miércoles, 16 de noviembre de 2016

Tic-tac, tic-tac.

Tic-tac, tic-tac. Las manecillas del reloj se mueven, hoy van hacia delante, y mañana quizás retroceden. Tic-tac, tic-tac. Uno no se para a pensar, no actúa habiendo analizado la situación. Uno se mueve por impulsos, por inercia. 

Cuando pasa, no te das cuenta. Piensas que ha sido otro de esos pequeños descuidos. Ese fallo que has tenido, como cuando has roto la taza preferida de tu hermano o bien te has comido ese último bombón que tu madre quería. 

No ha sido un fallo pequeño, uno de esos errores cometidos que se pueden olvidar, en los que no pensar. El reloj sigue funcionando, no se para por que tú hayas metido la pata. Sigue marcando las horas, los minutos y los segundos que pasan. Marcan nuestro presente, parte del futuro. Tú ya no estás, no ves el reloj, no escuchas su interminable tic-tac, tic-tac.

Él no te espera, no piensa en ti. Continua con su vida, girando y girando hasta que dan las doce, hasta que marca el comienzo de un nuevo día. Sus pequeñas manecillas negras marcan nuestros pasos, lo que haremos hoy y lo que haremos mañana. ¿Tendremos tiempo suficiente? Tú no lo sabes. 

Y es que ves el tiempo pasar. Hoy es de día, ayer fue de noche. Hoy todos ríen, bailan mientras ayer tan sólo soñaban. Estabas ahí; queriendo, amando, sufriendo. Y de todo aquello, hoy sólo queda ceniza, polvo. Ese pequeó rastro que con tan sólo un suspiro puede desaparecer, lo hacemos volar. 

Jugabas conmigo. Me hacías creer mucho: creer en mí misma, en mis posibilidades, en mis sueños. Aun así, reías cada vez que yo tropezaba, que me caía, que sufría. De la noche a la mañana, cuando el reloj no había dado su primera vuelta, tú ya te habías esfumado. 

Descubrí todo. Las mentiras, las falsas esperanzas, las burlas, los secretos contados a todo aquél que conocías, todo salió a la luz. No hubo nada más que esconder. Fuiste una persona cínica. Te creías el rey del mundo, pero yo también creí que lo eras. 

Eras fuerte y valiente. No mostrabas debilidad alguna, ni fallos cometidos. Eras importante para mí. Me hacías sentir querida, especial. Una amistad valorada, alguien en quien confíar. Eras con quien me sentaba a media tarde y tomábamos café. Eras la única persona a quien llamaría una y mil veces a media noche. Daba igual si reíamos, si llorábamos, lo hacíamos juntos. 

Creí tanto en ti, en lo nuestro. No me fallaste, tan solo fue la manera más cruel de herir a alguien. Lo bueno se acaba pronto, suelen decir. Tal vez es cierto. Para ti nada de esto fue real, nada tuvo sentimiento. Resulta que no te movías por inercia, resulta que no fueron impulsos. 

Fuiste capaz de planearlo todo. Era tu plan maestro ¿no? Jugar con los sentimientos de las personas. Hacer que, por una vez en su vida, se crean importantes, sean algo más que un simple desconocido. Creí que no sería estúpida, que no sería inútil. Volví a caer. 

Pero el tic-tac del reloj sigue. Yo me sigo moviendo, dejo pasar el tiempo. Te olvido, te recuerdo a ratos, no pienso en ti tanto como antes. Recuerdo tu risa, y poco más. Lo que una vez fue importante ya no lo tengo en mente. Sigo escuchando un tic-tac, tic-tac a lo lejos, quizás eres tú. En un pasado hubiese seguido tus pasos, te hubiese buscado. Hoy no.           

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...