sábado, 26 de septiembre de 2015

Pride.

"Pride," observed Mary, who piqued herself upon the solidity of her reflections, "is a very common failing, I believe. By all that I have ever read, I am convinced that it is very common indeed; that human nature is particularly prone to it, and that there are very few of us who do not cherish a feeling of self-complacency on the score of some quality or other, real or imaginary. Vanity and pride are different things, though the words are often used synonymously. A person may be proud without being vain. Pride relates more to our opinion of ourselves, vanity to what we would have others think of us."
(Pride and Prejudice, Jane Austen)

No me quiero centrar en la vanidad, ni en lo que verdaderamente pienso sobre ella o sobre aquellos que actúan de forma vanidosa, no quiero darles pie a que su ego crezca aún más. Sin embargo, quiero centrarme en el término orgullo y en lo que él representa. 

Creo que deberíamos empezar, a mi parecer, por la diferenciación entre los dos tipos de orgullo que nos podemos encontrar en el día de hoy: el sentirse orgulloso de lo que uno hace; y el ser una persona orgullosa incapaz de rectificar. 

Todos debemos encontrar un motivo, una razón por la que sentirnos orgullosos. Ya sea por algo que hemos hecho en el pasado o bien por algún objetivo conseguido. También es cierto que todos nos sentimos orgullosos de nuestras familias, de la familia d verdad, aquella que nos apoya, que nos escucha, que nos enseña. Nos enorgullece pronunciar las palabras: ellos son mi familia. 

Sin embargo, luego nos encontramos con el caso contrario: ser una persona orgullosa. En ocasiones, es bueno ser orgulloso; pero la cosa se complica cuando el orgullo se convierte en terquedad, en testarudez, en el egoísmo de pensar en uno mismo y nunca en los demás. 

No ser capaz de reconocer los errores, ni ser capaz de mostrar los sentimientos de uno mismo, ni reconocer los sentimientos de los demás. El orgullo es capaz de convertirse en egoísmo en tanto que no se es capaz de pedir perdón, que no es capaz de de entender como se siente la otra persona, como vive la situación. En conclusión, cero empatía. 

El orgullo ciega a las personas, les hace creer que son mejores que los demás, que pueden pisotear a todo aquél que quieran, que pueden pasar por encima de las personas, y lo que es más importante, de sus sentimientos. Y lo hacen, nos pisotean, sin importar nada, ni nadie. 

Una persona es capaz de ser tan orgullosa, que siempre quiere tener la razón, aun cuando no la tiene, aun cuando lo tiene todo en contra, esa persona siempre quiere ganar y nunca perder. El orgulloso se califica a si mismo como un ganador nato, alguien que en su vida nunca ha conocido la derrota, donde siempre cree tener la victoria asegurada. 

Da igual lo que hagas para remediar esta situación, da igual lo que hagas para intentar que esto no suceda, da igual si intentas evitarlo: el orgulloso siempre está ahí. Siempre recalcando lo que uno hace mal, los errores que el otro comete, pero, nunca los propios. Siempre creyéndose mejor, siempre intentando ser el más fuerte. 

¿Qué se gana con ser siempre alguien orgulloso? Ya no se trata de los logros conseguidos, ni de los sueños logrados. Ahora se trata de los sentimientos de los demás, del ser capaz de entender que no todo gira entorno a uno mismo, que hay más personas en este mundo: amigos, familia, parejas, desconocidos y conocidos. Siempre hay alguien al que, con tanto enorgullecimiento, se hiere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...