viernes, 17 de enero de 2014

Reescribiendo...

Dicen que las grandes amistades son las que nacen de la nada y que poco a poco van progresando. Dicen que las verdaderas amistades se conocen en la universidad. Pero a la vez, la toma de diferentes caminos te hace ver que amistades hechas a lo largo de la juventud prevalecerán. Dicen demasiadas cosas, pero cada persona es un mundo y es difícil conocerlo. 

Pero a ti te conocí hace un año aproximadamente. Recuerdo que fue en esas clases tan entretenidas de literatura que nos conocimos. Al principio, sentadas en aquellos bancos hablábamos siempre de lo mismo; esos niños revoltosos que cogían el mismo tren que nosotras y alguna que otra vez algún apunte de las materias que cursábamos. Por otro lado, me fijé en algo que hacías y sigues haciendo: mirarte las puntas. En ese momento no había confianza. 

Ahora bien, la confianza no es cosa de uno, y tampoco de un día. Poco a poco nos fuimos soltando. Quedábamos en la estación y cogíamos el tren juntas, íbamos a la mayoría de las clases juntas y empezamos a soltarnos y a hablar. Aunque este año ha sido una locura. 

Recuerdo lo que me decías por quedarme en la cafetería. Y ahora eres tú la primera en quedarse. Pasamos un buen rato juntas (solas o no). Nos reímos, tomamos café (bueno o yo lo tomo mientras tú me regañas por la sacarina), hablamos de temas serios, nos apoyamos cuando lo necesitamos, pero sobre todo disfrutamos de la buena compañía.

Este año, creo que hemos ido de mal en peor pero en el buen sentido. Bueno, no sé como se explica eso exactamente. Pero creo que a día de hoy confiamos la una en la otra. A pesar de que no te gusten los abrazos, y eso que de vez en cuando son necesarios. A pesar de que no seas muy cariñosa y lo repito lo demuestres a tu manera. A pesar de eso sé que nos tienes cariño. 

Coger el tren contigo es una aventura. Siempre hay algo nuevo y/o diferente de lo que hablar. No es como al principio, donde casi ni hablábamos. Ahora son los 8 minutos más cortos y más llevaderos. 

También, si no lo hice en su momento, lo hago ahora. He de darte las gracias por escucharme y aconsejarme. Por apoyarme y defenderme (a ti y mis otras locas). Y por supuesto por aguantar mi locura y también mi pequeña obsesión. 

Pero creo que lo más importante es que juntas siempre o bien casi siempre estamos sonriendo y riéndonos. Siempre tenemos un motivo, una anécdota que contar que nos hace reír. Y estas son las cosas bonitas de una amistad. Cosas para guardar y no olvidar. 

Eso sí, eres una celosilla de muchísimo cuidado. Sólo por escribirle a otra persona un post un poquito más largo te me enfadas. Y eso que a ti lo de leer tanto no te gusta. Pero bueno, aquí lo tienes. Todo para ti. A ver a quien se lo haces leer. 

Para que acabes sonriendo: A. H.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...