miércoles, 11 de noviembre de 2015

My home.

And it's alright
Calling out for somebody to hold tonight
When you're lost, I'll find the way
I'll be your light
You'll never feel like you're alone
I'll make this feel like home
(Home, One Direction)

De vez en cuando nos toca vivir experiencias nuevas alejados de los nuestros, a kilómetros de aquellos que llamamos amigos, de aquellos que llamamos familia. Sin embargo, esto no es algo ni del todo bueno, ni del todo malo. 

Llevo dos meses viviendo en Londres, y la verdad no me puedo quejar. Es una gran experiencia, es algo nuevo y diferente. No es lo mismo que ser una turista más, no se trata de ir a los museos, ni visitar el Big Ben, ni subirse al London Eye. 

Ahora, se trata de vivir el día a día, de ser una "londinense" más. Se trata de conocer su cultura, de ir a los sitios desconocidos, a aquellos que si fueras turista no irías. Ahora es el momento de conocer gente, de estudiar en un ambiente distinto, de acostumbrarse a un sitio que es una casa temporal. Y sí, esto es lo bueno, esto es lo que me gusta. Aun así, también tiene sus pegas. 

Parece que no, y quizás no lo demuestro lo suficiente, pero a la familia se la extraña mucho. No poder abrazar, ni tocar a mis padres, a mi abuela o a mis hermanas pasa factura. Soy alguien que necesita el calor humano de los suyos, que necesita saber que están ahí constantemente. Y hoy, no poder tenerlos aquí conmigo no es el mejor de los sentimientos. 

Ojalá pudiese estar con mi abuela mirando la televisión, o bien en la cocina con mi madre. Ojalá pudiera estar cenando y preparando las ricas pizzas que mi padre hace o simplemente pelearme con mis hermanas. Y es que hasta eso extraño: las peleas con mis hermanas. Las llamadas por Skype no lo cubren todo. 

Y luego estás mis amigas, en especial dos. Los mensajes de buenos días, las largas videollamadas (mientras hacemos tiempo para saludar a la cuñada) o las pequeñas anécdotas que me van contando no son suficiente, con ellas nunca lo son. Y tampoco ayuda que te cuenten como hoy, por fin, se han podido ver y se han abrazado (o abalanzado según una de ellas) después de días sin verse. Y es que a ellas también las extraño demasiado. 

Mientras vivo mi propia aventura cuento los días para poder volver a verlos a todos ellos. Quiero volver a mi casa, estar entre los brazos de mi madre, a quien, si bien peleo demasiado, amo con locura. Quiero poder ver a mi padre mientras me cuenta los chistes más estúpidos o bien que mi abuela me llene a besos. Quiero poder abrazar a mis dos enanas mientras sin vergüenza alguna me preguntan que les he traído de regalo. 

Quiero poder quedar a comer con mis amigas (incluyendo al banquero, quien ya sabemos va en el pack), quedar en el tren con una de ellas y luego equivocarnos de salida para así nunca coincidir las tres en el mismo punto de encuentro. Quiero poder abrazarlas, dejar que se me abalancen y que con ojos de cordero degollado me digan "¿me rascas?". 

Deseo poder estar con todos ellos y poder celebrar de verdad mi cumpleaños. Porque si bien he podido disfrutar de un buen cumpleaños aquí, sin ellos no es lo mismo. Todos ellos forman parte de mi vida, de mi día a día, de mi rutina, de mis aventuras y experiencias. Ellos me han enseñado, me han hecho reír y llorar. Con ellos soy feliz. 

Todos ellos me ayudan, me protegen, me enseñan. Si los necesito están ahí, son ellos y solo ellos los que me hacen sentir como en casa. En ellos me refugio cuando algo va mal, cuando algo va bien. Ellos son mi familia: unos escogidos, otros no, pero, familia al fin y al cabo. Ellos me quieren, yo los quiero y eso es lo que me hace sentir como en casa, en mí casa. 

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