viernes, 29 de mayo de 2020

El cuento.

Nadie se conoce en realidad
Ahora es el tiempo del engaño y del abrazo digital
Tengo la receta de este mal
Vive tu vida, no la de los demás
(Cambia, Pignoise)

Me acabé convirtiendo en quien no quería ser. Intenté con todas mis fuerzas no caer en ese pozo, que olvidé que por el camino me podía encontrar con piedras, rocas, muros e incluso agujeros por los que deslizarme. Tenía un cometido, un único pensamiento en mi cabeza y no fui capaz de ver la fuerza con la que esta tormenta me arrastraría. 

De la tormenta fácil no se sale, y aunque digan que aparezca la calma, no lo hace sin un par de consecuencias a la vista de todos. Era primordial la sinceridad por el camino, la cohesión y la unión entre nosotros. Pero, eso se perdió, nos convertimos en dos seres con ideales distintos y sin un motivo por el que luchar juntos. 

La tensión está en el ambiente. No cruzamos miradas, y agachamos la cabeza si alguno de los dos tiene intensión de saludar. Se nos hace más fácil engañarnos, fingir que no importa, o quizás no interesa. ¿Quién dará el primer paso? Es más, ¿de verdad hay algún paso a dar? Tal vez es todo fruto de nuestra imaginación, de esos pensamientos que nos juegan malas pasadas o que no nos dejan analizar la situación con claridad. 

Respiro hondo para no ahogarme, para no sentir esa opresión en el pecho que no me deja continuar. ¡Si es que a veces ya no sé ni lo que escribo! Quizás si te pidiese disculpas, si me acercase a ti e hiciese el amago de volver a contarte algo, hoy no estaríamos así; frente a frente y sin nada que decir.

Y podríamos conocernos, saber de tu vida y tú de la mía. Buscar motivos y razones por las que encontrarnos. Hablemos frente a frente, sin desmoronarnos, con valentía. Busquemos soluciones y no escondernos tras una máscara, unos susurros de unos cuantos o una simple pantalla de ordenador o nuestro último móvil. 

Pero si no somos capaces de eso, mejor vivir nuestra vida. Dejemos de juzgar a quien no conocemos, y de criticar a quien sí. Apartemos de nuestras vidas a quienes nos envuelven en un mundo de mentiras, dolor y críticas. Mantengamos las distancias y las formalidades. Seamos respetuosos, pero sobretodo con nosotros mismos. 

Si no quieres confiar, no confíes. Tan solo mostramos una mísera parte de lo que somos. Los defectos los guardamos y siempre sacamos a relucir aquello que creemos que nos hace perfectos. Sin embargo, algún día entenderás que de perfecto no tienes nada y que, quizás, deberías haber aprendido de los errores: haber conocido más a quien te rodea, mostrar un poco de esa humildad que solía caracterizarte. 

Apliquémonos el cuento, vivamos un poco más y dejemos de pensar en lo inevitable, o en comentar todas y cada una de las cosas que no nos gustan de aquellos que nos rodean y de los que no. 


Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...