lunes, 10 de octubre de 2016

No questions.

¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿A dónde voy? ¿Cuál es mi plan? ¿Tengo un plan? ¿Cómo me siento? ¿Tengo respuesta? Como siempre, aparecen miles de preguntas en nuestra cabeza, alguna de ellas con más sentido que otra. Cada día, da igual el tiempo que haga, no importa si es uno de esos días buenos o tienes un presagio y sabes que será malo; cada día tenemos millones de preguntas. Unas con respuesta fácil, otras no tanto. 

Las personas somos seres complicados. Hoy decimos blanco, mañana negro. Quizás dentro de tres días pensemos en rojo o verde. Da igual, la cuestión es que somos personas indecisas, personas inseguras. Y es por esto, y por otras mil razones que cometemos errores. 

Nos enfadamos, creemos tener la razón y no somos capaces de escuchar a aquellos que intentan hacernos entrar en razón. Somos tercos y egoístas. Lo primero por no escuchar a los demás, lo segundo por solo escucharnos a nosotros mismos. 

Nos sentimos traicionados, furiosos con los demás y con nosotros mismos. Parece que siempre seamos los verdugos de la película, mientras otros actúan como víctimas una y otra vez. No lo vemos con perspectiva, no somos objetivos. Pensamos con el corazón y a través del dolor. Los sentimientos guían todas nuestras acciones, todas las palabras dichas. 

Dejamos que la rabia nos consuma, se apodere de nuestro sentido común. No pienso cuando hablo, tan solo me libero del dolor, de las palabras que han ido y venido. Sí, lo sé: no debería dejar que se crease una bola, tarde o temprano explota y es peor. 

Nos convierten en los malos de la película cuando decidimos hablar. Ellos son los santos que nunca han hecho nada, jamás han roto un plato. Nada, absolutamente nada. Vives por y para ellos y nunca lo agradecen. Se sienten dolidos. ¿Y yo? ¿No tengo derecho a sentirme así? 

¡Pues claro que no! Una estúpida niña que tiene toda una vida por recorrer no tiene el tiempo para sentirse así. Vuelvo a repetirlo: todos somos seres con sentimientos. Si me corto, sé que sangraré y dolerá. Si me doy en el dedo pequeño del pie, estaré maldiciendo. Si las palabras te afectan, llegan a ti, pues estaré dolida. 

Son decepciones de diferentes personas que se acumulan a ti. Admito mi error, pido perdón. ¿Sirve de algo? Es en vano, ya lo he dicho: somos tercos. No aceptamos las disculpas de otros. No queremos escuchar, no queremos saber. Pido perdón por mis errores ¿y tú que haces? Seguir siendo víctima, sin entender que has sido verdugo. 

La frustración y la rabia están ahí, presentes. Gracias a estos sentimientos hay miles de preguntas por responder. Hoy son dudas, quizás mañana sean simples recuerdos de algo que sucedió, de algo imposible de arreglar. Uno da su brazo a torcer, pero uno se cansa de dar, dar y seguir dando. 

Uno se cansa de preguntar, de responder, de seguir en una espiral sin fin, sin comienzo. Entramos en ese círculo dando vueltas y vueltas. Vamos de puntillas, caminamos sigilosamente intentando evitar los obstáculos, los problemas, las discusiones y los errores. Sin embargo, quizás con el tiempo las respuestas vengan solas. Saber quién soy, qué quiero, a dónde voy, qué planes tengo -si es que los tengo-, cómo me siento son preguntas sin resolver, enterradas en el pasado. 

Uno las entierra por querer olvidar lo vivido, por no querer pensar en lo que sucedió, en lo vivido. No recordar las decepciones vividas en una época muy marcada, no querer saber nada de esas personas que formaron parte de nuestras preguntas, que nos ayudaron a cuestionarnos muchas cosas y nunca colaboraron con la respuesta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...