viernes, 13 de julio de 2018

Escribiendo...

De la foto regalada con esperanzas de futuro a la felicitación de cumpleaños más agria posible. El tiempo pasa volando. No nos damos cuenta y tras un abrir y cerrar de ojos, media vuelta y una mirada en blanco nos encontramos con que ya ha pasado un maldito año. 

Creemos ir despacio y resulta que corremos más de lo necesario, que nos enfrentamos a nuestros miedos o los evadimos y que el camino no era tan largo como nos habían hecho creer. Quien nos iba a decir que, después de tantos tropezones, hoy estaríamos aquí. 

De la foto a la felicitación ya pasa un año. De los regalos y las cartas con mensaje secreto, ya van dos. Ahora no quedan llamadas, ni tampoco las ansias de querer escribirte, de necesitar hablarte y comentarte como me ha ido el día o lo estresante que ha sido este último jueves. 

Recorriendo parques donde nos dábamos la mano, recordé las promesas y las mentiras, las vueltas y rodeos y también algún que otro beso. Las cenas románticas resultaron no serlo tanto y las risas eran más bien gritos de agonía. Resultó todo ser una gran mentira, una farsa donde tú jugabas y seguías jugando. 

Cuando escribes, haces como si nada pasase, como si el asunto no fuera problema tuyo y fuese yo quien, con mi rabia y dolor, crease un problema donde crees verlo inexistente. Quizás es cierto, quizás no hubo nada y tal vez ahí está la mentira. 

No había cuento ni historia, tan solo un charlatán más que quería hacerse el importante y no valoraba a las personas. Sonrisas con la vista puesta en otro lugar y risas que si bien se reflejaban en los ojos  (de quien reía) los motivos eran totalmente diferentes. 

Y aquí nos encontramos; con otra carta más escrita a quien no debería, a quien ya no se merece ni dos minutos de mi tiempo. Otra carta para archivar, para borrar, para olvidar, para no recordar. 

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...