entender lo que uno quiere decir verdaderamente. No es que me quiera alejar de ti, no es que no quiera volver a saber nada de ti. Tan solo creo que, llegado el momento, debo cerrar un capítulo de mi vida para así poder empezar otro totalmente nuevo, totalmente distinto. 

Eso no significa que debes dejar de formar parte de mi vida y de mi día a día. Lo que quiero que entiendas es lo siguiente: Sí, todavía puedes formar parte de él. Y sí, todavía te quiero en mi vida. No obstante, las circunstancias habrán cambiado y todo será y funcionará de manera diferente. 

Obviamente, tú esto no te lo tomas de la mejor manera posible y crees que lo mejor es distanciarse, es alejarse. Jamás he dicho que te fueras, que me ignoraras y aun así lo hiciste. ¿Cuándo los mensajes a media mañana dejaron de ser suficientes? ¿Cuándo decidiste que ya no podía llamarte pero que, si tú lo necesitabas, yo debía estar ahí para ti? 

No entiendo como de unas simples palabras malinterpretadas uno llega a la conclusión de que todo debe acabar. Uno piensa que ya no hay nada por lo que luchar, que en una amistad se debe acabar, cortar de raíz. Yo no lo veo así. Son nuevas etapas. son nuevas experiencias a vivir, de esas que uno espera compartir con su círculo más privado. Sin embargo, esto no sucede. Y todo por malinterpretar palabras...

O quizás, esas palabras eran tan solo una excusa. No querías ser verdugo, preferías ser víctima. Y por algo así, uno hace lo que haga falta. Y no me extrañaría, tú siempre has sido ese tipo de persona victimista. Ese tipo de persona que se cree el ombligo del mundo, y que nadie más importa. 

En ese caso, esto es lo mejor ¿no? Aunque duela, aunque tú hayas sido de interpretar erróneamente mis palabras, mis pensamientos. Quizás ahora que no vamos por el mismo camino, entiendas el grave error que has cometido. Y si no lo haces, ya se dice: el tiempo pone a cada uno en su lugar.  

lunes, 30 de noviembre de 2015

Many times...

Responsabilidad: Cualidad de responsable.
Responsable: Dicho de una personaQue pone cuidado y atención en lo que hace decide.
(Real Academia Española)

Tantas veces he oído la frase: En esta vida te vas a encontrar de todo, Ana. Tantas veces he visto como se repetía siempre la misma situación y como siempre uno ha llegado a la misma conclusión. Tantas veces me lo he dicho a mí mismas y aun así no para de asombrarme cuando una vez más, esto vuelve a suceder. 

Y es que las madres suelen saberlo todo, y siempre dan sabios consejos. Y una vez más, mi madre tiene razón: en esta vida me voy a encontrar de todo. Sin embargo, eso no implica que mi cabreo o mi frustración disminuya. Creo que provoca todo lo contrario, va en aumento. 

No siempre nos encontramos exactamente con la misma situación, pero sí con similares. Situaciones que llevan a uno a la desesperación, a la rabia y el estrés. Aun así, uno no sabe como remediarlo y es entonces cuando decide dejarlo pasar. 

En este caso, la situación es una de esas de las que creí liberarme en el momento que salí del instituto, ese momento en el que acabé mi bachillerato encaminándome hacia la universidad. Pero no, aquí estoy, con mis 21 añitos recién cumplidos y volviendo a revivir una de esas situaciones. 

He llegado a la conclusión que odio los los trabajos académicos grupales. Los odio de verdad. Ya somos todos personas adultas, que entendemos la palabra responsabilidad. Bueno, quiero creer que todos la entendemos aunque algunos no sepan aplicarla. 

Todos tenemos una tarea asignada, algo en lo que centrarnos y que será parte de ese gran trabajo grupal. ¿Tanto cuesta hacer tu parte? Pues parecer ser que sí, cuesta mucho. Es aquí cuando empiezan las mentiras, el echar balones fuera, el culpar a los demás. ¿Por qué deben quedar los otros como mentirosos cuándo eres tú quien no ha hecho su parte? 

Uno decide analizar la situación, uno decide pensar que está dramatizando, haciendo una montaña de un grano de arena. Es mejor dejarlo pasar, dicen unos. Otros tan solo te escuchan, tan solo dejan desahogarte. Y luego aparecen aquellos que, al igual que tú, no entienden la situación. Aquellos que intentan tranquilizarte, aquellos que intentan hacerte ver que tú has hecho tu parte, te has esforzado, y eso siempre tendrá consecuencias. 

La cuestión es que al final siempre nos encontramos con este tipo de personas. Da igual que tengas 17, 21 o 40 años. Hay personas que no entienden la palabra responsabilidad, no actúan en consecuencia. Personas que lo dejan todo para último momento pensando que es tan solo un estúpido trabajo más. Personas que todo se lo toman a risa y no comprenden que hay momentos para reír, pero hay otros en los que uno debe estar serio y ponerse manos a la obra. 

Uno no puede pretender que le cae bien todo el mundo, que todo es color de rosa y que nunca habrá problemas. Siempre te tocará alguien que no está por la labor, que no se esforzará ni la mitad de lo que tú te has llegado a esforzar. Y es que luego dicen que los trabajos grupales arruinan amistades. Siendo sincera, prefiero trabajar con mis amistades antes que con personas con las que nunca he trabajado. 

Así pues, odio los trabajos grupales. Prefiero el trabajo en solitario, donde yo puedo hacerlo a mi ritmo y donde el crédito me lo llevo yo. Y no, no me llames antisocial. Sencillamente, soy capaz de comprender esa palabra tan bonita: "responsabilidad".

Aun así, tantas veces he vivido este tipos de situaciones que no me extrañaría nada si me sigo encontrando gente de este tipo, o de cualquier otro tipo que no entienden de respeto, compañerismo o seriedad. Pues sí querida madre, otra vez más...  En esta vida te vas a encontrar de todo, Ana. 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

My home.

And it's alright
Calling out for somebody to hold tonight
When you're lost, I'll find the way
I'll be your light
You'll never feel like you're alone
I'll make this feel like home
(Home, One Direction)

De vez en cuando nos toca vivir experiencias nuevas alejados de los nuestros, a kilómetros de aquellos que llamamos amigos, de aquellos que llamamos familia. Sin embargo, esto no es algo ni del todo bueno, ni del todo malo. 

Llevo dos meses viviendo en Londres, y la verdad no me puedo quejar. Es una gran experiencia, es algo nuevo y diferente. No es lo mismo que ser una turista más, no se trata de ir a los museos, ni visitar el Big Ben, ni subirse al London Eye. 

Ahora, se trata de vivir el día a día, de ser una "londinense" más. Se trata de conocer su cultura, de ir a los sitios desconocidos, a aquellos que si fueras turista no irías. Ahora es el momento de conocer gente, de estudiar en un ambiente distinto, de acostumbrarse a un sitio que es una casa temporal. Y sí, esto es lo bueno, esto es lo que me gusta. Aun así, también tiene sus pegas. 

Parece que no, y quizás no lo demuestro lo suficiente, pero a la familia se la extraña mucho. No poder abrazar, ni tocar a mis padres, a mi abuela o a mis hermanas pasa factura. Soy alguien que necesita el calor humano de los suyos, que necesita saber que están ahí constantemente. Y hoy, no poder tenerlos aquí conmigo no es el mejor de los sentimientos. 

Ojalá pudiese estar con mi abuela mirando la televisión, o bien en la cocina con mi madre. Ojalá pudiera estar cenando y preparando las ricas pizzas que mi padre hace o simplemente pelearme con mis hermanas. Y es que hasta eso extraño: las peleas con mis hermanas. Las llamadas por Skype no lo cubren todo. 

Y luego estás mis amigas, en especial dos. Los mensajes de buenos días, las largas videollamadas (mientras hacemos tiempo para saludar a la cuñada) o las pequeñas anécdotas que me van contando no son suficiente, con ellas nunca lo son. Y tampoco ayuda que te cuenten como hoy, por fin, se han podido ver y se han abrazado (o abalanzado según una de ellas) después de días sin verse. Y es que a ellas también las extraño demasiado. 

Mientras vivo mi propia aventura cuento los días para poder volver a verlos a todos ellos. Quiero volver a mi casa, estar entre los brazos de mi madre, a quien, si bien peleo demasiado, amo con locura. Quiero poder ver a mi padre mientras me cuenta los chistes más estúpidos o bien que mi abuela me llene a besos. Quiero poder abrazar a mis dos enanas mientras sin vergüenza alguna me preguntan que les he traído de regalo. 

Quiero poder quedar a comer con mis amigas (incluyendo al banquero, quien ya sabemos va en el pack), quedar en el tren con una de ellas y luego equivocarnos de salida para así nunca coincidir las tres en el mismo punto de encuentro. Quiero poder abrazarlas, dejar que se me abalancen y que con ojos de cordero degollado me digan "¿me rascas?". 

Deseo poder estar con todos ellos y poder celebrar de verdad mi cumpleaños. Porque si bien he podido disfrutar de un buen cumpleaños aquí, sin ellos no es lo mismo. Todos ellos forman parte de mi vida, de mi día a día, de mi rutina, de mis aventuras y experiencias. Ellos me han enseñado, me han hecho reír y llorar. Con ellos soy feliz. 

Todos ellos me ayudan, me protegen, me enseñan. Si los necesito están ahí, son ellos y solo ellos los que me hacen sentir como en casa. En ellos me refugio cuando algo va mal, cuando algo va bien. Ellos son mi familia: unos escogidos, otros no, pero, familia al fin y al cabo. Ellos me quieren, yo los quiero y eso es lo que me hace sentir como en casa, en mí casa. 

viernes, 6 de noviembre de 2015

Human being.

Don't forget that I'm human
Don't forget that I'm real
You act like you know me
But you never will
But that's one thing that I know for sure
(I'll show you, Justin Bieber)

Todos somos humanos. Personas que vivimos nuestras propia vida, andamos por caminos distintos buscando nuestro mejor futuro, buscando esas oportunidades con las que siempre habíamos soñado. Todos somos personas con sentimientos. Amamos, lloramos, reímos, gritamos y, por encima de todo, soñamos. 

Yo, al igual que todos, tengo un sueño. Y yo, al igual que cualquier otro caminante de la vida, haría lo que hiciese falta por conseguir ese sueño, por alcanzar aquello por lo que tanto he luchado. Sin embargo, una cosa no quita la otra, y puede que en más de una ocasión me equivoque. 

Tendemos a juzgar a las personas en base a sus errores, en base a las torpezas cometidas a lo largo de la vida. Tendemos a mirar y meternos en los errores de los demás sin ser capaz de mirar los nuestros propios. A veces, uno se olvida de los sentimientos de los demás. 

Una de las peores maneras de herir a alguien es juzgando a través de sus errores. Eres capaz de destruir la poca autoestima que me quedaba con un par de palabras, con unas simples palabras que me trastornan porqué tú para mí eras importante. 

Luego comprendí que jamás me conociste del todo. Tú tan solo viste una parte de mí. Viste esa parte de sonrisas falsas, de risas y de comentarios amables. Olvidaste quien era yo, con tal de estar por encima de mí, con tal de creerte más importante de lo que yo lo era. 

Jamás fuiste capaz de ver tus propios errores, aquellos que nos llevaron a la situación de hoy en día: la distancia, la separación, el dolor, el reproche. No contaste con nada de ello, no viste que todo esto podía pasar. Quizás pensaste que eras invencible, que yo lo era. Pero, no es así. 

No olvides que siempre hay sentimientos, que siempre hay dolor. Es demasiado tarde para pedir perdón, para volver al pasado, para retomar donde lo dejamos, para volver a vivir todo aquello que un día pasamos juntos. Ya no queda nada, salvo el sentimiento de culpa por no haber hecho más, por no haber intentado mejorar y cambiar las cosas. 

Siento no ser perfectamente perfecta. Siento que tan solo quiera vivir mi vida sin ser juzgada, sin tener que aguantar una sola mala mirada más, donde se me niega la oportunidad de hacer lo que yo quiero y de hacerlo como yo quiera. 

martes, 3 de noviembre de 2015

Pensamientos al azar...

A veces nos pasa, nos quedamos en blanco, sin saber como expresarnos, como articular esas palabras que llevamos tanto tiempo guardadas, tanto tiempo escondidas. A veces sucede que nos mordemos la lengua, nos tragamos las palabras y el orgullo con tal de no hacer daño a los nuestros, o a los que eran parte de nosotros. Aun así, no nos damos cuenta que nos hacemos daño a nosotros mismos.

Muchas veces queremos creer que no, pero según con que personas nos dejamos manipular, nos dejamos pisotear por aquellos que solíamos llamar amigos. Tanto tiempo presente, tanto vivido, tanto dicho y muchas mentiras creídas. ¿Error? Sí. Sin embargo, uno no no puede culparse: la confianza nos ciega. 

Otros dicen que uno no debe fiarse ni de su propia sombra, así que mucho menos de los que están a nuestro lado. En esto debo discrepar. Siempre habrá alguien (o quizás más de uno) que estará ahí para todo, a quien podemos contarle hasta nuestros más oscuros secretos sin miedo a ser juzgados. ¿Pocos? Sí, pero bien elegidos. 

En mi caso, suelo tragarme las palabras, callarlas haciéndome daño a mi misma. ¿Cobarde? Mucho. No quiero dañar a los demás y sin darme cuenta ellos son los primeros en dañarme, en mentirme, en decepcionarme. Me fío de pocos, tan solo en aquellos que valen la pena, en aquellos que no prometen nada, ni tampoco piden nada a cambio, aunque yo sé que estarán a mi lado por mucho tiempo. 

Estando lejos de mi familia, de mis amigos, extrañando a aquellos que me quieren y a los que yo quiero me da tiempo para reflexionar, para valorar. Me he dado cuenta de quien me apoya, de quien se preocupa, de quien no deja que la distancia altere nuestra amistad, nuestro amor. 

Hay personas que no demuestran el cariño hacia la personas de la misma manera que yo lo hago. No se expresan, en este sentido, de la misma manera que yo lo hago. No obstante, los hechos hablan por sí solos. Un solo mensaje recordando lo que nos falta por ver, por vivir o con tan solo una estúpida pregunta que tan solo tú entiendes es lo único que hace falta para entender quien importa y quien no. 

Luego existen esos mensajes que uno no quiere contestar, pero que aun así se ve obligado a hacerlo. Más que nada por educación, por no ser mala persona. ¿Es que uno no se da cuenta de lo incómodo que es contestarle a alguien con el que ya no hay ningún tipo de relación?

Ya ha pasado prácticamente un año desde la última vez que hablamos, desde la última vez que nos abrazamos, desde el último momento en el que nos llamamos por nuestros motes en vez de por nuestros nombres. Y sí, quizás hayas decidido recordarme en un día importante para mí, pero eso no significa que tengas que escribirme, que tengas que dirigirme la palabra cuando ahora soy llamada por mi nombre de pila. Así, sin más. 

Todo resulta más frío, más distante. Uno no sabe como responder a ese tipo de situaciones, a ese tipo de comentarios. ¿Mentir? Quizás sea la mejor solución. Y es que a veces uno se traga las palabras, se traga el dolor y no dice lo que verdaderamente piensa con tal de no hacer daño. ¿Y tú? ¿Llegaste a pensar que estabas echando más sal a la herida?

jueves, 22 de octubre de 2015

See you.

It's been a long day without you, my friend
And I'll tell you all about it when I see you again
We've come a long way from where we began
Oh, I'll tell you all about it when I see you again
When I see you again
(See you again, Wiz Khalifa feat Charlie Puth)

Cuando te vea otra vez, cuando te tenga frente a frente y cara a cara, cuando sea capaz de mirarte a los ojos y poder tocarte, quizás ese día te diga todo lo que un día callé por cobardía, por miedo, por cansancio. El día que nos encontremos, que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, ese día quizás volveremos a hablar y a reprocharnos todo lo que en un pasado no fuimos capaz de decir. 

¿Existirá ese día? ¿Nos atreveremos a vernos? Me gustaría pensar que sí, que un día seremos capaz de dejar nuestras diferencias atrás, los malos recuerdos, los llantos, peleas y gritos, y que seremos capaz de hablar de manera civilizada. Sin embargo, no quiero mentir, no me apetece verte, no me apetece quedar contigo, ni hablar, ni reprochar. 

Han sido días difíciles, no voy a mentir. Aun así, tú no has estado presentes en ellos, no has sido parte de este viaje, de esta aventura, ni de los viajes y experiencias vividas en los últimos tiempos. Has estado desaparecido, borrado del mapa, oculto en algún rincón del mundo, el cual yo ignoro, pero que tampoco quiero aprender el nombre. 

Si bien en el pasado era capaz de pensar cinco minutos en ti, ahora mismo no hay ningún momento en el me pare a pensar en ti, en el qué será de tu vida, o en que o quien estarás pensando en este momento. No quiero saber nada de ello, ni pensar en ello, ni hoy ni nunca. 

El tiempo pasa, y en él muchas cosas suceden. Algunas son buenas y otras no tanto. Nos separamos pensando que será lo mejor, que quizás nos ayude, que nos hará más fuertes. Nos alejamos creyendo que cuando nos reencontremos todo irá a mejor, que las sonrisas serán regaladas fácilmente. Sin embargo ¿qué te hace pensar que quiero volver a verte o que todo será tan fácil?

Quizás un día nos veremos, no digo que no. Quizás un día nos encontremos cara a cara y yo decida ignorarte. ¿Mal por mi parte? Tal vez. Pero bastantes cosas ya has hecho tú mal ¿no crees? 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Y los sueños, sueños son.

Y los sueños, sueños son.
(Pedro Calderón de la Barca)

¿Has tenido alguna vez un sueño? ¿Alguna vez has pedido un deseo con todas tus fuerzas queriendo que se cumpliera? Todos tenemos sueños, deseos que se piden tras soplar las velas de aquel pasado aniversario, tras lanzar una moneda al aire que cae y rebota en el agua de aquella vieja fuente. Todos soñamos aun siendo mayores. Entonces ¿por qué no cumplir estos sueños? 

Siempre hay trabas, piedras que se encuentran en nuestro camino, que nos impiden seguir, alcanzar ese sueño que teníamos desde hace tiempo, desde hace días, semanas o meses. Son nuestros deseos más íntimos, desde esa profesión que siempre hemos querido ser hasta esa casa o boda de nuestros sueños. Son esos deseos que, aunque sea por unos minutos, nos harán felices. 

Aun así, no siempre es fácil conseguirlos. Quizás, un día encontremos a alguien que tire por tierra todo lo que queremos, todo lo que deseamos. Quizás nos llame inútiles o estúpidos, incapaces de conseguir eso que, aunque solo sea por un instante, a nosotros nos haría felices. Ese deseo que nos recordaría a la mejor etapa de nuestra vida, aquella en la que éramos capaces de verlo todo color de rosa, donde nada malo podía pasar, ni nada ni nadie podía afectarnos. 

Pero ya lo dicen: si uno cuenta su deseo, este no se cumple. A lo mejor este es el problema, el alzar la voz y contar aquello que en un futuro, lejano o no muy lejano, nos haría felices, nos haría sonreír. Quizás no deberíamos soplar las velas, ni dejar que se apaguen, si ya sabemos que por más que lo intentemos, aquello pedido no se va a cumplir. 

Siempre hay alguien capaz de echarlo todo por tierra, de arrebatarnos ese deseo, ese pequeño capricho (o no tan capricho), que está en nuestras mentes. ¿Lo entienden? ¿Lo comprenden? No lo creo. Lo más irónico de todo es que quizás es que ellos tienen sus propios sueños, sus propios deseos, sus ganas de luchar, de soñar e imaginar. Tal vez, es que solo importan ellos y los demás somos simples hormigas que están a su servicio. 

Posiblemente, los sueños son tan solo eso, sueños. Son deseos no tan posibles de conseguir, fruto de nuestra imaginación que están ahí; esperando ser cumplidos, pero que quizás nunca lleguen a nada. Son sueños estúpidos pensados por alguien más estúpido ¿no? Son tan solo eso, simples sueños. 

lunes, 5 de octubre de 2015

Atención:

Quien se pica, ajos come. 

Pongamos las cartas sobre la mesa, vamos a decir alguna que otra verdad, vamos a abrir los ojos a todos aquellos que parecen ser ciegos y no ver más allá de sus narices, aquellos que se creen el centro del universo entero, aquellos que creen ser el ombligo del mundo y creen que nadie más existe alrededor de ellos. 

Hace más tres años que tengo este blog. Hace más tres años que vengo escribiendo y publicando más de 300 posts. Es desde el 2012 que vengo publicando, expresando aquello que siento en el momento, desahogándome sin importarme lo que piensen los demás de mi blog, de lo que publico, de lo que escribo.

Sin embargo, a lo largo de estos tres intensos años me he encontrado con el mismo problema: todo el mundo se siente dolido por lo que escribe, todo el mundo se da por aludido por aquello que expreso. Lo peor es que, en vez de preguntarme, se enfurruñan, se encierran en su propia rabia y van maldiciendo ahí por donde van. Pero no, preguntar está fuera de la carta. 

Yo sé a quien me dirijo, yo sé en quien pienso cuando escribo, cuando me siento frente al ordenador, pantalla en blanco y dejando volar mis pensamientos y sentimientos. Yo y solamente yo. Nadie más sabe a quien va dirigido, ni porqué he decidido escribir eso y no otra cosa. O bien porqué he querido nombrar a esa persona y no a otra. 

Pues bien, el refrán lo dice bien claro: quien se pica, ajos come. Así que si te das por aludido, tú tienes un problema. Si crees que va dedicado a ti, cuando ya te voy avisando que ciertamente no va para ti, tú tienes un problema, yo no. Si de verdad he herido tus sentimientos, chico háztelo mirar. 

No es mi problema que seas tan egoísta e inmaduro para pensar que todo va dirigido a ti, que solo pienso en ti y que todo gira entorno a ti. Créeme, hay vida más allá de lo que tú piensas, dices y sientes. 

Si te das por aludido, tus motivos tendrás. Pero, no me vengas a mí con reprochas ni quejas. Lo he dicho mil veces y lo vuelo a repetir -más que nada por si aun no ha quedado claro- es mi blog. Yo escribo en él, yo me expreso abiertamente y por supuesto: yo decido. 

Si no te gusta lo que escribo, si te duele lo que leo (aunque no me haya dirigido a ti) no lo leas. No repases cada una de mis entradas buscando todas y cada una de las palabras y frases que hacen referencia a ti. Más que nada porque no las hay. Existe algo llamado libertad de expresión, y eso es lo que uso yo. En ningún momento insulto, ni falto el respeto, así que puedo seguir haciendo lo que yo quiera. 

Así que si eres uno de esos que se identifica de manera hiriente con lo que escribo, por favor, por favor te pido que recuerdes preguntarme antes de sacar conclusiones precipitadas. Y si no vas a preguntar, no me reproches lo que escribo. Porque ya se sabe: quien se pica ajos come y este es mi blog. 

Infinidad de mentiras.

How many nights does it take to count the stars?
That's the time it would take to fix my heart
Oh, baby, I was there for you
All I ever wanted was the truth, yeah, yeah
How many nights have you wished someone would stay?
Lie awake only hoping they're okay
I never counted all of mine
If I tried, I know it would feel like infinity
(Infinity, One Direction)

A veces, uno debe dejar que todo siga su cauce y darse unos días para uno mismo. Debemos dejar que todo se calme, que nos dé tiempo a pensar lo que queremos, lo que deseamos decir sin acabar hiriendo los sentimientos de alguien. Debemos pensar en frío, hablar cuando ya han pasado los días de rabia y ansiedad. Ahora es el momento de expresarse. 

Durante días me he sentido decepcionada, dolida, llena de rabia por todo lo que ha pasado y por aquello que ha dejado de pasar. Me he sentido como el verdugo de una situación en la que, si bien tuve mi parte de culpa, no fui yo quien cometió todos los errores. 

Te fuiste, decidiste marcharte. No hubo despedida, ni un adiós, ni un mensaje avisando que emprendías un nuevo camino del que yo no formaba parte, en el que tú no me querías ver más. Desapareciste sin ni siquiera una triste llamada para avisar que ya no volverías. Fue fácil para ti ¿verdad? Porque para mí no. 

Me costó desprenderme de ti, de tus sentimientos, de los recuerdos vividos. Me costó seguir adelante, aceptar la verdad, admitir que ya no volverías más, que ya no estarías aquí cuando te necesitara. Me costó entender que habías encontrado otras personas que encaban más en el perfil de amistades que buscabas, que "necesitabas". Aun así lo hice. 

Me hizo falta tiempo y grandes personas a mi lado que me hicieran entender todo esto y mucho más. Entendí que, si bien yo cometí errores, los tuyos fueron igual de graves que los míos, igual de imperdonables que los míos. Aprendí a seguir adelante sabiendo que tú ya no ibas a estar ahí, que ya no volverías, o eso creía yo. 

Porque tras tiempo sin saber de ti, tras tiempo sin pensar en ti como tan solo parte de mi vida pasada, parte de mis recuerdos pasados, vuelves. ¿Y todo para qué? Tan solo para reprochar el dolor vivido, tan solo para recordarme que ya no me necesitas, tan solo para mentirme una vez más. 

Estuve tanto tiempo a tu lado, tantas veces contigo. Te escuché cuando nadie más quiso hacerlo, aguanté tus berrinches, tus malos humores, tus peleas inacabables con aquellos que iban desapareciendo. Aguanté tus dolores, tus llantos y tu rabia. Y no lo voy a negar, también tuve tiempo de vivir y ver lo bueno de ti. Sin embargo, volviste a mentirme. 

No basta con decir te quiero, ni tampoco lo siento. No basta con enviar palabras de apoyo y cariño. No basta, si no se siente. Infinidad de veces me has mentido, quizás pensando que yo no lo iba a saber o quizás queriendo que yo lo supiese, no lo sé. La cuestión es que me apartaste de tu lado sin motivo alguno, sin darme tiempo a responder, sin darme tiempo a comprender. 

Sin embargo, todos podemos jugar a ese juego. Todos somos capaces de poner una sonrisa falsa, de hacer como que nada pasa, de hacer como que olvidamos el dolor y la rabia. Todos podemos hacer creer que todo está arreglado, que ha quedado en el pasado, que nada ha sucedido de verdad. Y yo también puedo. 

Las mentiras son lo que más duelen, nos rompen por dentro, abren una pequeña brecha en nuestro corazón que deja paso a las inseguridades y no solo al dolor. Contamos estrellas, contamos el tiempo, pensando que si llegamos a un número definitivo, también habrá llegado el final del dolor. Pero, no es así.

Porque da igual lo que pase, o lo que digan, o que verdaderamente podamos contar todas las estrellas. Da igual, porque el dolor, el reproche, la rabia estará siempre ahí, aunque sea escondido, detrás de esa brecha abierta tras la mentira, detrás de todo lo malo vivido. Aunque ahora esté en el pasado, siempre resurgirá, porque al igual que las estrellas, el dolor es infinito. Y uno puede perdonar, pero nunca olvidar. 

jueves, 1 de octubre de 2015

Trapped...

Quiero aprender a quererte de nuevo...
(Tanto, Pablo Alborán)

Seguro que en algún momento de tu vida te has sentido atrapado, sin ganas de continuar adelante. Seguro que has vivido esa etapa en la que no sabías como expresarte, en la que sentías atrapado entre cuatro paredes sin poder respirar, sin poder hablar, sin saber como sacar de dentro todo ese dolor y todo ese rencor. 

Han habido momentos en los que ni los largos paseo cerca del lago, ni por aquel parque en el que solías jugar de pequeño solucionan los problemas. Te ves sin salida, en un túnel donde no hay luz, donde no puedes escapar. Lo único que te queda es esperar; esperar que todo cambie, que todo mejore. 

Sin embargo, uno siempre quiere desahogarse, ser libre, escapar sin tener que pensar en los demás. ¿Por qué por esta vez, aunque solo sea por un instante, uno no puede ser egoísta? Tan solo pensar en uno mismo, en lo que uno más desea sin tener que dar explicaciones, sin tener que parar a pensar en lo que los demás dirán o harán. 

Nos pasamos la vida complaciendo a los demás, nos pasamos parte de nuestra vida dando demasiado a los demás y nunca dejando un hueco para nuestros pensamientos, para nuestros sentimientos. Entonces, nos sentimos atrapados, nos sentimos sin escapatoria y sin fuerzas para continuar. 

Siempre hay una razón o un motivo que da a nuestra vida un giro inesperado, siempre hay un cambio en nuestras vidas que provoca que todo vaya a mejor o a peor. Está ahí. Sin embargo, hay veces que uno no es capaz de expresarlo libremente, hay veces que uno no puede abrirse, dejar que los sentimientos afloren y todo por pensar en los demás y no en uno mismo. 

Nos dejamos de querer, dejamos de sentir aprecio y cariño, dejamos todo de lado, nos encerramos en nosotros mismos, escapamos de la realidad, pero sin poder salir de ella. El dolor nos atrapa, no nos deja continuar. Los miedos se acercan a nosotros, nos persiguen y nos recuerdan nuestros errores. 

En definitiva, hay veces que nos sentimos atrapados, que no vemos escapatoria ni manera alguna de desahogarnos. Vemos como todo aquel que está a nuestro alrededor desaparece, que no podemos expresarnos con libertad. Y esto último es lo que me pasa últimamente: no poder expresarme con libertad. 

sábado, 26 de septiembre de 2015

Pride.

"Pride," observed Mary, who piqued herself upon the solidity of her reflections, "is a very common failing, I believe. By all that I have ever read, I am convinced that it is very common indeed; that human nature is particularly prone to it, and that there are very few of us who do not cherish a feeling of self-complacency on the score of some quality or other, real or imaginary. Vanity and pride are different things, though the words are often used synonymously. A person may be proud without being vain. Pride relates more to our opinion of ourselves, vanity to what we would have others think of us."
(Pride and Prejudice, Jane Austen)

No me quiero centrar en la vanidad, ni en lo que verdaderamente pienso sobre ella o sobre aquellos que actúan de forma vanidosa, no quiero darles pie a que su ego crezca aún más. Sin embargo, quiero centrarme en el término orgullo y en lo que él representa. 

Creo que deberíamos empezar, a mi parecer, por la diferenciación entre los dos tipos de orgullo que nos podemos encontrar en el día de hoy: el sentirse orgulloso de lo que uno hace; y el ser una persona orgullosa incapaz de rectificar. 

Todos debemos encontrar un motivo, una razón por la que sentirnos orgullosos. Ya sea por algo que hemos hecho en el pasado o bien por algún objetivo conseguido. También es cierto que todos nos sentimos orgullosos de nuestras familias, de la familia d verdad, aquella que nos apoya, que nos escucha, que nos enseña. Nos enorgullece pronunciar las palabras: ellos son mi familia. 

Sin embargo, luego nos encontramos con el caso contrario: ser una persona orgullosa. En ocasiones, es bueno ser orgulloso; pero la cosa se complica cuando el orgullo se convierte en terquedad, en testarudez, en el egoísmo de pensar en uno mismo y nunca en los demás. 

No ser capaz de reconocer los errores, ni ser capaz de mostrar los sentimientos de uno mismo, ni reconocer los sentimientos de los demás. El orgullo es capaz de convertirse en egoísmo en tanto que no se es capaz de pedir perdón, que no es capaz de de entender como se siente la otra persona, como vive la situación. En conclusión, cero empatía. 

El orgullo ciega a las personas, les hace creer que son mejores que los demás, que pueden pisotear a todo aquél que quieran, que pueden pasar por encima de las personas, y lo que es más importante, de sus sentimientos. Y lo hacen, nos pisotean, sin importar nada, ni nadie. 

Una persona es capaz de ser tan orgullosa, que siempre quiere tener la razón, aun cuando no la tiene, aun cuando lo tiene todo en contra, esa persona siempre quiere ganar y nunca perder. El orgulloso se califica a si mismo como un ganador nato, alguien que en su vida nunca ha conocido la derrota, donde siempre cree tener la victoria asegurada. 

Da igual lo que hagas para remediar esta situación, da igual lo que hagas para intentar que esto no suceda, da igual si intentas evitarlo: el orgulloso siempre está ahí. Siempre recalcando lo que uno hace mal, los errores que el otro comete, pero, nunca los propios. Siempre creyéndose mejor, siempre intentando ser el más fuerte. 

¿Qué se gana con ser siempre alguien orgulloso? Ya no se trata de los logros conseguidos, ni de los sueños logrados. Ahora se trata de los sentimientos de los demás, del ser capaz de entender que no todo gira entorno a uno mismo, que hay más personas en este mundo: amigos, familia, parejas, desconocidos y conocidos. Siempre hay alguien al que, con tanto enorgullecimiento, se hiere.

martes, 15 de septiembre de 2015

Times go by so slowly...

El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos. 
-Henri-Frédéric Amiel

Tiempo para pensar, tiempo para recordar, tiempo para que las heridas sanen, para que el dolor se vaya, para que lo malo desaparezca, para que en nuestra memoria no quede nada. Tiempo es lo único que pido yo en estos momentos. ¿Es algo tan difícil de conseguir? 

Intento no causar problemas, aislarme de la gente pero sin dejar de pensar en ellos, o más bien siempre pensar en ellos y rara vez darme un minuto para mí, para lo que yo pienso, para lo que yo siento. Quizás ese sea el problema, el siempre pensar en los demás y pocas veces en mí. 

He tenido la oportunidad de conocer gente maravillosa, de hacer buenas migas con ellas, de echarnos unas risas, tomar algo juntos y dejar que todo fluya. Tener la oportunidad de guardar en mis recuerdos, esos minutos o quizás horas en los que he pasado con ellos, en los que he vivido momentos bonitos, momentos que deben ser guardados. 

Ojalá el tiempo me hubiese permitido conocerlos aún más. Ojalá no quedara todo en tan solo simples recuerdos que quizás algún día se borren de mi mente porque no he sido capaz de sostenerlos lo suficiente. ¿El problema? La falta de tiempo, el no poder tener los minutos necesarios para verlos, para conocerlos, para vivir nuevas experiencias con ellos. 

Me hubiese gustado poder profundizar, quizás poder llegar a una verdadera amistad, quizás hablar más allá de los simples "hola", "adiós" y "te veo por estos lados" Mantener una conversación hecha y derecha, donde la comunicación es la base de todo. 

Ojalá hubiese tenido más tiempo para ver mundo, para experimentar más, para poder estar en esos momentos felices, llenos de alegría y risas. Pero no, no pude. El tiempo es oro, y no es oro todo lo que reluce. Las alas se cortan, el vuelo es bajo, el tiempo se acaba. Volvemos a la realidad, a ese momento en el que ya no conocemos a nadie, en el que no hay tiempo para conocer, para vivir, ni siquiera para lamentar. 

Aun así, yo sigo pidiendo tiempo para mí, para crecer, para conocer y recordar, para vivir, reír, amar y querer. Tan solo pido tiempo... ¿es eso algo malo? 

Where?

When you broke down I didn't leave ya
I was by your side
So where are you now that I need ya?
(Where Are Ü Now, Jack U feat Justin Bieber)


Todos tenemos ese pequeño lugar en el que nos refugiamos, o ese placer pecaminoso que nos damos de vez en cuando, aquel que nos hace perder los sentidos y que no tenemos el lujo de dárnoslo todos los días. Todos tenemos esa persona importante a la que le confiamos todo, lo bueno y lo malo, aquella con quien hablamos día sí y día también, quien nos escucha aunque lo que estemos explicando sea una mera tontería. Siempre existen esas personas que se preocupan por ti, por el más mínimo detalle. Existen todas estas cosas, solo hay que saber encontrarlas.

Las personas pueden estar por muchos años, pero al igual que entran en nuestra vida, se pueden ir tan tranquilamente. Puede ser como un visto y no visto, en un abrir y cerrar de ojos, ese momento que pasa como un rayo de luz, en una milésima de segundo. Puede que estén con nosotros durante mucho tiempo, como puede que no. Aun así, uno se pregunta dónde está esa persona cuando más se la necesita. 

Debemos entender que, de una misma historia, hay tres versiones: la mía, la tuya y la verdad. Las dos primeras versiones pueden ser totalmente diferentes, ya que tendemos a ponernos en el papel de la víctima y no del verdugo, puesto que no somos capaces de ver nuestros propios errores, pero sí, los de los demás. En cuanto a la tercera versión, la verdad nunca se sabrá a ciencia cierta. 

Puede que algún día nos acerquemos a ella, puede que seamos capaces de saber lo que sucedió exactamente con un 99% de seguridad. Aun así, esa no será siempre todo la verdad, siempre habrá un detalle que se nos escapará, que será perdido. Y es a partir de ese detalle que surgen las dudas, las preguntas y el intentar entender por qué ha pasado y por qué te has ido. 

He intentado estar tantas veces ahí presente, he intentado demasiadas veces darte mi apoyo, mi cariño, el que puedas hablar conmigo, que de tanto intentarlo me cansé. Para ti, parecerá que no lo he intentado demasiado, que me he cansado fácilmente, aun así, yo sé que he hecho todo lo que he podido, pero para ti, eso nunca fue suficiente. 

Es entonces cuando nos encontramos en esta situación sin remedio, es ese punto en el que no hay vuelta atrás, donde todo lo bueno es ya parte del recuerdo, del olvido, donde ahora lo único que queda es lo malo, los reproches, los insultos, los gritos, las mentiras, las medias verdades. 

Hay gente que se interesa por ti, que lo demuestra, que está en cada pequeño paso que das. Hay otros que simplemente están cuando les apetecen, que son como el intermitente de un coche, o bien como el semáforo que tan solo está en ámbar intermitente, son eso: personas intermitente. Son capaces de desaparecer durante días, meses y luego enviarte un mensaje. ¿No crees que es demasiado tarde?

Has sido capaz de ignorarme, de estar frente a frente y no hablarme, de crear ese silencio incómodo en el que no hay respuestas, ni tampoco preguntas. Donde los reproches son en silencio, donde no hay llantos, ni lágrimas, tan solo gritos silenciosos, gritos que callamos, mordeduras de lengua con tal de no decir lo que de verdad sentimos y pensamos. 

La cuestión, al fin de cuentas, es que que ahora no estás, que te has ido, que sé que no volverás. ¿Me importa? Sí. ¿Me duele? También. ¿Me lo he buscado? Muy probablemente. La situación es la que es, todo ha sucedido por una razón, por un motivo, y ante eso poco se puede hacer. 

Hay veces que no debemos acudir a los nuestros porque ellos mismos ya saben cuando acudir, ya saben cuando estar a nuestro lado, cuando apoyarnos, escucharnos, cuando decir las palabras correctas. Lo saben, y otros lo han dejado de saber, de notar, de ver y sentir. Por eso no estás, por eso te vas, por eso desapareces. 

martes, 8 de septiembre de 2015

Don't forget...

Living out of cases,
Packing up and taking off.
Made a lot of changes
But not forgetting who I was.

On the horizon.
Oh, well, I know, I know, I know, I know the moon will be rising
Back home.

Don't forget where you belong–home.
Don't forget where you belong–home.
If you ever feel alone–don't.
You were never on your own.
And the proof is in this song.
(Don't forget where you belong, One Direction)

Este último mes he estado muy ausente, y no ha sido por no tener tiempo, si no por falta de inspiración. Tan poca inspiración he tenido, que ni he sido capaz de escribir sobre el tercer aniversario de este blog, ni las más de 16000 visitas que he tenido a lo largo de todo este tiempo. Aun así, eso no significa que no haya pasado nada más que eso en este tiempo, pero ya habrá tiempo para escribir sobre eso. Hoy quiero escribir acerca de la nueva etapa que empezará mañana mismo. 

Mañana, a estas horas ya estaré pisando suelo inglés, concretamente Londres. Durante cuatro meses viviré una de esas oportunidades que vienen una vez en la vida: conviviré y estudiaré allí. Nuevas amistades, nueva cultura, cosas nuevas por aprender y experimentar. Sin embargo, eso no significa que deba olvidar de donde vengo, olvidarme de mi familia y de mis amigos. 

A mi madre y a mi padre, que me dan la oportunidad de poder vivir esto, gracias. Ya no solo por esto, sino por todo lo que habéis hecho por mí en estos veinte años -casi veintiuno- y también por todo lo que habéis soportado. Os voy a extrañar mucho, eso no lo voy a negar, aun así sé que siempre estaréis ahí para mía. No os desmadréis mucho en mi ausencia. 

A mis hermanas, que sí, serán pesadas y me pelearé horrores con ellas, pero aun así, son mi razón de ser, las que me sacan sonrisas en los momentos tristes, las que me alegran con sus contestaciones alocadas y las que me hacen más de mil trastadas. No sé que haré sin ellas y sus peleas durante cuatros meses. 

A mi abuela, quien me lo ha dado todo, quien siempre me ha mimado y defendido a pesar de que yo me enfade con ella, a pesar de que nos peleemos. A ella, quien prefiere que seamos nosotras quien tengamos todo y ella nada. Sé que esta experiencia me ayudará a valorar mucho más lo que tengo en casa, a ella. 

Por último, a mis amigas, Ester y Anna. Personas con las que he compartido grandes momentos y con las que me quedan muchos por vivir. Amigas que han estado en esos momentos malos, aconsejándome y apoyándome en todo momento. Gracias. Anna: tú no eres de muestras de afectos, pero las dos sabemos que nos vamos a extrañar mutuamente, gracias por los abrazos, es una buena forma de marcharse. Ester: sigue con esa alegría, esa sonrisa y ese moño y que el banquero (que no podía faltar en este post y ser nombrado ya que también se le echará un poco de menos) te siga cuidando como hasta ahora y que vaya a probar ya las bolitas de colorines contigo, ya que yo no puedo. 

Pues sí, mañana marcho a Londres, pero, siempre llevando a los míos conmigo, siempre recordándolos, siempre queriéndoles. Eso no significa que uno deba olvidar de donde viene ni a donde va, no significa que deba olvidar a aquellos que me quieren y apoyan. Porque uno podrá viajar, vivir nuevas experiencias, conocer gente nueva, aun así los que siempre han estado ahí, seguirán. 

Por eso, acabo con esta canción, con la misma que empiezo este post, para que cuando extrañe a los míos, recuerde que ellos, de una forma u otra están ahí. 


Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...