domingo, 17 de septiembre de 2017

Libérate.

¡Vamos! Corre, salta, vuela. Vive, sueña, enamórate. Persigue, acaricia, besa, sigue viviendo. Camina por senderos inexplorados, adéntrate en cuevas, busca hundirte en las profundidades de fríos mares y deja que la suave brisa roce el rojo de tus mejillas. 

Toma mi mano y deja que el barco zarpe. Confía en mí y en la sinceridad de mis sentimientos. Confía, háblame, cuéntame tus miedos y esperanzas, el por qué del día gris o si hoy sientes y ves el arco-iris. Libera presiones, sal a la pista de baile, emborráchate. Cenas y terrazas, velas y luna y todo frente al mar. 

Podría llamarte, explicarte mi día y esperar tu respuesta. Quizás solo quiero escuchar tu voz, saber como estás, saber si la ciudad te está tratando bien o si preferirías estar perdida entre montañas, bosques y ríos. Entender que nada de esto es en vano, que la preocupación es mutua, que si nos perdemos, al final encontraremos el camino. 

Te echo de menos y quizás por eso espero las llamadas. Tranquilizarme y calmarme con la calidez de tu voz. Y podría gritarlo a los cuatro vientos, escribirlo encerrada entre cuatro paredes o bien decidirme a cantarlo. No importa si otros se enteran, quien importa eres tú. Podría seguir esperando, enviarte mensajes y solo por saber que estés donde estés sonreirás. 

La importancia de las sorpresas, del día a día, de las palabras y los actos... Nada cae en saco roto, no lo olvido. Atesoro cada gran momento, cada café y por qué no admitirlo; también las cervezas. Las tardes llenas de complicidad, las mañanas de gruñón y las noches en vela. 

Los momentos están para vivirlos, no para dejar de soñar, de sonreír, besar, amar, reír, llorar, bailar y saltar. Las llamadas se hacen en momentos inesperados, sin pensarlo, actuando llevado por impulsos. Las cenas se convierten en desayunos, en charlas de madrugada que no acaban, que no quieres que acaben. 

El barco zarpa ¿y por qué no nadar? Déjate llevar por las miles de sensaciones, por los sentimientos del momento. Que no hay nada de malo en echar de menos a alguien, en abrazar cuando no se lo esperen, cuando a ti te apetezca. Saber que puedes poner una sonrisa en la boca de alguien. Así que ¡vamos! No pienses y libérate. 

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Seguimos viviendo de sueños.

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