Sentada en un café con la mirada perdida. Sentada esperando a que las horas pasen, esperando a que pasen y así volver... ¿Volver? ¿A dónde? Aun no lo sé...
Sin embargo, la espera es larga. Así que hundiéndome en mis pensamientos y en la música que inunda la sala, veo pasar la gente. Veo el andar de la gente... Personas de andar triste, otras calmado y otras cansado.
Y de repente, apareces tú entre la multitud. No dejo de fijarme en ti. Una chica de ojos verdes acristalados y sonrisa escondida. Una persona de mirada perdida, como si buscaras algo o bien alguien.
Sumergida en tus canciones preferidas, coges una servilleta y veo como las palabras vuelan y quedan plasmada en esa servilleta arrugada. El camarero aparece sirviéndote un caliente café con leche para así poder reconfortarte.
Veo como suspiras y parece que piensas en que ojalá fueran esos brazos fuertes que tanto te gustan los que te reconforten y no un simple café recién hecho. Después de dar un pequeño sorbo, vuelves a concentrarte en esa servilleta.
Parece ser que no has encontrado las palabras exactas para plasmar lo que verdaderamente sientes. Si me fijo en ti más a fondo, veo que estás hecha un mar de dudas y de miedos. Sin embargo, no eres capaz de ocultar la sonrisa cuando piensas en ese alguien especial.
Poco a poco el café se va enfriando, tú te remueves incómoda en la silla, como si hubiera algo que te molestara. Me gustaría saber el qué y creo haberlo encontrado.
Has empezado a ordenar tus ideas, y suspiras pensando en que ojalá pudieras cambiar tu forma de ser. La sonrisa se borra por un instante fugaz donde has hecho una efímera vuelta al pasado, recordando tu infancia y algún que otro recuerdo más reciente.
Continúo fijándome en ti. Y me doy cuenta de que tu precioso bolígrafo se ha quedado sin tinta. Decido ayudarte. He estado tanto tiempo intentando analizarte, viendo como escribes, haciendo aquello que a mí tanto me gusta...
Me acerco despacio, con calma y tranquilidad. No quiero asustarte. Ya pareces estarlo y no por aquello que te rodea, sino por el día a día. Cuando por fin estoy a tu lado, tiendo la mano dándote mi bolígrafo... Uno muy similar al tuyo.
Te giras sorprendida, y me regalas un escueto gracias. Pero, más sorprendida estoy yo, que al verte frente a mí me doy cuenta de que tú eres mi reflejo. Eres yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario