jueves, 9 de febrero de 2017

Contando.

Una, dos y luego le siguen tres. Una mera sonrisa, y al girarte ya van cuatro. Sigues despacito, intentando mostrarte segura, pensando que no quieres cometer los mismos errores, pero ya van cinco. Uno no se para ahí, sigue y suma... Da igual que el día tenga 24 horas, siempre sigue habiendo un nuevo día para seguir contando. 

Llegamos a las seis. Aun así, creemos en dar nuevas oportunidades, en seguir avanzando. Sin embargo, hay una séptima, una octava e incluso una novena. Da igual, dejemos de contar, pongamos las cartas sobre la mesa, recordemos, nombres a las cosas por lo que son: puñaladas. 

Cuchillos bien clavados, que son como esas espinas tan dolorosas que uno no sabe como quitar, son esas pequeñas astillas que se nos meten en la piel, y aunque uno las saque, por un buen tiempo el resquemor sigue ahí. Lo notas, lo sabes, lo recuerdas. 

Ya van diez. Y uno no para de revivirlo. Las mentiras son parte constante, las risas forzadas tampoco faltan. Sobran los abrazos, las pequeñas palmaditas en la espalda y las tardes de té verde. Siguen habiendo charlas a todo momento, pero son superfluas. 

Uno no quiere pensar en ello, no quiere darle más vueltas. Al final es peor; uno se cree culpable de todo. Será mi forma de ser, el no poder ser egoísta, el poner a los demás por encima de mí, será que ellos me importan más de lo que yo importo, de lo que yo valgo y por eso lo hacen. 

Será que vuelvo a ser la estúpida de siempre y por eso ya van veinte. Rápidamente, de un momento a otro, la lista aumenta y sube a treinta. ¿Alguien te lo dirá alguna vez? Para ya, deja de comerte la cabeza, sé egoísta, piensa en ti, porque nadie velará por ti, jamás intentarán ayudarte y salvarte. Antes ellos, después tú. 

¿Cuántas van ya? ¿Sigues contando? ¿Sigues aquí leyendo? Cometer el mismo error. Seguir los mismos pasos de siempre, darse contra el mismo muro, la misma pared y no quitar esa maldita piedra del camino. Ya son veintidós. 

Es un círculo del que uno no sale, en el que uno se queda estancado. Decepciones que van y vienen, de personas que uno no espera. Dar mucho por personas que poco serán capaces de dar. Sentarse, pensar que debo estar tranquila, que no es mi culpa, pero la cuenta sigue subiendo... Llegamos a treinta. 

¿Te das cuenta de lo que haces? Sonríes a la cara, nos reímos, y en cuanto me giro eres capaz de ponerme a caer de un burro. Menuda actitud. Así no se puede confiar en ti, no se te puede contar ningún secreto, nada. Lo único que se puede hacer contigo es contar mentiras, heridas, lágrimas, errores, puñaladas. 

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