sábado, 1 de julio de 2017

Despidiendo tormentas.

Ayer llovía, hoy ya no. Pasó junio, llegamos a julio y con él nuevas oportunidades y aventuras. Personas por conocer, puertas por cerrar, libros por acabar y nuevos por leer, por escribir. Historias que no pueden ser reescritas, que ya no se deben retomar. 

No queda nada más por decir, por dictaminar. Tuvimos oportunidad de reencontrarnos y mientras creías que yo me ruborizaba, sencillamente montaba en cólera. Dejaba que fuesen mis emociones las que hablasen, las que dictaran cada acción, cada palabra, cada frase y hecho. 

Nos miramos, bajo la lluvia y sin paraguas en mano. Gritos bajo truenos, llantos en relámpagos, tormentas llenas de dolor, de confesiones y de secretos bajo llave. Luego aparece la calma; marea baja y sol radiante. Aguas cristalinas, sin secretos y sin miedo a confundir una simple alga con una medusa. 

No hay malentendidos, ni confusiones tontas. No todo gira entorno a nosotros, ni nos preocupamos el uno por el otro. Tú saludas, yo miro para otro lado. Te quise ver, sonreír y preocuparme por ti, pero ha pasado tanto tiempo... que ni siquiera yo soy la misma de antes. 

Te dejé ir, volar, echar a correr. Pensé que era mejor que no hubiese promesas de por medio, ni un "hasta pronto". Nada de despedidas de película, ni mensajes a cada instante. Preferí que te fueras, que escogieras un camino distinto y nunca paralelo. ¿Para qué? 

Era tan fácil manipularte, cambiar de bando según las palabras de otro y nunca tu propio criterio. Jamás supiste que significaba eso. Luego me buscas, quieres acercarte. Ahora que las aguas se calman, que retomo mi vida, mis planes de futuro, las riendas de mi presente. Mejor quédate en casa. 

No fue un error, ni había motivos secundarios. Decidí ser yo misma y eso te molestó, decidí ser egoísta, ponerme por encima tuyo y eso te cabreó aun más. Te sorprendió el cambio de rumbo, mi toma de decisiones. Tormentas que se desataron, errores que se cometieron. 

No importa, ya nada importa. Sigo con rumbo fijo, celebrando los momentos de los que disfruto, de aquellos en los que no estás. Me despedí de ti en el momento oportuno, te di las gracias por todo lo que hicimos juntos y poco más se podía hacer. 

No había un juego de mejores amigos, ni etiquetas ni títulos. Pasaste por mi vida como un huracán, arrasando con todo, destrozando cada parte de mi ser, dándole la vuelta a todo. Por eso dije adiós, necesitaba el después; la calma, el silencio, la brisa y ni una gota más de lluvia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguimos viviendo de sueños.

Ojalá poder hablar sin tapujos, ser un maldito libre abierto, no dejar que te coma por dentro, que en ti haya un malestar generalizado por a...