jueves, 9 de agosto de 2018

Faros y sirenas.

A veces me siento como una extraña en mi propia piel, un marinero sin rumbo o una sirena perdida sin cánticos que atraigan. Hablo sin reconocer mi voz, sin saber lo que quiero, lo que busco, sin reconocer mis pensamientos. No admito mis miedos, ni tampoco mis virtudes. 

Voy perdida, siguiendo un mapa sin sentido y pensando en no perder el norte. Una brújula mal orientada me guía e intenta llevarme por un río de sueños y amores que tan solo son fruto de mi imaginación. Agua fría que no me devuelve a la realidad, que me transporta a un mundo que no es el mío. 

Llego a mi destino, aunque sin entender como lo consigo, como alcanzo la meta. No soy yo misma y lo presiento. En mi piel no me conozco y tampoco me reconozco tras mirarme en el espejo. Me siento incómoda en mi propia piel, en mi alma. 

De pies descalzos y heridas brutales, dejo que el mar salado cure mis heridas, cicatrice mientras me pierdo en infinidad de deseos y aspiraciones. Ambiciones que no alcanzo, fantasías que no recuerdo, que creo que no están en mí y que se pierden en el horizonte del mar que me cura. 

Busco la luz de un faro, encontrar mi guía, el mapa que me enseñe mi camino. Sin embargo, tan solo resuenan cánticos enamoradizos, barcos que zarpan y olas chocando contra rocas que crean una fortaleza. Pienso en tercera persona, buscando mi plan de huida, una respuesta sólida. 

Encuentro un plan de escape torcido, un faro de bombilla rota, una llamada truncada y cánticos de desesperación. Llantos y lágrimas mientras nos despedimos del barco en el mar. No ves la esperanza, solo el desconcierto de no encontrar tu propia salida, de no sentirte tú misma. 

Estás perdida creyendo que una brújula dará todas las respuestas o que encontrarás tu rumbo y al final ceder el timón a un absurdo capitán. Sigo sin ser dueña de mi propio destino, de mis determinaciones. Sigo encontrándome en un mar de ambigüedades, un lugar lleno de recuerdos, de cartas y llamadas que no reconozco, que no me pertenecen. 

Ojalá pueda retomar el timón, seguir un mapa, encontrar el rumbo. Saber que mi piel es mía y que mis pasos los marco yo. Aferrarme a los pensamientos y las ilusiones que me lleven a mis nuevos objetivos.  

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