domingo, 8 de septiembre de 2013

Rencores.

A veces un viaje corto o largo en coche da para mucho...


Dejas que tus pensamientos fluyan mientras escuchas música, mientras te adentras en la profunda historia de la canción. Tus pensamientos empiezan a invadirte mientras estás admirando el precioso paisaje que la N-340 te proporciona de camino a tu destino vacacional. 

Eso fue lo que sucedió...

No podemos guardar rencor. No podemos ser rencorosos ni vengativos. Las cosas suceden por alguna razón, todos nuestros actos son movidos por algún motivo en concreto, tienen un por qué. El destino está escrito. No podemos cambiarlo. Sin embargo, hemos de entender que el rencor no conlleva nada bueno, tan sólo dolor, penas, tristezas, decepciones. 

Debemos saber perdonar, y saber pedir perdón. Eso sí, si perdonamos, hemos de olvidar. En el futuro, no hay reproches posibles, ni venganzas solo para que la otra persona pruebe de su propia medicina. Nada de eso. Si llegamos a ese punto es porqué no hemos sido capaces de perdonar. 

Si alguna vez hubo una amistad no se trata de retomarla. Quiero decir, es obvio que la relación no será la misma. La confianza que había se destruyó, cayó al vacío, a un pozo sin fondo y ya no se puede recuperar. Pero no se trata de eso. Se trata de respetarse, de que haya una relación cordial. No podemos pretender volver a ser esos amigos que iban juntos a todos lados, si hubo heridas de por medio. 

Las cosas tienen una razón de ser, y si esa persona significó algo en nuestro pasado no podemos guardarle rencor. Quizás era momento de separarse, era el momento indicado para que cada uno tomara su camino. Y quizás nos hicimos daño mutuamente, pero hemos de quedarnos con lo bueno de esa amistad, con aquello que aprendimos. 

Por otro lado, las cosas se han de hablar. Hablar larga y tendido y darse cuenta que el guardar rencor no lleva a ningún lado. Abrir los ojos y entender que hemos de dar un paso al frente y afrontar nuestros errores. Sacarnos esa espinita clavada que hemos tenido guardada durante tanto tiempo. Esa espinita que no nos dejaba continuar, que nos carcomía la cabeza, que no nos dejaba dormir por la noche. 

Me refiero al hecho de no hablar las cosas sólo por pensar que las personas son rencorosas, que no olvidan ni perdonan. No hablar con aquellas personas que fueron parte de nuestras vidas por temor al odio de los demás, por miedo del que dirán. Pero si hablamos con la persona indicada, si somos respetuosos, si pedimos perdón, veremos que el rencor desaparece. No podemos ser rencorosos. No vale la pena.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...