Me olvido de todo, me olvido de mi
Me olvido del tiempo que nos dedicamos
A ratos me olvido
Me olvido del tiempo que nos dedicamos
A ratos me olvido
(Hábito de ti, Vanesa Martín)
Quise hacer como todo el mundo, cerrar puertas, acabar libros y echar fantasmas el día 31 de diciembre del 2017. Hacer un recopilatorio de lo bueno y lo malo justo antes de empezar el nuevo año con 365 oportunidades. Otra vez más; no pude.
Será que mi año no empieza hasta que ya hemos alcanzado los primeros días de enero, y claro, si se ser exactos se trata hay que contar 12 meses, 365 días y no sé cuantas más horas. Si esto es así, mi nuevo año no empieza hasta llegados hoy o quizás mañana.
La fiesta de Nochevieja, la resaca del día 1 y el volver a orientarse del día 2, no hacen más que perjudicar todos mis sentidos y nublar mi juicio, pensamientos y sentimientos. No sería clara, ni haría una buena recapitulación. Así que aquí estamos, dejando pasar las noches hasta atreverme a cerrar otro ciclo.
Sin embargo, no me atrevo a escribirlo y quizás tampoco quiero. No me apetece gritar a voces los secretos que pocos saben, ni explicar aquello que hice en mi último viaje. Tampoco quiero comentar aquello que me ha ido marcando, las personas que se han marchado o bien las aventuras que emprendí siendo ilusa y soñadora.
Quiero guardármelo todo para mí, atesorar los días únicos y las risas en rincones dispares. Viajes y sonrisas escondidas tras botellas de cerveza y copas de vino inexistentes. Prefiero hacer borrón y cuenta nueva, pensar que en el 2018 se repetirán los momentos buenos, echaré los malos y aprenderé de los errores.
Propósitos de año nuevo que no he hecho y que, por ende, no se cumplirán. La aventura de vivir día a día, sin pensar en el lejano futuro y tan sólo quedándonos con el más próximo. Dicen que el cambio a un nuevo año te abre y brinda nuevas oportunidades.
Se cierran puertas y ventanas, clausuramos castillos y escondemos baúles. Dejamos que pequeños rayos de esperanza se cuelen, que salgamos con espíritus renovados y con sonrisa de oreja a oreja. No queremos creer que todo irá cuesta abajo, en declive.
Nuevas aventuras, escapadas, promesas -algunas falsas y otras ciertas-, lágrimas, risas, secretos y fantasmas. Todo incierto en el futuro y solo nos queda el pasado vivido y que ya no se puede cambiar. Así que antes de cerrar libro, nos emborrachamos, olvidamos y no pensamos ni en los remordimientos que nos persiguen, ni en capítulos finales de historias que deben acabar.
Y olvido o no recuerdo. No pienso en mis historias, en mis cuentos. No miro hacia nada de lo que pasó desde el día 2 o 3 de enero del 2017. No reescribo una historia pasada, ni dejo caer palabras que formen redacciones de lo que viví. Lo callo, me lo guardo, y olvido para volver a empezar, para tomar un nuevo rumbo y desearme lo mejor a mí misma.
Bienvenido año nuevo, adiós al viejo.
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