miércoles, 20 de noviembre de 2013

Dormir y llorar.

Las lágrimas brotan, caen, no paran. Las lágrimas salen, tocan el suelo y nunca cesan. ¿Por qué? ¿Qué he hecho? ¿Acaso lo merezco?

No llores, no te derrumbes, no caigas. Sé fuerte, no débil. Te lo repiten, me lo repiten una y otra vez. Y yo lo intento, y lo vuelvo a intentar. Nada. Da igual. Vuelvo a caer. Me canso de intentar. No quiero tirar la toalla, ni desfallecer. Sin embargo, yo no puedo más. 

Cansa mucho, me canso mucho Y ya, ni los abrazos, ni los besos, ni el apoyo incondicional de los que están a tu lado sirve. Nada. Por un día solo quieres dejar de luchar. Dejarlo y llorar. 

Sí, lo sé. Llorar no sirve de nada. Pero por un día lo necesito. Esconderme bajo capas y capas de mantas, esconderme y llorar. Eso es lo que de vez en cuando necesito. Llorar. 

Y miro alrededor, busco a alguien. Pero no sé a quien. No busco a nadie en concreto. Estoy confusa, hecha un lío. Pido ayuda, la busco, nadie sabe que hacer. Yo tampoco. 

Salgo, corro, huyo, llueve. La lluvia me empapa. Mis lágrimas se confunden con la lluvia. Ya no las reconozco, ya no me reconozco. No sé lo que hago. No lo sé...

Busco mi camino y tampoco lo encuentro. Sigo corriendo. Él va detrás mío. Me abraza, me susurra dulces palabras al oído. Y sin embargo yo estoy paralizada. Nada sirve. 

Me cuida. Él me protege. Él me mima. Lo hace. Quiere ayudarme, no hay solución. Seguir adelante es la opción. Y él no entiende que no puedo. Aquí sigo, estancada. Solo me queda dormirme. 

Dormir en su regazo, inhalar su olor. Dormirme a su lado. Llenarlo de lágrimas que se derraman por su cuerpo desnudo. Veo su dolor, pero él ya no ve el mío. 

Mi dolor está escondido. Escondido bajo capas de mantas, de sonrisas falsas. Duermo y lloro. Eso es lo que me queda; dormir y llorar. 

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