jueves, 19 de septiembre de 2013

Lo creí.

Pensé que el tiempo y la distancia pondría fin a esto que sentía por ti. De verdad, lo creí. Pensé que estos tres meses separados servirían para hacer borrón y cuenta nueva, para volver a meterte en la zona de amigos, desinteresarme de ti, interesarme por otros. Lo creí. 

Y sin embargo, pasa el tiempo, volvemos a la rutina y vuelvo a verte. Te veo acercándote a mí con tu espléndida sonrisa y tus ojos verdes y brillantes y me derrito. Vuelvo a acaer en tu embrujo, en el hechizo que meses atrás me había embrujado. 

Creí que no recordaría los momentos vividos entre tú y yo. Lo creí. Pero aquí estoy, recordando los largos paseos por el pueblo, perdiéndonos por el bosque, las risas en la cafetería mientras desayunábamos juntos, solos. Las horas muertas que pasábamos tirados en la suave hierba de la universidad. Todo. Lo he recordado todo. 

He empezado a revivirlo todo. Incluso aquello que no quería recordar. No sólo lo bueno, sino también lo malo. Ya no sólo recordé las risas, sino también las lágrimas, los llantos, las peleas y los enfados. Y yo que creía que el tiempo y la distancia me ayudarían. 

Ahora te veo, y sí, lo admito, me derrito. Te veo sonriendo, riendo, haciendo como si nada pasara. Y me intento convencer de que te olvidaré. De verdad, creo que te olvidaré. Lo creo. Intento creer en mí misma, en el hecho de que lo conseguiré. 

Pero, aunque me derrita no puedo permitir que los sentimientos vuelvan a aflorar. He de pararlos antes de que acabe peor de lo que ya estaba. Y si digo esto es porque creo que cuando una cosa vuelve a nosotros, vuelve con más fuerza que antes. Vuelve... 

Y eso era lo que quería evitar, que volviera. Creí que podría evitar que volviera, que sucediera lo que ha sucedido. Lo creí... Creí en todo. Creí en mí, en ti, en nosotros. Creí en eso tan bonito llamado amor, aquello que me hirió dejándome abatida, desolada. Pero me engañaba. 

Creí que podría con esta situación. Lo creí. Sin embargo, muy en el fondo sabía que era mentira, que me estaba engañando a mi misma solamente para no sufrir, para no decepcionarme ni humillarme. Y todo, porque creí que sufría por alguien importante. Lo creí. 

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