sábado, 14 de enero de 2017

Aferrándome a extrañar.

Te echo de menos, te echo tanto de menos. Ya no queda nada de lo que eras, de quien decías ser. En el pasado eras diferente, demasiado inocente, un poco ingenua, con un chiste por contar en todo momento. Lo echo de menos, lo echo tanto de menos. 

Te encantaba tirarte horas columpiándote. Quizás daban las doce y seguías jugando. La playa era tu rincón preferido. Caminar, que tus pies pisen la arena, que te recorra un leve escalofrío cada vez que el agua te salpicaba. Sentarte y admirar la puesta de sol. 

La brisa marina te sentaba bastante bien. El sol le daba un rojo color a tus mejillas, tus ojos tenían un color claro, transparente; hacían contraste con el verde azulado del mar. Y te encantaba conducir. No había momento en el que no quisieses ponerte frente al volante, dejar que los impulsos te lleven.

Llegar hasta donde llegases. No habían límites ni restricciones. No habían obstáculos que te impidiesen llegar lo más lejos posible, sin frenos de por medio. Ibas donde la corriente iba. Estabas en tu salsa, en tu ambiente, nada ni nadie te podía parar. 

Eras quien ya no eres. Los tiempos han cambiado, has madurado. Ya no crees en cuentos de hadas, ni en la posibilidad de todos y cada uno de tus sueños. Te has convertido en una mera observadora del mundo, quien calla toda opinión, quien no quiere dar su brazo a torcer, ni desea cumplir sus sueños. 

Eres distinta, diferente. Alguien frío y calculador, sin sentimientos por mostrar, ni experiencias por vivir. No te sientes cómoda en tu propia piel, pero sigues disfrazándote. No quieres que te conozcan, que sepan de ti, que te amen. 

Ya no hay ambición, ni esperanza. No hay una mirada que te ilumine, ni unos labios que te besen. Pero yo... yo te echo tanto de menos. Calaste hondo, moviste algo en mi interior, te apoderabas de mis sentimientos. Eras quien todo lo daba por mí, un cuento de hadas hecho realidad. 

No, no era perfecto, ni era la mejor de las historias. Hubo mentiras, llantos, lágrimas. Hubo reproches y mucho dolor. Pero también hubo perdón... Tardes sentadas en un banco de la universidad, tardes en pequeños cafés que nadie conocía, toques de mano, caricias sueltas, besos a escondidas y todo con una palabra suspirada: perdón. 

¿Qué cambió? ¿Cuándo pasamos del perdón al olvido, de los besos a los insultos, del amor a las miradas frías? Y aun así, sigo echándote de menos. Mis manos demasiado frías buscaban cobijo en ti, buscaba esconderme en tu cuello. Buscaba tu aroma, tu amor. Te buscaba a ti. 

No te encontré, al menos no a la persona que yo recordaba. Pero claro, una cosa son los recuerdos que uno tiene, y otra cosa bien diferente es la realidad. Nos aferramos a los recuerdos, a lo que vivimos, a lo que ya no somos. Me he aferrado tanto a ti... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...