miércoles, 10 de julio de 2013

Tú nunca.

Aún lo recuerdo, recuerdo esa lista en la que yo estaba apuntada, en la que ponía mi nombre en un color verde agua. Pero no era eso lo que me inquietaba, eran los tres interrogantes lo que me hacían plantearme y comerme la cabeza pensando en lo que podían ser. Y lo descubrí. 

No sabes cuanto me dolió, no sabes cuanto tiempo estuve preguntándome cual era el problema... Era una simple fiesta, pero saber que dudabas sobre si yo podría estar invitada o no, me dolió. Quizás parece una tontería, quizás lo es, pero en ese momento no lo era. 

No podría creérmelo. No quería hacerlo. Tú, mi a miga, mi gran amiga, una de mis primeras amistades en una de mis nuevas etapas, estabas dudando... Y eso me hacía pensar. Pensaba que si dudabas si invitarme o no en una simple fiesta, también dudabas si considerarme tu amiga o no, y a la vez yo dudaba. 

¿Valía la pena mantener esa amistad? No lo creía. Lo di todo. Estuve siempre a tu lado. Cuando tuviste tus problemas familiares, cuando necesitaste un abrazo, aunque tú no eras de esa. Cuando aburrida me llamabas y pasábamos horas hablando. Todo cambia ¿no? 

Aun me duele. Aún me duele que hayas dudado de nuestra amistad. Sin embargo, provocas en mí que yo me cuestione el porque de tus dudas. Sigo sin entenderlas. Y entonces me doy cuenta de dos cosas. Una, que nunca te he entendido. Dos, que quizás no es que haya sido una amistad. 

Tú siempre contaste conmigo, yo nunca. Yo siempre estuve ahí, tú nunca. Yo te abracé, tú nunca. Te di mis consejos, tú nunca.  Te apoyé en tu toma de decisiones, tú nunca. Y así, podría alargar la lista. Pero no vale la pena. 

Puedes seguir preguntándote si merezco ir a una simple fiesta, o si merezco estar a tu lado. Que tú nunca más lo estarás en el mío.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...