miércoles, 4 de mayo de 2016

Bucle.

Dicen que caer en la rutina no es bueno, dicen que uno debe hacer hasta lo imposible para impedirlo, para evitarlo. Creo que esto es cierto sea cual sea la situación. Da igual si se trata de una relación o bien de los métodos a seguir cuando estudiamos o simplemente en nuestro trabajo. La rutina es aburrida, aunque también puede llegar a ser dolorosa. 

Entramos en bucle. Se repite una y otra vez la misma situación. Sin embargo, no es de esas situaciones que aburren, sino de las que dejan mal sabor de boca, de las que cansan, hieren y duelen. Caes en la rutina de las equivocaciones, de los mismo errores, de las desgracias, los desacuerdos e infortunios. 

Es como esa escena que no puedes parar de repetir en tu mente, en tus recuerdos. La vives una y otra vez sin saber como parar, queriendo parar, deseando que no se repita más. Irónicamente lo hace, y lo peor es que cada vez duele más. 

Pasa con personas con las que no te lo esperas, sucedes cuando ya estaba todo solucionado y el mar parecía en calma. Pero claro, nada es color de rosa y el mar necesita su oleaje, limpiar el mar, que haya tormenta y sanear. El río volvía a su cauce, habíamos conseguido lo inexplicable: reconstruir parte de algo que se había roto entre nosotros. 

Sin embargo, esto implicó perder otra parte importante. ¿Por qué uno no puede conservarlo todo? ¿Es que verdaderamente se puede decir que seamos egoístas? Después de todo lo que ha pasado, después de las mil y una vueltas que nuestras vidas han dado pensé que ya no habrían más situaciones de este tipo. Ese tipo de momentos en los que te sientes incómodo, de aquellos donde los silencios no presagian nada bueno, donde en toda la sala se palpa la tensión. 

Es más decepcionante cuanto más cercano a tu círculo es. La herida duele más puesto que todo sucede con quien no te lo esperarías. Los hechos y acciones son capaces de hablar más claramente que las palabras, y tus acciones lo constatan todo. Dejan ver como poco a poco quieres irte, como quizás te siente dolido. Pero ¿qué hacer? ¿Dejarlo todo y pensar en ti? ¿Sólo en ti? 

He dedicado tantas veces estas mismas palabras a otras personas. He dicho y pensado lo mismo. Y hoy es peor. Sí, porque se trata de ti: de alguien que nunca ha demostrado ser ese tipo de persona posesiva que si no lo tiene todo no quiere nada. Nunca has dejado que tus celos jueguen un papel fundamental en lo que dices o en lo que haces, ni siquiera la rabia dio paso a esto. 

Aquí estamos otra vez, viviendo este precioso bucle del que nunca salimos. Cayendo en esa rutina donde no hay cabida para la charla o las reflexiones. Es como si cada uno tomase sus propias decisiones sin querer decir como se siente. ¿Hablaremos? Sí. ¿Mentirás? Quiero creer que no, pero si hemos llegado a esta situación ¿quién me asegura que no mentirás? Y es que aunque no mientas, ya nada será como antes. 

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