jueves, 19 de febrero de 2015

Hoy no.

Cada vez que escribo un post, cada vez que publico algo intento iniciarlo con unos versos de alguna canción que he tenido en modo repetición en los últimos días. Y es que a todos nos pasa; la música es la expresión más directa de nuestros sentimientos. 

Sin embargo, para hoy no hay canción.

No encuentro canciones, poemas, versos, frases, expresiones, nada capaz de resumir mis sentimientos del aquí y el ahora. Pienso en un puñado de palabras capaces de describir este sentimiento. ¿Y qué encuentro? Nada.

Tampoco soy capaz de poner mis palabras, mis propias ideas en orden como para explicar exactamente lo que siento. Tampoco sé hacerlo sin poner nombre a las cosas y eso quiero evitarlo. No quiero hacer ya más daño, no quiero lastimarme más a mi misma. 

¿He llorado? Sí y mucho. Hay días en los que pienso que todo está bien, que nada malo ha pasado, que he despertado de una horrible pesadilla. Luego te miro y me doy cuenta de que no es verdad, que todo ha cambiado, que no somos los mismos. 

Te miro y pienso en todo lo vivido. Te miro y no hago otra cosa que no sea recordar las salidas por Barcelona, las aventuras de cafetería, las risas y las bromas ocultas tras un móvil. Lo recuerdo todo, no olvido nada. 

Escucho canciones pensando que encontraré la adecuada, aquella que dé con la solución de todo esto, de lo malo y lo bueno. Y aun así, ni siquiera ese "Happy" tan famoso de Pharrell Williams consigue animarme. 

Sé que ni tú ni yo seremos los de antes. Sé que he perdido a alguien valioso y que la felicidad tras esa foto de mi mesilla de noche no volverá, no la encontraré más. 

Lloro sintiéndome culpable de los malos ratos que hemos pasado, de los malos momentos llenos de rabia y rencor. Lloro por no haber sabido parar a tiempo, haber dado la cara. Lloro por el dolor que me causa saber que hablas a mis espaldas. 

Me entero por otros que soy tema de conversación en la sobremesa. Es divertido, irónico y doloroso saber que aun no queriendo saber nada de mí, no haces otra cosa que nombrarme, pronunciar mi nombre. Duele saber que en tus palabras hay veneno, rencor. Tus gestos hacia mí te delatan. Las formas, las miradas, las palabras. Todo duele. Todo es demasiado. 

¿Con quién hablar de esto? Son como esos miedos, los más oscuros, aquellos que callamos y escondemos. No hablamos del tema por no abrir viejas heridas de otros, por no enfrentarnos a viejas discusiones.

Luego me doy cuenta: mi herida no está cerrada. He pasado tanto tiempo preocupándome por los demás, por su bienestar y sus sentimientos que me he descuidado del mío propio.

La herida sigue abierta, no ha cicatrizado, no sé como cerrarla. Está ahí, fresca, latente y palpitante como el primer día. Esa herida está ahí, esperando a ser cerrada y desinfectada. Está ahí; queriendo ser curada. 

Yo no sé como hacerlo, yo no puedo hacerlo sola. Lo malo es que aunque intente cerrarla, tú encuentras una manera de abrirla. Cada vez se hace más grande y el dolor más profundo. 

Soñar es gratis, y como dice una bonita canción de Pignoise "aquellos días felices ya no volverán". Aun así, esto es insuficiente para definir con precisión todo lo que pasa por mi cabeza. 

Los sentimientos son abstractos. El amor, la tristeza, el placer o la lujuria no son fácilmente definidos. No obstante, siempre nos aferramos a algo capaz de describir lo que nos pasa por la mente. 

Yo me aferro a las canciones. En ellas encuentro el consuelo y la calma que tanto necesito en estos momentos. Sabes que si no es porque somos personas civilizadas serías capaz de tratarme como un juguete roto, me destroza.

Sin embargo, hoy no hay canción... Tan solo sentimientos encontrados. 
Rabia, dolor, coraje, culpabilidad, tristeza, sufrimiento, ingenuidad, pérdida y por encima de todo; decepción.     

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