miércoles, 22 de julio de 2015

Ecos donde tú ya no estás.

Harto de los ecos de un pasado 
que aparece cada vez 
y los miedos que tengo me arañan por dentro. 
Y tú no ayudas a encontrar el por qué 
del silencio, la derrota 
y de la rabia que en la boca te dejé. 

Y ahora intenta decir que me amas, 
sin miedo a que parezca mentira otra vez. 
(Ecos, Pablo Alborán)

Todo se complica aun más cuando uno mismo hace las cosas más difíciles de lo que ya lo son. Todo es mucho más complicado cuando uno se pone obstáculos a si mismo, cuando tropieza con sus propias piedras, con aquellas que tan solo él se ha puesto en el camino. Todo es más complicado cuando uno no se esfuerza al máximo, cuando no muestra verdadero interés. 

Me he esforzado todo lo que he podido, he dado todo lo que tenía, me he preocupado en todo momento por ti, por tu familia, por tu salud, por tus sentimientos. Y todo ¿para qué? Para nada, para que tú ignoraras todo aquello que me pasaba, para que tan solo te enfadaras conmigo, para que me dejaras como el verdugo y tú como una simple víctima más. 

Estoy harta, cansada y exhausta. Lo digo siempre, lo repito mil y una veces y nadie parece entenderlo, nadie parece verlo. Lo peor es que sigo cayendo en el mismo error, en la misma trampa, sigo tropezando con esa piedra que yo misma me pongo en el camino, porque no quiero pasar página, porque me niego a admitir la derrota, me niego a creer que esto ha acabado, que ya no tiene solución. Aunque en el fondo sé que esto es exactamente lo que ha pasado. 

No pongo el suficiente interés en ti, eso es lo que sueles decir. Dices que me preocupo por otros antes que por ti, que les presto más atención a aquellos que están a kilómetros de mí y no a ti, quien está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, si esto es así es porque ellos no me tratan como segunda opción, a diferencia de ti, claro está. 

No soy las sobras del perro, ni el plato sobrante que al final se come al día siguiente. Tampoco soy a quien solo debes acudir cuando ya no te queda nadie más, tu última opción cuando otros no se dignan a contestarte las llamadas. Pero tú me tratas como si lo fuera, como si fuera el último mono. ¿Sabes como sienta eso? No tienes ni idea ¿verdad? 

El pasado vuelve a nosotros, los reproches reaparecen, reproches de fracasos pasados, de miedos anteriores a los de ahora. ¿Y soy yo quién no lo intenta lo suficiente?  Tú; que me has mentido, tú; que te has ido sin pensar en mí, tú; quien en vez de preocuparse no hace más que regañarme, gritarme, enfadarse conmigo si hoy no le digo hola. Pero, siempre soy yo quien no se esfuerza. 

Durante mucho tiempo he valorado tu amistad, aunque ahora valoro más otras: aquellas que se preocupan por mi felicidad, por que yo esté bien y cómoda. Valoro a aquellos que no me tratan como una segunda opción, a aquellos que me tienen dentro de sus prioridades, que deciden que da igual la distancia, siempre hay un momento para vernos. 

Ahora todo lo dicho son simples ecos del pasado, susurros que quedan en el aire, que se escapan por nuestros labios y que no somos capaces de recuperar. Ahora, un simple te quiero suena hueco, es una simple repetición vacía, sin sentimiento, sin calor ni amor. Y por más que grites, por más que grites a todo pulmón, todo sigue siendo hueco y vacío. 

Dices te quiero, pero, estás mintiendo. Quieres contentarme, quieres volver a hacerme feliz, pero la traición está ahí. La mentira está ahí, plasmada, siendo reprochada en todo momento, persiguiéndonos, haciéndonos daño. Así que, hay un cambio de prioridades, un cambio de vida, empezar de cero. Un cambio donde las verdades son primordiales, donde tú ya no estás. 

jueves, 2 de julio de 2015

¿Qué haría un buen amigo?

Tengo la suerte
De saber quién me quiere y quién no me quiere
De saber que existen un lugar donde puedo volver
Si me hieren
(Gracias, Pablo Alborán)

Dicen que los amigos se cuentan con los dedos de una sola mano y dicen que, aun así, te sobran dedos. ¿Será esto cierto o es una simple invención? Dicen que quien tiene un amigo, tiene un tesoro, que sepas valorar su amistad, que de ese tipo hay pocas. Dicen, dicen y vuelven a decir. 

Con el paso del tiempo, uno aprende, uno enseña, uno comete errores. Con el paso del tiempo uno se equivoca tantas veces, uno se da de bruces y se tropieza con mil piedras que es capaz de diferenciar quien vale la pena de quien no. Ahora bien, no nos pensemos que es un proceso fácil, más bien es complicado. 

Tengo un futuro plagado de promesas prometedoras, lleno de nuevas aventuras, de nuevas experiencias por vivir. Serán unos meses moviditos, viaje por aquí y viaje por allá, lo que viene a ser una manera de poner a prueba las amistades de verdad. Entonces ¿qué haría un buen amigo?

En mi opinión, uno se alegría por mí ¿no? Quiero decir, son experiencias que quiero vivir y encima compartirlas contigo, quiero que sepas de la trayectoria de ellas, de las anécdotas que salgan de esas historias. ¿Qué deberías hacer tú? Alegrarte, darte cuenta de que es parte de mi felicidad. Pero, esto parece no pasar. 

Me abro a ti, me vuelvo a abrir a ti, aunque sé que no debería hacerlo, aunque sé que estoy cometiendo la mayor estupidez de mi vida. Me abro a ti contándote mis planes, lo hago contigo... ¿Qué deberías haber hecho tú? No contestar de una manera tan cortante, no mostrar interés, pensar en que serán meses sin vernos, creer que lo mejor sería una corta despedida. Esto me enseña que no valoras suficiente nuestra amistad, me hace ver que quizás serías uno menos en esa mencionada lista de menos de cinco amigos. 

¿Qué haría un buen amigo cuando lleváis meses sin hablar, sin veros? Preocuparse por ti. Verás, debes entender que uno no siempre puede estar tirando del carro y que si yo, por el motivo que sea, no te hablo, no creo que cueste tanto hacer un pequeño esfuerzo y enviar un mensaje. ¿O sí?

Un buen amigo no provocaría ninguna situación incómoda, ningún silencio absurdo en el que nadie sabe que decir. Un buen amigo se preocuparía por ti en todo momento, sabiendo que te pasa y que no. A un buen amigo no se le puede ocultar nada, absolutamente nada. Y créeme a ti te he ocultado muchas. 

No fuiste nunca, o desde hace un tiempo, el primero en saber la verdad, el primero al que yo acudía, en el que yo me refugiaba cuando todo iba mal. No has sido a quien le he dicho te quiero en un arranque de pasión, ni a quien le he contestado los mensajes en un abrir y cerrar de ojos, al segundo de la otra persona haberme preguntado algo. No, no eres tú. 

Al final, he aprendido por las malas quienes son mis amigos de verdad. He aprendido que como mucho son tres, y de los cuales no sé si todos son seguros. Pensé que de esas lista no se caería ninguno, y poco a poco siguieron cayendo. Aun así, tengo la suerte de tener a esas personas que han estado en los malos momentos, en las malas noticias, no solo en las buenas. 

Ya ni siquiera sirve que estés en las buenas, porque ni siquiera eres capaz de alegrarte, ni siquiera una sonrisa, un pequeño me alegro. Nada, absolutamente nada. Solo pegas y más pegas, nada de preocupaciones, nada de saber si me irá bien. Nada de nada. 

He entendido que hay muy pocas personas que sean capaces de no abandonarme, de ver que a pesar de ser como soy estarán ahí. Porque sí: soy terca, tímida, demasiado buena, un poco estúpida y también un poco cobarde. Pero, de esa lista inferior a cinco, de esa lista de solo tres, tan solo dos han seguido ahí incondicionalmente. 

Y sí, es verdad; quien tiene un amigo, tiene un tesoro. No obstante, al igual que todos los tesoros, este también puede ser robado, destruido, apartado, escondido donde nadie lo encuentre. Por eso, ¿qué haría un buen amigo? Luchar por salvaguardar ese tesoro, luchar por él, cuidarlo de la misma manera que uno lo ha hecho. 

Yo, yo ya me he cansado de salvaguardar todos esos tesoros. Me he cansado cuando veo que no es reciproco, que mi tesoro no se valora ni se cuida de la misma manera. Quizá es porqué no es igual de valioso ¿no? Quizás es porqué uno no ha hecho lo suficiente y por eso recibe tan poco. 

Y si buscamos una forma de concluir esto, la mejor sería diciendo que sí, unos dicen y otros especulan, unos hablan mientras otro rumorean. Unos no sueltan más que suspiros y otros malas palabras. Aun así, yo tengo la suerte de saber quien me quiere de verdad, a quien puedo acudir, con quien puedo contar. Por eso, he de decirte que, en cuanto tengas cinco minutos, te preguntes: ¿qué haría un buen amigo por ti?  

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...