martes, 3 de noviembre de 2015

Pensamientos al azar...

A veces nos pasa, nos quedamos en blanco, sin saber como expresarnos, como articular esas palabras que llevamos tanto tiempo guardadas, tanto tiempo escondidas. A veces sucede que nos mordemos la lengua, nos tragamos las palabras y el orgullo con tal de no hacer daño a los nuestros, o a los que eran parte de nosotros. Aun así, no nos damos cuenta que nos hacemos daño a nosotros mismos.

Muchas veces queremos creer que no, pero según con que personas nos dejamos manipular, nos dejamos pisotear por aquellos que solíamos llamar amigos. Tanto tiempo presente, tanto vivido, tanto dicho y muchas mentiras creídas. ¿Error? Sí. Sin embargo, uno no no puede culparse: la confianza nos ciega. 

Otros dicen que uno no debe fiarse ni de su propia sombra, así que mucho menos de los que están a nuestro lado. En esto debo discrepar. Siempre habrá alguien (o quizás más de uno) que estará ahí para todo, a quien podemos contarle hasta nuestros más oscuros secretos sin miedo a ser juzgados. ¿Pocos? Sí, pero bien elegidos. 

En mi caso, suelo tragarme las palabras, callarlas haciéndome daño a mi misma. ¿Cobarde? Mucho. No quiero dañar a los demás y sin darme cuenta ellos son los primeros en dañarme, en mentirme, en decepcionarme. Me fío de pocos, tan solo en aquellos que valen la pena, en aquellos que no prometen nada, ni tampoco piden nada a cambio, aunque yo sé que estarán a mi lado por mucho tiempo. 

Estando lejos de mi familia, de mis amigos, extrañando a aquellos que me quieren y a los que yo quiero me da tiempo para reflexionar, para valorar. Me he dado cuenta de quien me apoya, de quien se preocupa, de quien no deja que la distancia altere nuestra amistad, nuestro amor. 

Hay personas que no demuestran el cariño hacia la personas de la misma manera que yo lo hago. No se expresan, en este sentido, de la misma manera que yo lo hago. No obstante, los hechos hablan por sí solos. Un solo mensaje recordando lo que nos falta por ver, por vivir o con tan solo una estúpida pregunta que tan solo tú entiendes es lo único que hace falta para entender quien importa y quien no. 

Luego existen esos mensajes que uno no quiere contestar, pero que aun así se ve obligado a hacerlo. Más que nada por educación, por no ser mala persona. ¿Es que uno no se da cuenta de lo incómodo que es contestarle a alguien con el que ya no hay ningún tipo de relación?

Ya ha pasado prácticamente un año desde la última vez que hablamos, desde la última vez que nos abrazamos, desde el último momento en el que nos llamamos por nuestros motes en vez de por nuestros nombres. Y sí, quizás hayas decidido recordarme en un día importante para mí, pero eso no significa que tengas que escribirme, que tengas que dirigirme la palabra cuando ahora soy llamada por mi nombre de pila. Así, sin más. 

Todo resulta más frío, más distante. Uno no sabe como responder a ese tipo de situaciones, a ese tipo de comentarios. ¿Mentir? Quizás sea la mejor solución. Y es que a veces uno se traga las palabras, se traga el dolor y no dice lo que verdaderamente piensa con tal de no hacer daño. ¿Y tú? ¿Llegaste a pensar que estabas echando más sal a la herida?

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